II Astronomía

La astronomía en el cromlech pirenaico 




Consideraciones previas

Se parte de la premisa, conclusión de la primera parte de este trabajo —Del crónlech pirenaico (Descodificación astronómica de una religión olvidada), Juan José Ochoa de Zabalegui, Editorial Txertoa, San Sebastián, 1998—, de que todos los cromlech pirenaicos, representan estrellas.

Desde entonces el trabajo, al hilo de su discurrir, resumiendo, ha seguido dos trazas diferentes:

1- En primer lugar, la que se traía, es decir, se continuó estudiando la interpretación astronómica de los grupos de cromlech pirenaicos existentes desde el golfo de Gascuña o Vizcaya hacia el Pirineo Central, siguiendo el orden geográfico que se estableció en Del crónlech pirenaico, acorde con las cuencas de los ríos que desde el golfo se adentran hacia el Este en la cadena pirenaica hasta el Ariège y el Garona, últimos ríos cuyas aguas vierten al golfo de Gascuña y fien del cromlech por el este pirenaico. Sin embargo, una vez llegados al Orhi, La Nive y el Irati, distintas circunstancias, cambiaron el camino por el que discurría el estudio para tomar una segunda vía.

 Este cambio, ha supuesto, además, de un largo silencio: dejar de presentar gran número de grupos ya resueltos o al menos estudiados; no presentar modificaciones sobre el significado astronómico, repasado a posteriori, de algunos grupos mal resueltos en la primera parte; romper el orden preestablecido, dando saltos en la geografía pirenaica publicando opinión desordenada sobre grupos, entre los que cabe destacar: Okabe; La Corona de la Lunas en el Valle de Hecho y la descodificación astronómica realizada, después de su desaparición, del grupo de cromlechs de Arihouat, gracias a un magnifico trabajo elaborado previamente por André Muller, sobre La nécropole en “cercles de pierres” d’Arihouat, en Garin (Haute-Garonne).

Durante el estudio de este y otros trabajos realizados siempre en contacto con el terreno y sus vestigios, mirados desde puntos de vista y utilizando disciplinas diferentes a los habituales, ha ido formándose una percepción de conjunto del cromlech pirenaico y su entorno, tan alejada de la idea que de él hemos recibido, que, ante la falta de tiempo e incapacidad para interesar a terceros en el asunto, de forma que prestasen ayuda en la elaboración de un trabajo sistemático de conjunto y equipo, se ha abandonando la idea inicial de ir dando cuenta ordenadamente del significado astronómico de cada grupo, se ha optado por insistir en la percepción de conjunto. Se trata de exponer la manera de sentir y ver este olvidado asunto, desde una perspectiva nueva. La labor no ha terminado, pero, ha podido empezar una visión del cromlech pirenaico, diferente y más ajustada a la realidad.

2- En el tiempo, este estudio, arrancó y orientó su camino, en el momento en que, agotadas las vías clásicas, nació la idea de relacionar el cromlech pirenaico con la astronomía. De este punto de partida, el trabajo ha tomando cuerpo. El momento en el que se comenzó a observar, sobre el terreno, una comprensión objetiva del significado del cromlech pirenaico, partió de la utilización todavía inconsciente de analogías y asociaciones hechas sobre el terreno de ideas nacidas del paisaje y de los círculos, de ellas surgió el convencimiento basado en la observación de que los cromlechs representan estrellas. En consecuencia, la idea de los constructores tuvo que partir del deseo de erigir monumentos que representasen estrellas, supuesto que encadena y recoge una serie de preguntas, entre las que se podrían citar: ¿motivos?, ¿forma de llevar a cabo el proyecto?, ¿elección y criterios de localización de los monumentos?, ¿siguieron patrones geométricos?, ¿existió un modelo general?, etc.

Estas preguntas se contestan a lo largo del trabajo. En esta ocasión nos ocupamos de las dos últimas. La contestación es concisa: el modelo fue y es el firmamento, y siguieron patrones geométricos. Reflejar el firmamento y algún fenómeno cíclico de éste en tierra, con círculos de piedras hincadas, cuyo diámetro es directamente proporcional al brillo de la estrella representada, como hicieron, requiere, en terreno montañoso, armonizar la idea que se pretende expresar con el terreno que se dispone, hecho que implica una elección previa de la zona de emplazamiento de los monumentos. Son diferentes las particularidades que debe de tener un espacio que pretende expresar una idea, a las necesarias para plasmar otras. Por ejemplo: si se quiere destacar una efeméride proporcionada por estrellas situadas al norte, una montaña singular situada entre éste y el observador, podría servir de referencia para realzar esa parte del firmamento, propiciando la construcción de círculos que representen estrellas predeterminadas del N.

Tengo la impresión, manifestada en otras partes del trabajo, de que el punto de arranque de la elección del terreno dedicado al cromlech pirenaico, está situado en Peñas de Aia, vértice superior del ‘triángulo de la luna creciente’: Pico de Orhi-Peñas de Aia-Monte Txindoki. La razón es que, haciéndose eco de las creencias de la época en materia de geografía —véase lo dicho en el apartado de ésta materia sobre el mapa de Hecateo y los deducidos del Timeo y Critias de Platón. Pensaban que se hallaban en el oeste extremo de la tierra oblonga justo al borde del mar circular. Si en éste se encontraba/encuentra una montaña y un lugar, de las características de Peñas de Aia y su entorno, éstos bien pudieron tomarse como el crisol en el que se fueron introduciendo los ingredientes necesarios para ir concibiendo el todo del cromlechpirenaico. Peñas de Aia y su zona, no es mal lugar, para comenzar a plasmar sus ideas y elegir el terreno donde construir el cromlech pirenaico, para cuyo menester parece una especie de 'tierra prometida'. Desde Peñas de Aia y aledaños, hacia los 120º se ve el piramidal Pico de Orhi. Dicho eje siguiendo igual dirección de 120º nos conduce a los cromlechs de Guarrinza y Valle de Hecho, y en dirección opuesta de 300º nos sitúa en Peñas de Aia. Este eje 120º-300º es solsticial y uno de los ejes de la hoy cruz de San Andrés. Desde Peñas de Aia destaca también otro monte piramidal singular, Txindoki, cumbre señera en cuanto a formas de la Sierra de Aralar. Si Txindoki hubiera estado situado a unos 240º en lugar de alrededor de los 220º que viene a estar, desde Peñas de Aia como centro, hubiéramos podido trazar una cruz de San Andrés ideal, utilizando los ejes: uno supuesto 60º-240º de Aia-Txindoki y otro real 300º-120º de Aia-Orhi. Son notables: a- La necesidad que tenemos los hombres de ordenar el caos, por ejemplo  buscando la perfección en simetrías, analogías cielo/tierra, figuras geométricas, etc., aun en lugares donde no existen tales exactitudes idealmente imaginadas, y, b- El ingenio que ponemos cuando la realidad es contraria a nuestros ideales, para discurrir subterfugios, por muy técnicos que sean, a fin de acomodar dialécticamente, lo real a nuestras ideas imaginadas. Así, lo verdaderamente notable de este triángulo, es que viendo la imperfección del eje Aia-Txindoki, para  expresar la idea que pretendían: situar en tierra el giro de la luna en su punto de más al sur en el solsticio de verano, reflejad en una montaña singular, Txindoki, uno de los vértices del triángulo-núcleo supuesto, Orhi-Aia-Txindoki, eligieron el lugar aun a sabiendas, de no constituir el ideal geométrico, aunque sí tenía el empaque y majestuosidad de paisaje, dignos para ser el núcleo de su trina religión. La equiparación que se cumple en tierra con exactitud a las salidas y puestas solsticiales de ambos astros, sol y luna, en el lado del triángulo Orhi-Aia, falla en el lado Peñas de Aia-Txindoki, al estar éste unos 20º al oeste, del eje solsticial visto desde Peñas de Aia. Sin embargo, resolvieron la falta de correspondencia del triángulo ideal con el real, de forma verdaderamente elegante, buscando una solución geométrico-matemática de compromiso dentro de su triángulo, que pasó de ideal a inteligente y conciliador, gracias a los conocimientos de gemetría empírica de los constructores del cromlech.

Estaban, en el primer mileno a.C., hacia el 600 a.C., pretendían que la luna diese su giro solsticial, a 240º, en Txindoki en su Arali, Aralû, hoy Aralar —mundo de ultratumba, Horowitz p. 282 y otras—. Empresa imposible, la línea solsticial, como ya hemos dicho, se escapaba 20º al oeste del triángulo y de Txindoki.

¿Qué se les ocurrió? Desde Peñas Aia, concretamente desde el Risco de San Antón y los grupos de cromlech de Agiña fueron bajando dentro del triángulo en dirección N-S con grupos de cromlechs, hasta que, como la geometría obliga, alcanzaron en Loizateko Soroa el punto en el que Txindoki se sitúa a 240º, lugar preciso para observar sobre su piramidal silueta las efemérides solsticiales.

Aunque no corresponda a este apartado, se puede adelantar que el propio Txindoki, pudiera ser una prueba más del aserto. Se explica en el apartado correspondiente a las ‘lenguas’: ‘Sin’, no Txin, fue el dios luna masculino en, digamos, Mesopotamia. Sin-du-ki = ‘Sin’-giro o vuelta-lugar; referido al sitio en el que la luna se ponía más al sur en el solsticio de verano para dar la vuelta hacia el N, en busca del equinoccio de otoño.

Más al sur y Este, entre el Erakurri y el Iruñarri se encuentra el grupo de cromlech pirenaicos de Olegi, desde él no se ve Txindoki por estar tapado por Balerdi, situado a 240º del cromlech principal del grupo, Sirio, invitando a pensar, con Hunger y Pingree en Astral Sciences in Mesopotamia pp. 75-79 que, siguiendo las Tablas Mul-Apin, Olegi fue utilizado para calcular los días de intercalación en el año para evitar las variaciones en el calendario con respecto a las estaciones.

Con independencia, de las deducciones y consideraciones arqueológicas o de otro tipo que se puedan hacer y obtener del cromlech pirenaico, éste tiene un componente astronómico que resulta ineludible para su estudio, sin él, otro tipo de puntos de vista y elucubraciones resultan faltas de soporte intelectual y científico. 


Las notas y grupos de cromlech que se presentan en documentos aparte,  dentro de la disciplina de astronomía, se refieren:
En conjunto, se trata de la descripción e interpretación astronómica de los grupos de los extremos, del eje N-S que sale de Peñas de Aia hacia el sur, camino de Aralar. Consta de dos documentos:

El primer documento, se refiere a los grupos del extremo norte, trata de los cuatro grupos de cromlech y otros monumentos de Agiña: Agiña I, II, III y IV, primero grupos de cromlech pertenecientes a la cuenca del Bidasoa. No se presentaron en el libro, puesto que en él sólo se trató de los grupos correspondientes a los ríos Urumea y Oyarzun. Y, además, al de Loizateko Soroa, copiado del libro tal como se escribió en su día, en Loizate, en el cúal termina el eje geométrico N-S, que nace en Agiña. Entiendo que, su descripción tal como se narró, tiene un interés especial, al menos personal, que demuestra que aún sin conocer el significado de los cromlech de la zona como un todo, ni haber constatado el triángulo e-uskaro, ya se intuyó, la importancia del grupo y su inequívoca relación con Txindoki.

El segundo documento, es un PDF copiado también de: Del crónlech pirenaico, Descodificación astronómica de una religión olvidada, Juan José Ochoa de Zabalegui, Editorial Txertoa, San Sebastián, 1998. Se refiere al grupo que, aunque un tanto desviado, del eje N-S que parte de Peñas de Aia, de los citados grupos de cromlech de Agiña, tras cruzar en primer lugar, en el grupo de Loizateko Soroa, relacionado con Txindoki, a continuación desviándose un tanto al SO, llega al grupo de Olegi, relacionado con Balerdi, pudiendo considerarse que, conceptualmente, expresan la misma idea. Juntas, la interpretación de los grupos de Agiña, Loizateko Soroa y Olegi, ilustran la del eje N-S en cuestión hasta las proximidades del frontal NO de la sierra de Aralar unido por las rocosas cumbres de su frontal oeste, que, en sentido NE-SO, une; Balerdi, Artubi y Txindoki. Las cumbres de los extremos: Balerdi y Txindoki, pueden señalar los puntos solsticiales de puesta de más al sur y de vuelta, del sol en el solsticio de invierno y de la luna en el de verano, mirando a Txindoki desde Loizateko Soroa y a Balerdi desde Olegi. Olegi, más completo en cuando a círculos y con un Sirio, deslavazado y semiderruido pero de potentes testigos caídos orientados, cada uno, hacia donde debe, remata el significado pasado del grupo que enlaza de forma clara con la astronomía mesopotámica, cuando menos con, Hermann Hunger & David Pingree, en su Astral Sciences in Mesopotamiapp.75-79: 3.3. Intercalacion Schemes, confirmando la posibilidad de servir para calcular intercalaciones de una de las maneras citadas en dichas páginas.


La interpretación dada hace unos 16 años a los grupos del extremo sur del eje N.-S. Aia-Loizate-Olegi, erigidos con la analógica precisión que permite el terreno, se presenta ahora de nuevo. Estos grupos y su emplazamiento, parecen suficientemente ilustrativos tanto para percatarse de las intenciones supuestas a sus constructores, al erigir este apéndice del mudo triángulo ‘e-uskaro’, quiénes nos muestran que una de las funciones del mismo fue la de observar sobre el frontal NO de la sierra de Aralar, su Aralu, Arali, su mundo de ultratumba, el giro de la luna solsticial. De otra parte, se puede comprobar, al cabo de los años, que aquellas primeras interpretaciones, todavía inconexas e intuitivas, ahora copiadas, llevaban buena dosis de lógica y razón, suficientes para darse cuenta de los conocimientos que tuvieron en aquel pasado. Los cuáles, pueden introducirnos definitivamente en el camino que lleva a conocer el significado del cromlech pirenaico.

Naturalmente, hay más asuntos a resolver y más disciplinas implicadas en el cromlech pirenaico; pero en este apartado, sólo enfatizamos cuanto sugieren en materia astronómica, los grupos de cromlech pirenaicos situados en la banda-eje que partiendo de Peñas de Aia se dirigen al sur, atestiguando cómo resolvieron el desfase entre lo ideal y lo real, en el nunca mentado triángulo ‘e-uskaru o casa de la luna creciente’. Se quiera o no, para ver primero hay que mirar. Algunos tardamos. 

Además, se presentan: 
1- un croquis de la Disposición de los emplazamientos de cromlechs en los Pirineos AtlánticosVer croquis, se trata de la disposición de los principales grupos de cromlechs, procedentes del primer trabajo: Del crónlech pirenaico (Descodificación astronómica de una religión olvidada), al mapa general que se publicó en él, en la p.II se le tituló: Entramado en cruz de los emplazamientos de crónlechs. Con posterioridad al comenzar a estudiar, los cromlechs de Agiña y de las cuencas de los ríos que se extienden hasta el Pico de Orhi, se publicó otro mapa, creo recordar que al publicar en www.cromlecpyrene.com, ya eliminado, el grupo de Okabe, en él con otros pequeños añadidos se dibujó la línea solsticial que une el pico de Orhi y las peñas de Aia. Ahora, a aquel croquis, se añaden, fruto de las últimas observaciones presentadas en esta ocasión, dos líneas nuevas: la N-S Agiña-Loizate —en realidad debiéramos de haber puesto Loizateko Soroa que se encuentra al pie norte de Loizate, pero dada la escala del dibujo, habríamos emborronado éste, sin añadir nada—, y la línea  solsticial orientada a 240º que une Loizate-Loizateko Soroa con Txindoki. Ambas líneas N-S y 60º-240º, ésta perteneciente a la cruz de San Andrés, forman parte de la elegante solución que dieron los constructores del cromlech, para situar la luna y sol solsticiales sobre Txindoki dentro del triángulo e-uskaro, como se explica en detalle en diversos lugares.
2- Dos mapas, obtenidos utilizando Google Maps, el primero referido al triángulo 'e-uskaru o casa de la luna creciente' (poner enlace) y el segundo referido al conjunto de la 'tierra de cromlech y su entorno' (poner enlace), sobre el que se hace un dibujo lineal, entre mnemotécnico e ilustrativo; en ambos, el triángulo en cuestión está trazado con líneas rojas.


En los grupos de Agiña, que se exponen por primera vez, comienza ese eje N-S:




Grupos: 0300-01-01, 02, 03 y 04: Agiña I, II, III y IV



19/12/97 La historia continúa, vuelvo a retomarla para estudiar la cuenca del Bidasoa, después de dejar en prensa la interpretación, más o menos provisional, de los cromlechs de las cuencas del Urumea y el Oiartzun. Me encuentro, tras dar un vistazo a los principales grupos que restan por descodificar hasta el Orhi, con que me gustaría modificar, o al menos revisar, alguno de los grupos expuestos en la primera parte. El cuento de nunca acabar que me dejaría anclado, tras más de once años de trabajo, alrededor de las dos primeras cuencas. Y, no es que me importe pero ya va siendo hora de llegar a puerto y de apuntar conclusiones, así que sigo, tiempo habrá de volver atrás.

Agiña no es cualquier sitio para mí. Se trata del primer enclave crómlico que conocí, cuando Oteiza, a finales de los cincuenta, erigió el monumento al padre Donosti emplazado a la altura de Agiña III.

Los Agiña forman parte del alineamiento de cromlechs N-S que desde Iraingo Ataka, al sur, se estudiaron en la primera parte del trabajo y que, desde el lado norte arranca, al pie este de Peñas de Aia, en el Risco San Antón, al que en igual dirección le sigue el Monte Agiña y de seguido el cordal en el que se asientan sus cromlechs y los de otros grupos, comprendiendo de N a S, los grupos siguientes:

• 0300-01-01 Agiña I
• 0300-01-02 Agiña II
• 0300-01-03 Agiña III
• 0300-01-04 Agiña IV
• 0100-03-25 Enobieta Txikia
• 0100-03-24 Pagolleta I
• 0100-03-23 Pagolletako Gaña
• 0100-03-22 Izurrizti II
• 0100-03-21 Izurrizti I
• 0100-03-20 Izu
• 0100-03-19 Baraxar Pagoxar
• 0100-03-18 Beltzuntza
• 0100-03-17 Gerasunko Ataka
• 0100-03-16 Ibintza
• 0100-03-13 Iraingo Ataka
• 0100-03-14 Loizateko Soroa

Dieciséis grupos de cromlech que muestran buena parte de cuanto fue el panteón celeste pirenaico. No es cuestión de repetir o de matizar, incluso de rectificar en pequeña parte, lo ya dicho sino de tratar Agiña como un todo pues parece existir una relación entre los cromlech y monumentos que se asientan en el cordal que, teniendo al norte el Risco de San Antón y el Monte Agiña, está bajo la férula de Peñas de Aia, las cuales vistas desde Agiña I, se extienden aproximadamente de 300 a 325 grados, sobre el perfil de Peñas, haciendo de telón de fondo de la historia que cuentan sus cromlech.

Acercamiento al entorno de Agiña y su significado
He dejado los dos primeros párrafos del estudio realizado va para quince años de los cromlech de Agiña, pero no quiero presentar la totalidad del escrito, sin antes hacer alguna aclaración substancial; sin embargo, como aquel trabajo inicial, tenía su sentido y la interpretación de algún grupo no ha variado, dejaré, sin más advertencias, partes enteras de aquel primer estudio, utilizando el perverso, para la unidad y claridad del escrito, procedimiento de ‘cortar y pegar’.

Estos últimos años, han ido surgiendo de nuevas observaciones y estudios de disciplinas no tenidas en cuenta por entonces, una nueva forma de ver el cromlech, más rica y variada que, en determinados lugares, Agiña por ejemplo, obliga a mirarlo con ojos de mayor amplitud, si hablásemos de fotografía diríamos que para captar el todo nos hace falta un gran angular.

Agiña y su entorno, sin recortes pusilánimes, pueden dar mucha información: se trata de una zona límite, formando desde el Pico de Orhi, un eje de la Cruz de San Andrés, 120º-300º;  considerando Peñas de Aia su núcleo, en su derredor y con las coordenadas que utilizaron, se puede tejer el entramado del cromlech pirenaico; constituye el vértice norte del triángulo Uskaro, ‘Luna creciente’ en acadio: Pico de Orhi-Peñas de Aia-Txindoki; se encuentra al borde del mar circular, a cuya llegada, con las razones y puntualizaciones pertinentes que apuntan en ese sentido, dejaron de construir el cromlech pirenaico; cuenta con puertas de bajada y subida de almas en los dos extremos de la eclíptica que cruzan la Vía Láctea; está involucrada en las cuatro nuevas materias estudiadas: Geografía, Astronomía, Lenguas y Religión; es el punto de partida del eje N-S de los grupos de cromlech que dieron vida y hacen comprender el significado del monte Txindoki, mediante un ingenioso artificio geométrico, etc.

Empecemos el acercamiento, dentro del resumen que se viene de hacer, describiendo los conceptos que pueden justificar el emplazamiento, dejando en primer lugar, los procedentes del primer escrito iniciado en 1997.

16/01/98
No voy mal encaminado, creo, pero prefiero hacer un inciso. Este asunto va por donde quiere pero necesita calma, soporte histórico y comprobaciones, sobre todo, muchas comprobaciones. Llevaba una temporada sin salir al campo, resolviendo asuntos personales y dedicado a buscar las fuentes de lo que comienzo a barruntar pudo ser la causa del cromlech pirenaico. Indudablemente encontrar los libros donde se narra, al menos en parte, el relato religioso que propicio el cromlech ayudaría en gran manera a equiparar los círculos con sus estrellas correspondientes, pero aquéllos no terminan de llegar, aunque algunos están localizados y encargados; sin embargo, hace un par de semanas he leído, Los Reyes Magos de Adrián Gilbert, Ediciones B, donde hablando de otros asuntos con enfoques bastante esotéricos que no comparto, se dan datos dignos de ser tenidos en cuenta por quien como yo trata de descubrir el mundo precristiano en el Pirineo. Dejando de lado los desacuerdos, transcribo lo que entiendo constituyeron, cuando menos, aproximaciones a la verdad pirenaica en la época en que se construyó el cromlech:

• Pagina 171: «Otras pruebas que avalan esta hipótesis son las numerosas estelas que representan el ‘apretón de manos’. Astralmente éstas podrían representar las conjunciones de los planetas pero es más que probable una interpretación hermética basada en el concepto del alma que desciende a la tierra a través de las esferas de los dioses y recibe presentes de cada uno de ellos. Dichos regalos, según los escritos herméticos, deben ser devueltos a la hora de la muerte. La dexosis o apretón de manos entre Antioco y cada uno de los dioses de su nacimiento, esto es, los planetas que se hallan sobre el horizonte en ese momento, significa que el rey —Antioco— saluda a los dioses y les devuelve sus obsequios. Esta doctrina este perfectamente expuesta en el Poimandres —primer libro del Corpus Hermeticum, el Poimandres (‘pastor de hombres’)

—“Me lo has explicado todo, oh mente —dije yo—, tal como deseaba. Pero explícame más detalles sobre el ascenso por medio del cual suben los hombres; dime como penetraré en la Vida.” Poimandres respondió: “Cuando tu cuerpo material muere, primero experimenta un cambio, y la forma visible que tenias desaparece. Tu espíritu vital asciende a la atmósfera de modo que ya no se halla dentro de ti; y los sentidos corporales regresan a sus orígenes, pasando a formar parte del universo y asumiendo otras combinaciones para llevar a cabo otras tareas. A continuación el hombre sube a través de la estructura de los cielos. Y al alcanzar la primera zona del cielo (la Luna) se libra de la fuerza que realza ciertas obras y disminuye otras; en la segunda zona (Mercurio), de las maquinaciones perversas; en la tercera zona (Venus), de la lujuria que seduce y engaña a los hombres; en la cuarta zona (el Sol), de su arrogancia; en la quinta (Marte), de la nefasta temeridad y de la peligrosa audacia; en la sexta zona (Jupiter), de la falsedad que acecha para hacer el mal. Luego tras desembarazarse de todo aquello que la estructura de los cielos había forjado en él, asciende hasta la octava esfera, dueño de su propio poder.”

Tras ascender por la escalera de esferas de cristal hasta alcanzar el punto más elevado del cielo, el hombre penetra en el Olimpo, simbolizado por un túmulo blanco.»

• Pagina 341: «En The Mayan Prophecies puse de relieve, por cortesía de Hamlet’s Mill, la creencia difundida en todo el mundo antiguo de que ambos ‘extremos’ de la Vía Láctea había una puerta de acceso a las estrellas.

Según Santillana y Dechend estas puertas se encontraban en el punto donde la eclíptica, o trayectoria anual del Sol, atravesaba la Vía Láctea. La puerta meridional estaba cerca de la cola de Sagitario y la septentrional en Géminis, cerca de la posición del ‘apretón de manos’ sobre Orión. Esta idea era bien conocida en tiempo de los romanos y es recogida por Macrobio, un escritor de principios del siglo V d. C.»
De Macrobio dice una enciclopedia que su principal obra es Saturnalia.

• Página 104: «Al principio su interés por las pirámides era simplemente una afición, pero poco a poco, a lo largo de los años se fue convirtiendo en una pasión. Para entonces Baubal había conseguido reunir las piezas de un extraordinario rompecabezas que revelaba que las pirámides de Gizeh de la IV dinastía habían sido construidas para representar a las estrellas que conocemos hoy en día como el Cinturón de Orión. No sólo eso sino que las otras pirámides, erigidas por la misma época, representaban a otras estrellas vecinas mientras que los egipcios concebían su río Nilo como el homólogo primitivo de la Vía Láctea.»

No estoy, no sé, todavía no quiero ir atando cabos, prefiero dejarlos como están, abiertos a los cuatro vientos. Sin embargo, entre otras muchas observaciones, empiezo a preguntarme qué diablos hacen tantos Antares y Sirio al orto en línea con el Orhi y tanta Vía Láctea. Entonces, se mira atrás antes de griegos y romanos, sin salirse del texto comentado puesto que no quiero argumentar con criterio u opinión propios que continúan gestándose.

• En la página 335 se leen cosas como la siguiente:
«Mesopotamia, cuna de civilización:
Las civilizaciones que se desarrollaron en las tierras regadas por los ríos Tigris y Éufrates eran ante-riores incluso a las del Antiguo Imperio Egipcio. Aunque en cierto sentido la tierra de Mesopotamia constituye el terreno aluvial situado entre esos dos ríos que antiguamente se llamaba Babilonia y que ahora se halla en el moderno Irak, los ríos tienen sus fuentes muy al norte de esta planicie aluvial, en la montañosa meseta de Turquía oriental. Todo indica que esta meseta, dominada por el monte Ararat, era el lugar donde se encontraba el Edén bíblico.

Salía del Edén un río para regar el ‘jardín’, y de allí se dividía en cuatro brazos. El nombre del primero es Pisón; es el que rodea a la tierra de Evila, donde hay oro. El oro de aquella tierra es fino. Allí se encuentra bedelio y ónice. El segundo río se llama Guijón, y es el que rodea toda la tierra de Kus. El nombre del tercer río es Tigris, que recorre al oriente de Assur. El cuarto río es el Éufrates.

La narración del Génesis referente a los cuatro grandes ríos del Edén posee un claro significado simbólico relacionado con la idea de la cruz, cuyos brazos señalan los cuatro puntos cardinales. No obstante, todo hace suponer que existía un cuarto lugar geográfico destinado al Edén y que la inclusión del Tigris y el Éufrates en la lista indica que los ríos eran reales y no unos meros ideales abstractos. El problema con que se topan los cronistas ha sido siempre el de identificar a los dos primeros, el Pisón y el Guijón. Abandonando todo sentido de la geografía, se han aventurado a identificarlos con ríos tan diversos como el Nilo, el Ganges e incluso el Yangtsé. No obstante, si aceptamos lo que dice la Biblia respecto a que se trataba de una tradición real, los cuatros ríos debían de tener sus fuentes relativamente próximas unas a otras. Así, estos dos, al igual que el Tigris y el Éufrates, debían de tener sus manantiales en la meseta de Anatolia oriental. De hecho, hay dos grandes ríos cuyas fuentes se hallan muy cerca de las del Tigris y el Éufrates en esta misma región. El primero es el Araxes, que nace cerca de Erzerum. Es probable que se trate del Pisón bíblico y sus aguas discurren más o menos hacia el este, hasta desembocar en el mar Caspio. Hoy en dia, marca la frontera entre Armenia, Turquía e Irán. El nombre Pisón significa ‘fluir libremente’ y lo cierto es que es un rio turbulento que en invierno resulta impracticable y peligroso, aunque en verano se puede navegar por el. La tierra de Evila probablemente se identifica con Georgia, situada relativamente cerca y al norte de este rio, y antaño era la mítica tierra de Cólquida. Fue aquí donde se dice que Jasón y los argonautas partieron en busca del vellocino de oro. Se trata probablemente del rio Halys (Kizil lrmark), el rio mas largo de Asia Menor, que surge de unos manantiales junto a Kizil Dag, hacia el norte de las fuentes del Éufrates. Este rio fluye hacia el oeste antes de doblar hacia el norte y desembocar en el mar Negro. El Halys divide las regiones oriental y occidental de Anatolia y antiguamente abrazaba el corazón del antiguo imperio hitita cuya capital se hallaba en un lugar llamado Bogazkoy (Hattusa).

La región montañosa de Anatolia oriental en la que nacen estos cuatro grandes ríos parece que fue el mítico Edén. No lejos, hacia el este del Edén se encuentra el lago Van, acaso el ‘jardín’ original, y al norte del mismo, dominando el valle del Araxes situado cuatro mil metros más abajo, se alza el monte Ararat donde según el relato se posó el arca de Noé. Al margen de si creemos la leyenda del diluvio y del arca de Noe en el monte Ararat, todas las pruebas indican que esta región fue el lugar de donde la extensa ‘familia’ de Noé partió para conquistar el mundo conocido.»

5/02/98

Por fin han llegado las últimas adquisiciones: Star Names Their Lore and Meaning de Richard Hinckley Allen y Astrology and Religion among the Greeks and Romans de Franz Curnont, el primero es una reedición completa y revisada publicada por G. E. Stechert en 1899 bajo el titulo de Star Names and Their Meanings y el segundo se publicó por vez primera en 1912. Parecen libros clave que me han permitido: encargar nuevos libros más cercanos a las fuentes y tomar conciencia de mi ignorancia y de la magnitud y vastedad de la investigación que estoy tratando de realizar. El de las estrellas y su significado en relación con su primigenio sentido religioso, fue asunto principal en la antigüedad preclásica y bastante más extendido de lo que se piensa. No estoy preparado, todavía al menos, para realizar una exposición erudita y atinada del mismo; sin embargo, puedo ir estudiando el problema al tiempo que voy descodificando nuevos grupos, tiempo habrá de dar cuenta ordenada de la investigación bibliográfica, entretanto, huyendo de elucubraciones elaboradas, la transcripción literal de párrafos, y la aceptación provisional, de escritos que necesitan el refrendo y soporte de sus fuentes históricas iniciales, permite imaginar la lógica del cromlech pirenaico y con ella dar interpretación cabal a más de un grupo de cromlech.

En primer lugar parece que en aquella época, nació el «tal como arriba abajo» que por sí solo da sentido al cromlech para más tarde llegar a ser una de las claves del hermetismo. Algunos ríos fueron considerados como homólogos terrestres de la celeste Vía Láctea siendo innumerables las referencias bibliográficas de este hecho. Si los Nilo, Éufrates, Araxes, etc., entre otros muchos estuvieron relacionados con la Vía Láctea, no parece descabellado tratar de encontrar aquí correspondencia similar. La Vía Láctea tuvo nombres descriptivos en ocasiones fantasiosos desde el comienzo de los tiempos, Anaxágoras —550 a. C.— y Arato la conocieron como Gala —‘leche’—, Eratóstenes como Kuklos galaktikos —Círculo Galáctico. Históricamente, antes de los griegos, se encuentran nombres descriptivos simples que parecen tener mayor sentido pirenaico: Río celeste. Entre los árabes simplemente Al Nahr —‘El Río’—; los hebreos, le llamaron Nehar di Nur —Río de Luz—; en Judea fue Aroch; en Armenia y Siria, Arocea, que no es una palabra de diccionario sino derivada de Aruhah —Faja Larga, aplicada a esta larga banda de luz—; en China y en Japón fue Tien Ho —‘Río Celeste y ‘Río de Plata’—. Simplifico, pero en el Pirineo, las ideas sencillas son las que encuentran mejor encaje, unas con otras. Al río Bidasoa hoy le traduce el diccionario directamente: 1. ‘corriente’, ‘riachuelo’ 2. ‘afluente de río’, que no convencen, denominar al Bidasoa ‘riachuelo’ parece una de las tantas fechorías semánticas cometidas por el hombre al cambiar la escala de valores en uso. Si la historia que parece insinuar el cromlech fuese cierta parece calcada de la, digamos simplificando de momento, babilónica; entonces, me gusta en lugar de Bidasoa, Bide-zoar = ‘camino brillante o resplandeciente’ que tiene aceptable parangón con la Vía Láctea en una toponimia que intuyo y busco celeste.

Araxes y Ararat —¿transformado aquí ahora en Aralar?—, junto con otros topónimos cuya presenta-ción se pospone, dan pie a pensar donde pudieron estar los orígenes de la religión celeste reflejada en el cromlech que, a lo que parece, fue ¿importada-exportada?, atendiendo en primer lugar a semejanzas geográficas, en cuyo caso diría que la interpretación del paisaje, puesto que permanece aceptablemente como estaba, es la mejor carta con la que contamos para descodificar el cromlech, seguido: de los restos que nos quedan de los monumentos; de un estudio profundo de la literatura clásica y de las religiones orientales —de Babilonia y Egipto, principalmente— y, en último lugar, del repaso de la escurridiza y poco fiable toponimia que nos queda.

Estás en el hoy difuso Agiña con tan peregrinos pensamientos y te vienen a la memoria otros grupos bien conservados que, en definitiva, ponen igual énfasis parcial que Agiña I en la puerta septentrional de la eclíptica al cruce por la Vía Láctea, emplazada entre Tauro-Auriga y los Gemelos, allí donde hemos visto que Gilbert con otros y de otros dice se producía el ‘apretón de manos de Orión’. En cualquier caso parece que nos encontramos ante la representación de las dos puertas de acceso de las almas a las estrellas. «La puerta meridional estaba cerca de la cola de Sagitario y la septentrional en Géminis...» hemos copiado dentro del presente apartado. Añado por mi cuenta que gustaba situar las puertas realzadas por montañas señeras. Vuelvo a la interpretación entendiendo que en esta historia, amén de subjetividades varias se encuentran hechos objetivos palmarios que son los que justamente me empujan a meterme donde nadie me llama.

(Se dejan los párrafos anteriores, por coherencia personal y por mantener lo leído y pensado en las fechas en que se escribieron. Ahora bien, los escritos clásicos, principalmente, “El sueño de Escipión” de Cicerón y los “Comentarios al sueño de Escipión de Cicerón” obra de Macrobio, son suficientes, sin añadidos de autores tildados de esotéricos, para demostrar las creencias que tenían en la antigüedad sobre la bajada y subida de las almas de los hombres de los cielos, al nacer y al morir. Existen al respecto dos teorías superpuestas, una de ellas dice que las almas bajaban y ascendían a los cielos por los tramos de la eclíptica que cruzan la Vía Láctea, de Tauro a los Gemelos en la bajada y del Escorpión a Sagitario en la ascensión, la otra, más concreta dice que la bajada se producía por Cáncer y la ascensión por Capricornio, ambos puntos solsticiales de le época, eso escribe Macrobio, después de suponer que tanto Cáncer como Capricornio están en la Vía Láctea. No obstante, el asunto en el cromlech pirenaico es importante, puesto que justifica de forma fehaciente el porqué de numerosos grupos. Con posterioridad a este escrito, se ha tratado en lugares diversos, entre otros Okabe.
Desconocemos, si en el cromlech pirenaico las almas que bajaban y subían al cielo por estas puertas, concretadas tanto en el cromlech pirenaico con variantes, o en Macrobio en Cáncer —bajada— y Capricornio —subida—, eran para todos, o sólo para los elegidos como escribe Cicerón en el “Sueño de Escipión” en su pequeña joya literaria que narra en “Sobre la República” (VI 9-29), bellamente glosada en 1519 por nuestro Juan Luis Vives en su: 'Sueño al margen del ‘Sueño de Escipión'. Obras todas, cromlech pirenaico incluido, que se refieren al destino de las almas de los hombre justos y virtuosos, que, en nuestra cultura, autores de reconocida excelencia como, entre otros, los citados, han ido conformando y expresando de manera sublime, mostrando la evolución de una idea que el mudo y olvidado cromlech dejó grabada en la montaña pirenaica, referida, en este caso, al mayor anhelo del hombre evolucionado: la inmortalidad del alma. Idea que repiten de formas diferentes, las posteriores religiones reveladas.)

Para cerrar aquí el apartado sobre las puertas de subida y bajada de las almas al cielo, tratando de acercarme someramente a las creencias de la época, recurro a la autoridad, una vez más a Franz Cumont en Astrology and Religion among de Greeks and Romans,—1912— de donde, entre muchos párrafos ilustrativos —en realidad el libro entero no tiene desperdicio—, aparto los siguientes:

Pagina XXIII: «Nuestro objetivo en este curso de lecturas se limitará a mostrar como la astrología oriental y el culto a las estrellas transformó las creencias del mundo grecolatino, que en períodos diferentes la siempre creciente fuerza de su influencia y por su mediación establecieron un culto sideral en el Oeste que fue la cumbre del antiguo paganismo.»

Pagina 2: «Solamente, el país natal de la ‘mitología astral’ debe buscarse, no a orillas del Nilo sino del Éufrates.»

Pagina 4: «Ello facilita —se refiere a la concepción astral del universo— la clave de interpretación de Homero así como de la Biblia. En particular, todo el Antiguo Testamento estaría aclarado por una serie de mitos siderales. Los patriarcas son ‘personificaciones del sol y de la luna,’ y las tradiciones de los Libros Sagrados son ‘variaciones de ciertos temas’, cuyo significado real se encuentra solamente cuando son transferidos a los fenómenos celestes.»

Pagina 16: «Ellos creían que en los complicados dibujos de las estrellas que brillaban en la noche, podrían reconocer formas fantásticas de monstruos polimorfos, de objetos extraños, de animales sagrados, de personajes imaginarios —alguno de los cuales todavía figura en nuestros mapas celestes.»

Pagina 17: «El firmamento fue de ese modo incesante escena de combates, alianzas, y amores, y este maravilloso espectáculo dio vida a una mitología exuberante en la cual aparecieron, sin someterse a ninguna ley sino a sus propias pasiones, todos los héroes de la fábula, todos los animales de la creación, todos los fantasmas de la imaginación.»

Página 24: «Las nuevas doctrinas fueron reconciliadas o combinadas con los viejos credos colocando la morada de los dioses entre las estrellas o identificándolos con éstas.»

Página 36: «Nuestro interés se limita a un punto particular, a saber, cuándo y cómo el semítico culto a las estrellas vino a modificar las antiguas creencias de los helenos.
Todo culto sideral, propiamente llamado, fue originariamente extranjero tanto de los griegos como de los romanos—»

Página 183: «2. Esto nos trae una segunda cuestión que nos hemos formulado nosotros mismos: ¿Cómo suben las almas hacia las estrellas?
Puede decirse que originariamente usaban todo tipo de locomoción: ascendían a los cielos a pie, a caballo, en carruajes y todavía tenían el recurso de volar. Entre los antiguos egipcios el firmamento fue concebido estando tan cerca de las montañas de la tierra que era posible subir a él con la ayuda de una escalera.
[...] La idea que el divino cochero conduce un carro a través de los campos del cielo existía desde muy lejanos tiempos en Siria así como en Babilonia, Persia y Grecia. Los caballos y carro de fuego que llevaron al profeta Elías en un torbellino, son muy probablemente los caballos y el carro del sol.
[...] Finalmente, hay una ampliamente extendida creencia de origen sirio que las almas vuelan a los cielos en la espalda de un águila. De acuerdo con la historia, Etana en Babilonia, como Ganimedes en Grecia, fueron portados de esta manera.»

Página 201: «La doctrina de la inmortalidad sideral es ciertamente la más elevada que la antigüedad concibió. Fue en esta forma definitiva que el paganismo se paró. Esta creencia no desapareció posteriormente con él; y todavía después de que las estrellas han sido desposeídas de su divinidad, sobrevive en alguna extensión la teología que la creó. [...] En general las almas continúan siendo representadas pasando a través de las esferas de los cielos en orden a alcanzar la morada del Más Alto. ¿Puedo recordarles que el Dante fue todavía inspirado por estas antiquísimas concepciones astrológicas?»

Termino copiando, al omnipresente y personalmente preferido heterónimo de Fernando Pessoa, Al-berto Caeiro, de Poemas Inconjuntos:

«Siempre que pienso una cosa la traiciono.
Sólo teniéndola ante mí debo pensar en ella.
No pensando, sino viendo.
No con el pensamiento, sino con los ojos.
Una cosa que es visible existe para verse,
y lo que existe para los ojos no tiene que existir para el [pensamiento;
sólo existe verdaderamente para el pensamiento y no
[para los ojos.
Miro, y las cosas existen.
Pienso y existo sólo yo.»

Dejadas las puertas de las almas, que como veremos hemos adscrito a los dólmenes del lugar. Recordando el verso de Caeiro arriba citado: “Una cosa que es visible existe para verse,…”

Estoy huyendo desde el primer día de imaginarme cosas respecto al cromlech, además, no hace falta, afloran demasiados datos objetivos y repetidos para no tener que entrar en figuraciones. Además como dice Caeiro: “Una cosa que es visible existe para verse,…” Y, en Agiña añado, como en casi todos los emplazamientos de cromlechs, al margen de los círculos, hay mucho visible. El problema es que se tarda, se tarda en ver, se tarda en ver cuanto hicieron e imaginaron otros. He estado torpe, años y años sobre el terreno, sin ser capaz de advertir qué buscaban o querían representar. ¡Pero, hombre! Si sabías que trataban de astronomía y su más fiable aparato de medición eran los accidentes del terreno.

En Agiña en general, resulta obvio que la presencia y posición tanto del Pico de Orhi como de las Peñas de Aia no son gratuitas sino que el emplazamiento de los cromlech fue elegido en función de la posición y orientación de estas montañas. No es fácil imaginar, habida cuenta de las creencias que imperaban en la época, muestra de las cuales se ha copiado en párrafos anteriores, una explicación coherente, para los dólmenes existentes en sitios que, como los ocupados en Gerasunko Ataka o Agiña, otra que verlos como planetas, de lo cual se deduce que su representación terrestre les sitúa en un tramo de la eclíptica al cruzar la Vía Láctea o cercanos a él.

De momento, después de estudiar los grupos sobre el terreno y la bibliografía existente, se piensa, entre dudas que persisten, que las representaciones que realizaron en los ejes 60º-240º y 120º-300º de la cruz de San Andrés, al margen del carácter religioso que puedan tener, se pueden interpretar como de calendario. Así se deduce, de la vista y observación de los ejes: Loizate a Txindoki —60º-240º que veremos más tarde y Pico de Orhi-Peñas de Aia —120º-300º— que inspiró la creación de los grupos de cromlechs pirenaicos de Agiña. Ambos, además, señalan límites geográficos, en coordenadas que forman sistema y nos llevan a nuevos puntos cruciales, en el primer caso, desde Txindoki por el lado de los 240º hasta el túnel de San Adrián y monte Aratz desde donde se pueden razonar, nuevas desviaciones y posibles intencionalidades físicas, topográfico-geográficas que apuntan a ordenamientos y creencias primigenias, y, por el lado de de Loizata y los 60º a Atxuria o Peña Plata, donde en el hoy llamado collado de Ibañeta, el paso del tiempo deshace un grupo de hermosos cromlechs que apuntan en su silencio a las dos puertas de paso de las almas; entre tanto, cerca, en Zugarramurdi ha cuajado y se celebra una popular leyenda de brujas. De igual forma el eje Pico de Orhi- Peñas de Aia —120º-300º— jugando con la luna y el sol solsticiales, además de con Sirio y Antares, se prolonga del lado de Peñas de Aia, al golfo de Vizcaya o de Gascuña, y de la parte del Pico de Orhi hasta el Valle de Hecho, donde vuelve a renacer el cromlech, en un eje, que de una u otra forma, parece tener origen, digamos simplificando, mesopotámico, y en el que, antes que la astronomía greco-romana, late el reflejo de las Tablas Mul-Apin y asoman conocimientos nacidos en Mesopotamia, como iremos viendo y exponiendo.

Por entonces, el eje 120º-300º, era uno de los dos ejes solsticiales: a 120º, por Capricornio y Pico de Orhi, salía el sol en el solsticio de invierno, para acostarse a 240º, extremo de ocaso de invierno del otro eje solsticial, 60º-240º, del que se hablará al llegar el ejemplo práctico relacionado con Txindoki. En este eje, 120º-300º, Pico de Orhi-Peñas de Aia, el sol, desde Agiña, se ponía en Peñas de Aia al filo de los 300º en el solsticio de verano y la luna salía a 120º en el solsticio de invierno, en tanto que en los solsticios opuestos ocurría lo contrario. Como en el cromlech pirenaico, representaban principalmente, en todos los grupos, estrellas, y el brillo del sol impide su visión diurna, en grupos de numerosos círculos pensamos, que las representaciones se produjeron tras una observación estelar nocturna, prácticamente de forma general. Razón por la que imaginamos los Agiña a partir de la caída del sol por Peñas de Aia.

Las observaciones con el sol naciente, y las crepusculares, no se hacen ni pueden hacerse con el sol todavía en el horizonte puesto que su luminosidad esconde y perturba la de las estrellas y el resto de los astros. En la práctica de hoy, se suelen tener en cuenta tres tipos de crepúsculos: 1- El civil que sitúa al sol, tanto al amanecer como al atardecer a – 6º bajo el horizonte, con cuyo criterio se ven sin problemas en el horizonte a estrellas de 1ª magnitud y a planetas; con este sol en las ciudades no se requiere luz artificial. 2- El náutico, que emplaza al sol a –12º bajo el horizonte, que permiten reconocer, en el cielo estrellado crepuscular, las estrellas náuticas de 1º y 2º magnitud, las principales constelaciones y ver el límite del horizonte marino. 3- El astronómico sitúa el sol bajo el horizonte, tanto al amanecer como al atardecer a –18º, en ocasiones se tiene en cuenta una altura bajo el horizonte todavía mayor como garantía de que el sol no interfiere en observaciones astronómicas precisas. En latitudes intermedias como la nuestra, un valor común del crepúsculo civil es de media hora.

En los libros de astronomía en los que se explica los diferentes movimientos de la luna y el sol ya sean diarios, mensuales, anuales, etc., rara vez se omite un dibujo lineal, al menos con las líneas que representan a la cruz de San Andrés, acompañados de leyendas iguales o similares a las añadidas a la fotografía de Olañeta del crismón de la Ermita de San Martín, sita en Riglos (Huesca), Figura 1, copiada, poco más adelante, del magnifico y bien instrumentado Catálogo de crismones de la www.claustro.com de los que se hablará en el capítulo dedicado a Religión.

Se ha considerado que tanto el eje, Orhi-Aia —120º-300º—, de luna creciente —uskaro en acadio—, como el propio triángulo de la luna creciente, Orhi-Aia-Txindoki, merecen empezar a explicarse tanto desde su significado primigenio como desde de su posterior evolución dentro del cristianismo, comenzando en una de sus vigas maestras: Agiña —situada al pie de Peñas de Aya a las que considero, el núcleo del cromlech pirenaico—, cuyo desvaído estado actual no hace olvidar su importancia, significado y posición geográfica privilegiada, para ayudar a percibir y comprender el muy particular ‘triángulo de la luna creciente’, capaz de demostrar por sí solo el carácter astronómico del cromlech pirenaico. El hombre supo ver en el caos geográfico, eligiendo entre sus montañas singulares, mudos y evidentes mojones que subrayaban los movimientos de los astros y las efemérides que más le interesaban, pero, al mismo tiempo, fue capaz de resaltar con los nombres que pusieron a muchos de los hitos elegidos, de emplazar los monumentos junto a ellos, hasta dejar visibles a la posterioridad tanto sus observaciones y conocimientos astronómicos como algunas de las creencias que con tanta imaginación como riesgo, dedujeron de aquéllos. Para coincidir con ellos en lo acertado de sus observaciones a ojo desnudo, nos basta con salir al campo a contemplarlas, de ellas se apropió, como procedía cuando eran acertadas, la ciencia por derecho y después, la religión al sesgo. Algunas de estas creencias religiosas antiguas, sus fechas y alguna costumbre, se hilvanaron, a veces con variantes, en nuevas religiones y persisten en nuestros días más o menos modificadas. De otras, se hicieron eco escritores y poetas que todavía podemos leer y citar.

Figura 1, crismón Ermita San Martín de Riglos y leyenda en los ejes solsticiales

No se debe comenzar a contar los sucesos que acaecen en el eje Orhi-Aia, ni los plasmados en Agiña, ni en el eje Orhi-Aia, sin antes dar un toque previo, si bien somero, a la luna y sus movimientos. Personalmente, cuando tengo alguna falta de comprensión con la luna o sus movimientos, vuelvo a dar un repaso a Astronomy and Imagination de Norman Davidson; su Capítulo 6, dedicado a la luna, pp. 67-86, es muy esclarecedor para los contempladores aficionados. En la p. 69, dice: “La destacada importancia de la luna en todas las culturas desde los primeros tiempos hasta el presente es indudable, ésta pudiera ser el objeto más observado del cielo. De hecho los movimientos de la luna, si son considerados al detalle, son altamente complicados y se debe decir que llevaría, a un buen matemático, toda una vida el detectar y comprender todos ellos.” En la p. 68 del mismo libro, Davidson, vuelve, sin proponérselo, a realizar un nuevo acercamiento a los motivos que inspiraron la elección del eje Orhi-Aia: “De interés principal, en los primeros tiempos, y todavía hoy en algunas religiones, puede calificarse a la primera aparición de la luna creciente a la puesta del sol —Davidson presenta una figura para clarificar su afirmación, mientras que aquí, ampliando la información, se presenta, más abajo el mapa estelar 1, con la intención añadida de comenzar a justificar el significado de los cromlechs de Agiña. Para los babilonios esta aparición señalaba no sólo el comienzo del mes sino también el del día. Hoy el calendario islámico está basado todavía en la observación de la luna creciente al atardecer. Sol y luna están ambos acostándose cuando están en el horizonte oeste —en nuestro caso, Peñas de Aia—, y como la luna creciente es entonces tan fina y delgada, para estar visible, requiere que el sol haya perdido iluminación acostándose antes. Así se ve la primera luna creciente del mes antes de su desaparición bajo el horizonte. Pero la luna sigue su camino hacia el este gracias a su propio movimiento, día a día, más rápida que el sol, así la noche siguiente la luna creciente estará más alta y visible y tardará más tiempo en ponerse.”… En fin, la luna, como es bien sabido, engaña, sobre todo al aficionado, confieso que escribir sobre ella me produce cierta desazón, no me encuentro capacitado. El propio Norman Davidson en otro libro posterior: Sky Phenomena (A guide to naked-eye obsevavaton of the stars) Lindisfarme Press, dedica otro capítulo a la luna, el 4º, pp. 42-53, y casi abre el capitulo con el punto de vista expuesto sobre la alteración de las fases de la luna de noche a noche, y le da una visión complementaria. En definitiva, se pretende decir que ¡ojo! con la luna y el sol al estudiar el cromlech pirenaico, y que parece conveniente estudiarlos con la ayuda de diferentes autores y puntos de vista. Recomendación, que hará sonreír a los astrofísicos que hace años llevan metidos en estos menesteres con otro bagaje cultural de precisión apabullante, tienen razón a la hora de sacar decimales e introducir acertadas correcciones, pero…, además, previamente hace falta leer el paisaje con ojos de ayer, y eso, eso es otra cosa, que, por supuesto, no sé. En realidad, me dirijo a contempladores andariegos que, con el tiempo llevan el paisaje tan bien puesto y encajado como la mochila, lo sienten, le quitan y ponen estrellas según la época y terminan por hacerse las preguntas adecuadas, tras darle mil vueltas, por ejemplo, a los ejes de la cruz de San Andrés, con la torpeza del que no sabe pero quiere comprender, al menos, un poco; aunque terminen pensando, tras ¿imaginarios? destellos: ¡Menuda niebla!

“La razón de la volubilidad de la luna es la de su falta de independencia, al menos en lo concerniente a la luz que se apoya en la iluminación del sol. …Cualquier estudio de sus siluetas y movimientos de la luna, debe incluir al sol del que deriva su luz.” Obviedad que vuelve a exponer Davidson en la p. 42 del segundo libro citado. Al igual que obvio es, para quien ve estos asuntos con ojos de aprendiz torpe, la utilidad nemotécnica del crismón de la fotografía ya presentada de Olañeta, sito en la Ermita de San Martín de Riglos, incluidas las bien conocidas leyendas que acompañan a los extremos de los ejes de la Cruz de San Andrés. En él todo es mollar, conceptualmente este tipo de crismón, de seis brazos separados por 60º con otro más corto que hace un guiño al eje E-O, es el que tiene mejor encaje con el cromlech pirenaico y los ciclos soli-lunares, su significado y el de su entorno. Omitiendo, el carácter y significado cristiano del mismo que se expondrá en otro capítulo, desde un punto de vista astral-pirenaico, el significado de sus letras iniciales, con la ayuda de los alfabetos griego y latino, parece coherente. Las α y ω de la parte superior se corresponden con el comienzo de los ciclos diario, mensual y anual, según los datos que tomaron o tomemos en cuenta. En este caso, estos ciclos tuvieron que ser lunares puesto que la α, está situada al oeste, como corresponde a quienes comenzaban sus ciclos con la luna al atardecer en el solsticio de verano. La ω significaría el final del ciclo de tiempo que se pretendiera representar, es decir, el año, día, etc.

Figura estelar nº 1

Opinión sobre el significado de los monumentos de Agiña
Al conjunto de Agiña no se le evalúa ni encuentra significado, como a tantos otros grupos, intentando adivinar las medidas y características de todos sus círculos y testigos, se trata de algo más general, más sutil, más vasto y grandioso, por ejemplo de una de las posiciones punteras del ‘Camino de la luna’, del ‘Charran o Charranu Sin’, siendo Sin el dios luna, —de práctica equivalencia al solar zodíaco, pero con mayor número de casas o mansiones, como les llamaban a los hoy signos—, del que volvemos a ver el contrapunto yendo hacia el sur, en Loizateko Soroa, referenciado en Txindoki, que, una vez más, da explicación palmaria a supuestos lingüísticos que permanecían en nebulosa, como sucede en la prolongación amplia, garbosa, camino del Pico de Orhi, hasta el Valle de Hecho,  donde existe el mayor, en número, grupo de cromlechs que conozco, le llaman, la ‘Corona de los muertos’, siendo con bastante probabilidad ‘Corona de las Lunas’, en él se encuentra el ‘Charranu Sin’ prácticamente al completo. Hechos que vienen a confirmar que el cromlech, debido principalmente a su deterioro físico y a olvidos programados, es conveniente contemplarlo desde el cielo —como hizo Etana a lomos de águila con la tierra, narración épica cuya más completa versión, al decir de Wayne Horowitz en Mesopamian cosmic geography p.44, es de procedencia neo-asiria—, manera que permite entrar en la verdadera dimensión del cromlech tanto topográfica como geográfica y olvidar las faltas y deterioros ostensibles en los monumentos. Ambas topografía y geografía, salvo pequeñas modificaciones, como por ejemplo algunos bosques, permanecen intactas permitiendo trabajar sobre base firme y aclarar el significado de alguna creencia de la época y de bastantes topónimos. La propuesta, en cuanto a los primeros conocimientos que adquirieron de topografía y geografía los constructores del cromlech, históricamente, se encuentra en Los vuelos de Etana y el Águila a los cielos pp. 43-66, de la obra que se viene de citar. Para conocer mejor la totalidad de la zona ocupada por el cromlech, imitando metafóricamente los sueños de Etana nos lleva a subir, no a lomos de águila sino a golpe de bota o de ratón sobre mapa de Google u otros, a Peñas de Aia y mirar hacia la costa norte, camino de la desembocadura del Garona en el estuario de la Gironde, limitado al norte por la Santonge, y, luego hacia el oeste hacia Santander poseedora también de su Santoña particular. Igualmente, desde Aia lucen Orhi y Txindoki, poseedores de vistas en orientaciones que invitan a pausadas reflexiones, de las que algunas se han ido mostrando, al hilo de esta historia, libres y en el orden que han querido, tal como lo hicieron desde la sierra de Peña Labra mirando hacia la mar siguiendo, más o menos, las líneas de la Cruz de San Andrés hacia el NO y el macizo oriental, Ándara, de Picos de Europa, que en el origen no se debieron de llamar de Europa, aunque si quedó, como poco, diría que con razón, Andara, y hacia el NE, según gustos, aunque siempre en dirección del Cantábrico, Santoña…, pero, aunque las cerezas se engarcen, continuamos en Agiña, tras sólo retener, desde las alturas de Etana sobre la tierra del cromlech, que la zona de Aia y aledaños apuntan ser núcleo y uno de los extremos —en cruz de San Andrés como era de esperar—, del cromlech pirenaico. Fue naciendo el conocimiento, de este tipo de observaciones, torpe y desgalichado, mezclando cosas que en teoría no sabemos, buscando semejanzas inconexas, hasta lograr analogías que pueden significar algo o nada, para al final decirte: es un triángulo y le llamaban…  Pero, bueno, y qué. No sé; sin embargo, en ocasiones, se van encontrando analogías coherentes, tanto que se pueden unir como si se tratase de un puzle ¿Serán parte incipiente, del conocimiento del cromlech?

Los Agiña I, II, III y IV, como todo el cromlech pirenaico, su estudio concreto y cualquier observación estelar, se adaptan con dificultades, a ser representados por una sola foto fija tomada en un instante preciso, tal es el caso de la figura presentada. En la noche, las estrellas, según su posición, aunque todas se encuentran en constante movimiento siguen su propio camino. Este hecho, ya señalado en otras ocasiones, hace que cada grupo de cromlechs, represente una secuencia estelar, más que un instante preciso, aunque con cierta frecuencia, la secuencia apunta a un hecho concreto, en el caso de Agiña, al señalamiento del solsticio de verano, donde el sol se levantaba a unos 60º por Cáncer y se acostaba por igual constelación a unos 300º y Peñas de Aia. Al tiempo de ponerse el sol en Peñas, al otro extremo del eje, en Orhi, estaba situado Capricornio, esta efeméride muestra al sur de Cáncer a Capricornio toda la eclíptica, el Camino de la luna por entonces, en una de sus más bellas posiciones,  de Cáncer a Capricornio, ambos inclusive, 7 signos zodiacales o 7 casas de la Luna, coincidiendo las divisiones en este tramo de la eclíptica, cosa que no ocurre en otras zonas que, según autores, hacen subir el número casas de la luna hasta 17 o 18. Esta zona de la eclíptica visible entre Orhi y Aia, resume a la mayor parte de las estrellas que pudieron estar representadas en los Agiña, visto como conjunto.

Agiña I




También llamado, en otros escritos, Agiña Norte. En este trabajo se ha incluido en él al dolmen del lugar, por entender que conceptualmente forma parte del grupo.

El mapa de la figura estelar nº 1 está orientado al norte; debido a que, para interpretar más fácilmente Agiña 1, es mejor contemplar la eclíptica mirando al sur, por tanto, el oeste de la figura 1 esta situado a la derecha. El croquis del grupo, como todos los correspondientes al conjunto de Agiña se encuentra, al comienzo del capítulo.

El mal estado de Agiña I, el grupo más nutrido de los cuatro Agiña, no impide, adivinar con cierta seguridad y coherencia, el significado del conjunto en general. La geografía, la topografía, y la relación de los accidentes del terreno dominantes, Peñas de Aia a la cabeza, de este grupo de cromlechs con los que en ringlera orientada N-S, le siguen hasta Loizate para, entre otras cosas, dar nombre a Txindoki, invitan a desarrollar razonadamente no sólo el significado de estos grupos sino el del cromlech en general. Da igual que aparezcan nuevos círculos. Este hecho pueden hacer errar la precisión del detalle e incluso mostrar una interpretación diferente, pero la intencionalidad conjunta, continuará siendo astronómica y de significado similar.

Tabla 1

Estrella Acimut Altura
Luna  294º 30’ +03º 46’
Sol 313º 21’ -07º 26’
β de Capricornio 125º 58’ +08º 29’
θ de Capricornio 121º 47’ -01º 14’
σ de Sagitario 148º 26’ +15º 33’
α del Escorpión 180º 08’ +30º 16’
α de Libra 208º 34 +40º 14’
α del Boyero 253º 39’ +66º 44’
α de la Virgen 235º 11’ +35º 44’
α de Hydra 277º 01’ -06º 55’
α de Leo 289º 15’ +12º 01’
δ de Cáncer 305º 23’ -01º 10’
η de Osa Mayor 329º 41’ +62º 45’

α del Águila

90º 16’

+09º 03’
α del Can Menor 245º 54’ 0º 14’
ε de Pegaso 93º 49’ +04º 53’

ζ Vir mag. 3,37

241º 12’

+45º 33’
β Crv mag. 2,59 259º 05’ +62º 16’
γ Vir mag. 3,65 253º 06’ +35º 47’
λ Vir mag. 4,52 219º 14’ +40º 19’
kappaVir mag. 4,19 222º 47’ +42º 31’
θ Vir mag. 4,38 243º 14’ +37º 48’
'fi' Vir mag. 4,79 243º 32’ +32º 15’

Se viene de, antes de argumentar significados, mostrar la tabla 1, procedente del mapa de la Figura estelar nº 1. Conviene dar cuenta de los datos y medios utilizados. En primer lugar, ambos, mapa y tabla, se ha confeccionado con el programa “Cartes du Ciel”, v 2.7, de Patrick Chevalley, http://www.astrosurf.com/astropc, fecha de la observación: año 682 a.C., el 21 de jun., a las 20 h. y 35 m., coordenadas del observatorio, Agiña I, latitud: 43º 15’ 59” N; longitud: +01º 55’ 41”; altitud: 555 m. La proyección es cenital, y el origen del acimut: 0 = N, las líneas acimutales se han situado separadas por 30º. La posición del sol de -07º 26’ bajo el horizonte, acabado el horizonte civil y comenzado el náutico, indica que se pretende realizar las mediciones, entrada la noche con el fin de ver todas las estrellas, al tratarse de la noche más corta del año —8h 36m— según el programa utilizado, con el amanecer a las 4h 23m y la puesta del sol a las 19h 47m. Se encuentran siete constelaciones zodiacales  visibles y, a cada hora y poco, saldrá un signo del zodíaco por el horizonte oeste.

Las coordenadas de la tabla, corresponden a la posición de los astros citados en la columna iz-quierda.

Se han elegido el mapa y la carta presentados por entender que los grupos de Agiña, emplazados al pie de Peñas de Aia, configura uno de los extremos del eje de la cruz de San Andrés: Pico de Orhi-Peñas de Aia, 120º-300º. La cruz de San Andrés, está formada por el cruce de los ejes: 60-240 grados y 120-300 grados —Orhi-Aia—, parece constituir uno de los elementos claves de la astronomía pirenaica y, como se refleja en las leyendas de la fotografía del crismón de la página 11, sus extremos, en nuestra latitud, indicaban las posiciones salida —60º— y ocaso —300º— de más al norte del sol, en el solsticio de verano, cuando su recorrido sobre la tierra, en nuestra latitud, es más largo y de más al sur en el de invierno —120º para la salida y 240º en el ocaso—, y, al revés con referencia a la luna. Estas orientaciones, de forma un tanto analógica, aunque suficiente para las observaciones a ojo desnudo, pero sin la precisión que hoy suministra la astronomía matemática, las tuvieron en cuenta a la hora de situar los cromlechs sobre el terreno y de conformar su sistema de coordenadas. Los ejes que conforman la cruz de San Andrés no se pueden entender exactamente como ejes solsticiales puesto que, cada uno aún siendo de salida y puesta, éstas no se corresponden al mismo solsticio, como se dice en las leyendas del crismón que en este escrito precede al mapa estelar nº 1, los extremos del norte, corresponden a la salida del sol—60º— y a su puesta —300º—, ambas en su punto de más al norte en el solsticio de verano, hecho que hace el día más largo del año; en cambio, en el solsticio de invierno el sol, sale y se pone por sus puntos de más al sur 120º y 240º, respectivamente. En el transcurso del año el sol nace por el horizonte este, decimos, pero no se trata de un punto fijo, sino del arco 60º-120º que describe el sol a su salida en el horizonte entre los solsticios: sube durante el solsticio de invierno, 3 meses, al equinoccio de primavera de 120º a 90º; de éste, en otros 3 meses, sigue más el norte hasta llegar en su salida en el solsticio de verano 60º, para en estos extremos dar el giro solsticial hacia el sur; luego, en su camino hacia el sur realizará sus salida a los 90º en el equinoccio de otoño, y, por fin, de éste bajará de nuevo hasta los 120º en los que se produce el giro del solsticio de invierno cerrando el ciclo anual. Las puestas se producen de 240º a 300º. En la mitad de cada mes, los días 15 en Mesopotamia, al acostarse el sol en oposición por el horizonte oeste, se producía y tenían en cuenta la luna llena, que nacía a 180º de donde se encontraba el sol.

En Mesopotamia, el mes empezaba con la primera aparición de la luna creciente —llamada habi-tualmente luna nueva, aunque a lo largo del trabajo con frecuencia, al tratarse de la primera aparición de la luna creciente, se le llama así, fruto en parte de las traducciones encontradas en los diccionarios de lenguas mesopotámicas— justo después de la puesta del sol por el horizonte oeste. Hoy se define a la luna nueva como la fase de la luna en la que ésta se halla más cerca del sol, a la puesta de éste, vista en el cielo tal como se ve desde la tierra. El mapa de la figura 1, procede de un tanteo realizado con ánimo de dar representación gráfica a esta definición, no se ha tenido en cuenta, la fecha con la que habitualmente trabajamos, hacia el 600 a.C. por entender que se trata de la aproximada del nacimiento del cromlech pirenaico y de las religiones astrales, en ella la puesta del sol en el solsticio de invierno se situaba prácticamente en los Gemelos, en cambio utilizando el 682 a.C., como se presenta en el Mapa 1 y la tabla correspondiente, debido a la precesión de los equinoccios se acerca más a Cáncer, constelación zodiacal que ha servido de referencia histórica con Capricornio de los puntos solsticiales, a astronomías espaciadas en el tiempo como las de Mesopotamia, Pirineo, Grecia o Roma, para que dichos puntos fuesen los reales y precisos en cada tiempo y lugar, sin embargo, parece verosímil que su vigencia práctica y poética se prolongase más de lo que hace suponer la precesión de los equinoccios, debido a que el paso del tiempo y el desplazamiento hacia el oeste y el norte de las nuevas astronomías de referencia, compensaron en alguna medida la precesión, permitiendo continuar en las constelaciones zodiacales, digamos históricas más tiempo que el real, los puntos solsticiales y equinocciales, y con ellos, conservar la utilidad de documentos históricos como, por ejemplo las tablas Mul-Apin, ‘Trabajos y días’ de Hesíodo y los ‘Comentarios al sueño de Escipión de Cicerón’ de Macrobio, o, incrustado, entre las Tablas Mul-Apin, la obra de Arato, y el resto, y, sobre todo, el cromlech pirenaico, el gran desconocido de la cultura de Occidente. El gran mudo que, procediendo técnicamente de Mesopotamia, antecede y se leen en él y sus tierras, pasajes de los citados autores que, debieron de pertenecer al acervo astronómico popular de la época en el mundo conocido por entonces, tal como narraron Hesíodo o, en otra órbita, Macrobio. De otro lado, no es descartable, que el cromlech, en líneas generales, se construyese, en fecha más cercana al 700 a.C. que al 600 a.C., comprobación que necesitaría estudios astronómicos, más precisos y con más medios que los udilizados, que, calificaría más bien de cualitativos que de cuantitativos.
Con estas consideraciones, se han listado en la Tabla 1 de la página anterior, diferentes posiciones astrales obtenidas con el programa, ya citado, Cartes du Ciel. Se han utilizado coordenadas altacimutales u horizontales, por entender que tuvieron que ser de entre las primeras en percibirse por el observador de entonces, son topocéntricas, es decir, que el centro de la observación lo marca la posición del observador en su terreno, con la referencia del horizonte salpicado por los accidentes topográficos que conoce. Se ha medido el acimut desde el norte hacia el este, como es habitual para el hemisferio norte en los diversos software de astronomía. La altura o elevación se mide suponiendo 0º en el horizonte y 90º en el cenit, la figura da idea clara de cuanto se viene de decir:


En la lista de la tabla citada, se indican el acimut y la altura o elevación a la que se encuentran los astros que se indican por considerarlos implicados en la efeméride astronómica que los constructores del cromlech pirenaico, pretendieron reflejar. Los astros, como sabemos, respecto al observador, tienen un comportamiento totalmente diferente al de un accidente de terreno, éste desde un punto de vista determinado, se encuentran fijo, es decir que, mirados desde el mismo lugar, a pesar del paso del tiempo, siempre los encontramos en igual orientación y altura. No ocurre igual, como vimos en el apartado: movimiento de las estrellas, o se puede leer en cualquier manual de introducción a la astronomía. La principal característica de las estrellas o de los astros en general, para el observador fijo es la de su permanente movimiento, dando lugar al conocimiento de la existencia de ciclos que nos permiten medir el tiempo: diurno, mensual, entre estaciones, anual, etc.

Resumiendo, se ha supuesto que la efeméride astronómica y la secuencia estelar correspondiente a los Agiña en general, parte del solsticio de verano, sugerido por el eje Peñas de Aia-Pico de Orhi, 300º-120º, en el que solo hay una posible orientación de puesta del sol, los 300º en los que se encuentran las Peñas de Aia, correspondientes a la puesta del astro en el solsticio de verano, después de haber salido a 60º, en otro de los extremos del, digamos, segundo eje de la cruz de San Andrés. La intencionalidad de haber señalado este eje y la advertencia del mismo por los constructores del cromlech, a pesar de la falta de memoria histórica del tiempo, que termina por convertirse en nuestros olvidos, no ofrecen lugar a dudas. La figura estelar nº 1 da pie a la obtención de la Tabla 1, y constituye una foto fija ilustrativa de la secuencia estelar desarrollada en el eje Orhi-Aia, con Capricornio en Orhi y Cáncer, mirando desde el propio eje, en Aia, la instantánea indica el atardecer cuando el sol ya se había puesto y se encontraba a -7º 26’ bajo el horizonte a 313º 21’, acabado por tanto de dejar el crepúsculo civil y recién comenzado el náutico —explicado en la página anterior a la fotografía del crismón de Olañeta—, es decir, viéndose ya las estrellas que conformarán el firmamento nocturno, posibilitando la observación de las estrellas. La luna, como señalan la figura estelar 1 e indica la tabla 1, se encontraba a 294º30’ y +03º46’, iluminada en un 0,038, ‘luna creciente’ —‘uskaro’, como se interpretará en detalle en el capítulo dedicado a lenguas—, en tanteo realizado para obtener sobre el papel, las posiciones que se han mostrado anteriormente, en consonancia con esquemas realizados, entre otros, por Norman Davidson, referidas a la luna creciente. La Figura estelar 1, se ha orientado para mejor captar la posición de la eclíptica que, en definitiva, es el escenario donde se desarrolla toda la acción de los Agiña, tanto la legible en sus hoy deslavazados o perdidos círculos, como en cuanto sin fantasear puede inspirar el paisaje del lugar. El alineamiento: Orhi-Millagate-Okabe-Sohandi-Adartza-Auza, éste último con los cromlech pirenaicos de Elorrieta en uno de sus collados, y, por fin, con los, como los de Agiña, de Peñas de Aia, certifican, entre singularidades del terreno y grupos de cromlech pirenaicos ubicados en dichas montañas y lugares o a sus pies, la evidente intención de los interpretes del paisaje y constructores de sus cromlech, de plasmar las efemérides que deseaban, calcando a su manera el dictado de los cielos en la tierra que pisaban. Digamos que, como era obligado, lo hicieron de forma simple, la sola posible en su época, y, tal vez, en ésta. Advertida ya la cruz de San Andrés, con sus puntos, de salida y puesta del sol, solsticiales, ¿cómo pudieron dejar constancia de sus observaciones y correspondencia sobre el terreno? Al menos de dos formas simples: señalando la posición de la eclíptica con claridad, la figura estelar 1, lo hace de forma meridiana, de Orhi a Aia, el primero coronado por Capricornio y las segundas por Cáncer, ambos, en este caso al atardecer, situándose, entre los dos signos zodiacales, en ringlera, unas mirando al sur y las otras siguiendo la eclíptica hacia el norte, estrellas de la entidad e historicidad de σ Sag, α Sco, α Lib, α Vir y α Leo pertenecientes a 5 constelaciones zodiacales que sumadas a las dos, además, solsticiales, Cáncer y Capricornio, situadas en los horizontes de Aia y Orhi respectivamente, totalizan 7 constelaciones consecutivas zodiacales visibles en el firmamento. Y, bueno, los círculos podrán encontrarse en mal estado, implicando la presentación de croquis aleatorios, hecho que en modo alguno debe de servir como excusa para una mala interpretación de la idea general,  que permanece fiel a los métodos más utilizados en la representación de cromlech: la tendencia a la utilización de alineamientos que, además, de poder representar otras ideas, servía, tanto para mostrar la aparición de estrellas en ringlera como para hacer de heraldo cada una de la siguiente y para medir tiempos, entre el paso de cada una de ellas por su culminación sur. Buen ejemplo, como se aprecia en el croquis de Agiña I y en el Mapa estelar 1  que nos ocupan, pudiera ser el de los círculos: 10, α del Escorpión; 9, α de Libra; 4, α de la Virgen y 3, γ de la Virgen, que nos muestra sobre el suelo el alineamiento celeste y las distancias entre las estrellas mencionadas, supuestas y medidas, con aceptable precisión, por la existencia de testigos diferenciados al sur de prácticamente todos los círculos citados, hecho que facilitaba la medición del paso por el meridiano superior, momento que podía indicar espacios de tiempo, e indica que, en la mayor parte de los círculos, la observación se estudia mejor mirando al sur.

Interpretación
Después de dar muchas vueltas al cordal entre crónlech, creo que todo él, y el alineamiento que hacia el sur sigue hasta Loizateko Soroa, fue construido siguiendo criterios predeterminados y repetidos. En los Agiña como conjunto parece que, al margen de lo que hoy se puede intuir en cada grupo, comenzaron representando en el dolmen de Agiña I situado por el lado de Capricornio, un planeta que dejaba sus almas sobre el Pico de Orhi y Capricornio para que ascendiesen a los cielos. En tanto que al sur del conjunto, en Agiña IV, situaron otro planeta, en el lado de Cáncer, que dejaba las almas de los recién nacidos en Peñas de Aia. A pesar del estado de indefinición actual de sus monumentos, Agiña I, tiene ciertos testigos en los cromlechs de sus extremos, números 3 y 10, que inducen a pensar que se trata de elementos fiables para iniciar una investigación coherente; aunque al final, ésta no dé soluciones concluyentes, sí pudieran ser aproximadas. En primer lugar, una vez más, parece que nos encontramos ante la representación de un alineamiento tanto del conjunto de grupos como de cromlech dentro del grupo que estamos tratando.

En el cromlech 10, destaca sin discusión un testigo a 120° que se prolonga en arco con otros potentes hasta los 160°. De otra parte, en el cromlech 3 dominan los testigos situados, formando puerta hacia Peñas de Aia entre 298 y 314 grados, y en el 4, son dignos de señalarse al menos dos testigos orientados mirando a dichas Peñas.

Al estar la piedra de mayor entidad del grupo a 120° —círculo 10—, alineada con Orhi, formando parte de un arco que continúa hasta los 160°, parece lógico pensar que, imitando a otros lugares en el concepto, al moverse la estrella representada por dicho cromlech se sucediese en sincronía, la secuencia que al NO deberían de protagonizar estrellas que se ponen simultáneamente por ese cuadrante y Peñas de Aia. Y, como siempre, no hay mucho donde elegir para reflejar la idea pero demasiado destrozo para realizar un acierto pleno. Estrellas de entidad que fueron repetidas en otros lugares a su paso por esos grados cercanas al horizonte, en este caso el Pico de Orhi, de verdad de verdad, sólo hay dos, Sirio y Antares, situadas en extremos opuestos de la Vía Láctea. El orto de la primera lleva parejo en numerosos emplazamientos la sincronía del ocaso del Cisne, pero al círculo 10 le falta diámetro para representar a Sirio, motivo por el que se prefiere a Antares. Sirio en el 600 a.C., fecha en la que se viene realizando el trabajo, en líneas generales, salía a 113º 50’ y Antares a 112º 57’, ambas por tanto cruzaban el Pico de Orhi —120º—, si bien en fechas opuestas, asunto que se ha tratado en otras ocasiones y en el que ahora que estamos, principalmente, con la luna y el sol, no parece pertinente desarrollar. El paseo de Antares de 120 a 160 grados desde su salida poco antes del Pico de Orhi, presidiendo el Escorpión, es sincrónico con otras estrellas que se esconden, simultáneamente por Peñas de Aia y aledaños, en el lado opuesto del firmamento: Perseo, Tauro, Auriga, los Gemelos y Cáncer, cruce de la eclíptica con la Vía Láctea en sus posiciones de más al norte, en la zona que parece fue la puerta septentrional de bajada de las almas desde la Vía Láctea de los hombres al nacer. Observación ésta que estamos viendo representada repetidamente en el cromlech pirenaico y que cuenta, como se repite con frecuencia, con amplio soporte y bibliografía en los autores clásicos. Con dos versiones algo dispares, las que propugnaban que la bajada y subida de las almas se realizaba en estos cruces de la eclíptica por la Vía Láctea y quienes afirmaban que se realizaban en los puntos solsticiales de la época: Cáncer y Capricornio.

Con Antares en el círculo 10 es obligado recordar, cuando menos, a otro grupo del eje N-S, Aia-Loizate, Gerasunko Ataka —¿Gera Suge, el advenimiento de la Serpiente? —, donde Antares con más gente se alzaba sobre un elevado Mendaur.

En cuanto al paisaje que enmarca los cromlech representados en Agiña, Peñas de Aia y sus aledaños, son adecuados para señalar las estrellas de ocaso noroeste, incluyendo la luna y el sol solsticiales, así como el Pico de Orhi lo es para las de salida.

Condición sine qua non para interpretar un grupo de cromlech, como es obvio y se ha repetido en numerosas ocasiones, es la de realizar un levantamiento topográfico preciso del grupo, sin él no cabe sino callarse. Con ánimo de aclarar el último croquis revisado el 12/04/96, fui a Agiña el 15/01/98 llevando también el croquis de Luis Del Barrio publicado en Munibe. Situé definitivamente los testigos de algún cromlech, detecté algún círculo nuevo y comprobé la práctica imposibilidad de definir fiablemente los círculos señalados en el croquis con línea discontinua, e incluso fui incapaz de fijar la zona de ciertos círculos que intuye Del Barrio. Lo más concluyente de la visita que fue repetida al día siguiente y el 1/02/98, fue la obtención del convencimiento de que el dolmen de Agiña, citado en el estudio de Del Barrio y situado a unos 80 metros y 214° del crónlech 4, conceptualmente pertenece al grupo de cromlechs en estudio. El citado dolmen tiene la cista orientada a 120°, dirección que vuelve a estar señalada por unas piedras que se encuentran en la periferia del túmulo del mismo por esos grados y va a parar — aquí quería llegar— a un Pico de Orhi que destaca singularizado y recortado por el paisaje en la línea de horizonte que baja del Auza. Un Orhi neto, blanco, esos días, y piramidal siempre, que recuerda al que se ve desde Okabe. No quiero todavía, lo hago un poco más adelante de la mano de escritos ajenos, desenmarañar el posible significado de semejante pirámide, buena parte del año, blanca por la nieve dando vida al paisaje; no obstante, afirmo sin temor a equivocarme que en ese sincronismo celeste de estrellas y astros —sol y luna solsticiales en el eje 120º-300º de Orhi a Aia— que nacen y se acuestan en montañas señeras, en este caso Orhi y Antares al orto y la ringlera que se ha citado y concretará al poco tragadas en su ocaso por Peñas Aia, radica una de las esencias del cromlech pirenaico; al igual que, en su día, en Pagolletako Gaña, vimos nacer a Sirio en Orhi mientras Altair se iba por Izarraitz y Alkaid η de la Osa Mayor giraba sobre Peñas de Aia, mientras que el sol del solsticio de verano hacía su salida helíaca por el trabajado y pulido testigo de los 60º de Sirio —nada nuevo, repitieron forma de testigo y grados en los Sirio de Olegi y el de Eskeriturritako Gaina.

( Estas observaciones y todas las que se vienen haciendo o se harán en el futuro, nos llevan a insistir una vez más, elevándolas a la categoría de incuestionables, debido a su insistente repetición sobre el terreno, en la afirmación de dos hechos fundamentales para comenzar a entender y, luego, sumergirse en el cromlech pirenaico:

1- El diámetro de los círculos es proporcional al brillo de la estrella que representan, aunque esta correspondencia, atañe más bien a los grupos en sí mismos que al cromlech visto como un todo.

 2- El porte, tamaño, situación y orientación de los testigos dentro de los círculos y respecto al paisaje, no fueron puestos aleatoriamente, son fundamentales para leer el cromlech pirenaico.

Es obvio que con excesiva frecuencia resulta no sólo difícil sino imposible definir, dado su estado, la posición y diámetro de muchos círculos y desaparecidos testigos, más teniendo en cuenta que jamás hemos realizado la más mínima excavación, sin embargo, resultan tan imprescindibles para leer el cromlech, al margen de su ocasional carácter funerario, como el conocimiento o suposición de las letras desaparecidas o deterioradas en un escrito cuyo significado deseamos conocer. Estas afirmaciones escuetas y subrayadas pretenden salir al paso, frontalmente, sin ambages, de las solapadas suposiciones, dudas y silencios mostrados sobre estos hechos por algunos investigadores. Leer el cromlech, repetimos, es como intentar leer un viejo manuscrito, en el que muchas de sus letras están incompletas, medio borradas o desaparecidas por hongos, deterioro o roturas del soporte, en resumen, por el tiempo; sin embargo, si pretendemos entender su significado original, deberemos intentar interpretar los caracteres transcritos y visibles sobre la tierra, que, en el caso del cromlech, las características principales a tener en cuenta, parecen ser tres:

 1- Diámetro de los círculos. 2- Testigos importantes y posición de los mismos. 3- Posición, dentro del grupo, de unos círculos respecto a otros, obtenida tras suponer el centro de los círculos y medir distancias y orientaciones entre ellos.

 Intentar interpretar el cromlech sin aceptar o dudando de estas premisas, es pretender comprender un escrito, poniendo en tela de juicio no sólo el alfabeto en el que está escrito sino la mera posibilidad de su existencia. A quienes a estas alturas, han visitado cientos de grupos de cromlechs y han escavado alguna docena, publicado, además, sus hallazgos que no discuto y aplaudo, a la hora de interpretar el cromlech, al margen del ya sabido y ocasional carácter funerario, no tengo nada nuevo que decir sino aceptan previamente, como suyas, estas premisas.)

Con las tablas y programas existentes hoy, vemos que las diferencias de paso por su culminación sur, en el 682 a.C. en el que se ha realizado la Figura estelar 1, son de: 1h 22m entre α del Escorpión y α de Libra; 1h 22m entre α Libra y α Virgo —entre ellas culmina la alfa del Boyero, Arturo a las 18h 50m, a 23m de haberlo hecho α Libra y 59m de α Virgo—. En el dibujo correspondiente a Agiña I, vemos que los círculos 4, identificado con α Vir y 9, con α Lib, cuentan o contaban —en el último croquis dado por bueno el 12/04/96 realizado con datos tomados en compañía de Luis Millán,  situé definitivamente los testigos de algún cromlech, detectamos algún, tal vez hipotético círculo nuevo y comprobé la práctica imposibilidad de definir fiablemente los círculos señalados en el croquis con línea discontinua, siendo incapaz de localizar la totalidad de ciertos círculos descritos por Del Barrio. Lo más concluyente de la visita, repetida el 1/02/98, fue la obtención del convencimiento de que el dolmen de Agiña, citado en el estudio de Del Barrio y situado a unos 80 metros y 214° del crónlech 4, como apuntan los datos publicados por este investigador y se observa sobre el terreno, conceptualmente pertenece al grupo de crónlechs en estudio. Con posterioridad, una nueva visita el 12-07-2012, sirvió para confirmar el deterioro sufrido en los últimos años por los monumentos del lugar. El grupo I, está, todavía más desfigurado por los trabajos forestales realizados sobre él en los últimos años, no vale la pena mentar los cambios ni, menos intentar realizar un nuevo croquis que, necesariamente, estaría más alejado de la realidad que los que se presentan fechados en 1998. El grupo II, está aceptablemente reconocible en sus tres círculos del N, el del S: Arturo, como se argumentará más adelante, se hallaba cubierto por helechos, árgomas y espinos, que hicieron imposible repasar la posición de alguno de sus testigos de buen porte; pero, a costa de algún arañazo, se llega a localizar el círculo que, sin duda, hoy en día es el de mayor entidad de los grupos de Agiña, la maleza lo tapa por completo en verano, y, probablemente, protege. A los cromlechs en general, los aficionados al menos, los apreciamos mejor en invierno, después de alguna helada y nevada que aplastan la maleza, además, las luces son más tendidas y facilitan la visión de los monumentos. De los grupos III y IV, mejor callar sobre su estado actual y tratar de recordar lo visto y dibujado en 1998 e intentar suponer con aquella información pasada su significado astral.

Hoy, manteniendo, a Antares, en su sitio original, incluso dando por bueno el diámetro dado al círculo 10 en su día, en desacuerdo con el supuesto por algún otro investigador. Se ha modificado el criterio de búsqueda, del significado de los círculos, mirando hacia otras efemérides del firmamento, ciñéndonos más hacia la escala de valores que parece tuvieron y, de acuerdo con ella ¿qué pudieron querer plasmar en primer lugar? Y, en primer lugar, resulta imposible eludir en semejante eje 120º-300º, Orhi-Peñas de Aia: la salida y puesta de las dos mayores luminarias siempre tenidas en cuenta por los humanos, el sol y la luna, máxime si estaban situados, con la pequeña variación debida a la precesión de los equinoccios, en puntos de retorno anual, en los solsticios. En Peñas de Aia, en el solsticio de verano, el sol a su puesta ya no sube más al norte y comienza su retorno hacia el sur camino del equinoccio de otoño, por contra con la puesta de la luna sucede lo mismo, llegada a Peñas de Aia gira hacia el sur, pero en el solsticio de verano. En Orhi a 120º, el sol sale en el solsticio de invierno y la luna en el de verano, ambos en su punto más al sur. Pero no estamos ahora en el Pico de Orhi y aledaños sino en Peñas de Aia y los suyos.

Para empezar y como inicio de la interpretación de los círculos de Agiña I, se arriesga la siguiente interpretación:    

* ¿Círculo? 0: Mirador sobre Peñas de Aia.
* Círculo 1: ¿ β del Cuervo, de magnitud 2,65?
* Círculo 2: ¿'psi' de la Virgen, de magnitud 4,79?
* Círculo 3: Porrima, γ de la Virgen, de magnitud 3,65.
* Círculo 4: Spica, α de la Virgen, de magnitud, 0,98.
* Círculo 5: ¿ θ de la Virgen, de magnitud 4,38?
* Círculo 6: ζ de la Virgen, de magnitud 3, 37.
* Círculo 7: ¿ κ de la Virgen, de magnitud 4,19?
* Círculo 8: ¿lambda de la Virgen, de magnitud 4,52?
* Círculo 9: α de Libra de magnitud 2,75.
* Círculo 10: Antares, α del Escorpión, de magnitud 0,96.

Dicho lo cual, conviene hacer una crítica general de la interpretación expuesta. En esta historia se pueden estar dando informaciones eruditas durante muchas páginas pero al final hay que dar opinión escueta, razonada y precisa, de las estrellas representadas en los cromlechs previamente definidos y numerados. Es más, en este juego, la concreción, junto al significado de la misma, es lo único que cuenta. A la hora de interpretar, el estado de los círculos es muy importante, aunque, apelar a su mal estado y dar una solución equivocada, no es cabal, entre otras cosas, por la existencia de elementos, otros al cromlech, como el paisaje que permiten, con tiento, adentrarse en la mente de sus constructores. Es la ventaja de las ciencias: una vez desvelados en buena medida sus principios, se pueden resolver los problemas. Aunque, cómo ocurre con los pasatiempos, no siempre salen.

En primer lugar, se cita al que se ha denominado círculo 0 y mirador, lo mismo podríamos llamarle observatorio, púlpito, etc., además, no es exactamente un círculo sino una especie de plataforma realizada en parte sobre un afloramiento rocoso del terreno, cuya zona NO, que da a Peñas Aia, está constituida por unas piedras de consideración, con aspecto de testigos que, por su forma, parecen tallados o, al menos, retocados por la mano del hombre. Además, todavía hoy pueden servir para observar las secuencias y efemérides astrales que ocurren en el límite celeste de Peñas de Aia y, sobre todo, observar las estrellas que se ponen, en  su cercano horizonte pétreo; ahora bien, que con ese ánimo pudo ser construido el mirador, tanto para seguir las ocultaciones del sol y  la luna y las estrellas, como para observar la salida por las peñas de algunos planetas que circulasen por la eclíptica en diversas épocas, entre las que se encuentra el solsticio de verano, es una posibilidad verosímil  sin por ello dejar de ser una hipótesis de trabajo.

Las orientaciones hacia Peñas de Aia tomadas desde el centro del crónlech 3 de Agiña I, fueron:
•    A Errenga, 252°.
•    A Aritxulegi, 287°.
•    A la zona que podría estimarse que comienzan las Peñas de Aia propiamente dichas, 295°.
•    A las rocas que anteceden a la peña principal, 303°.
•    Al final de la cresta de Peñas de Aia que se muestra solapada con un cordal lateral del Risco de San Antón, 321°.
•    Al Risco de San Antón, 324°. Un poco a su derecha hay una explanada a 330° y se puede estimar que unas rocas lo terminan a 335°.
•    El Norte preciso se centra en una corta loma.

Estas cifras dan idea de la idoneidad de emplazamiento que las muy cercanas Peñas de Aia, tienen para ir siguiendo la puesta del sol hasta alcanzar su punto de ocultación de más al norte —aunque ¡ojo! el sol y la luna no están visibles desde Agiña en el mapa estelar y tabla presentados, en la instantánea captada el sol ya esta bajo el horizonte y la luna creciente sólo está a 3º sobre el horizonte, desde Agiña sólo se puede observar el devenir de la secuencia, para ver el sol y la luna en esos momentos, se debe subir a Peñas de Aia—, y calcular fielmente con su ayuda, el solsticio de verano e, incluso, con la colaboración de la luna los días 15 de cada mes, los años que esta lucía llena, en oposición a su salida encima de Orhi. Cada 19 años se repetían en igual sitio las fases de la luna en los mismos días del mismo mes, hecho que hacia el 432 a.C. observó el griego Metón dando a conocer el ciclo, ya conocido en mesopotamía, al que se llamó  metónico. De otra parte, mirando hacia Peñas de Aia desde Agiña, se podría observar: el paulatino acercamiento del sol hacia su punto de puesta de más al norte y su giro de vuelta al sur, camino del equinoccio de otoño, coincidiendo con el solsticio de verano; la secuencia de puesta de buena parte de las estrellas implicadas en las efemérides representadas en los grupos de Agiña; las diferencias de tiempos de puesta y de paso por su punto de culminación al sur, entre estrellas; la salida del planeta representado en Agiña IV, etc. Muestran de nuevo que, el conocimiento y significado completo del cromlech, no puede obtenerse de la sola arqueología. Ésta deja sin posible explicación: la razón de los límites del cromlech; su emplazamiento; el porqué de los alineamientos de ciertos grupos y de la existencia de testigos diferenciados en algunos los círculos; la unidad espacial y geométrica del cromlech; la falta de simetría y la variedad de diámetros de los círculos dentro de un mismo grupo, impensable en caso de ser únicamente enterramientos; su querencia por las cumbres; el misterio de la conservación de tanto grupo —faltan muchos, principalmente por destrozos ocurridos en los últimos tiempos a pesar de la buena voluntad de instituciones, profesionales y aficionados. Sin embargo, todavía quedan grupos suficientes, para retejer su bien guardado, pero visible, secreto. Y, se podría afirmar que, desvelado éste, comenzaríamos a cuidar y mirar estos monumentos con el respeto que merecen, ayudando y fortaleciendo su conservación.

Estudiando detenidamente el terreno y los círculos, el discutible dibujo, el mapa celeste y la tabla salidos del programa Cartes du Ciel, la primera observación destacable que se debe hacer es que el dibujo del grupo, al menos en los círculos tenidos en cuenta —aunque, probablemente, una excavación arqueológica realizada de la forma que se hizo, por ejemplo, la de Arihouat, daría una idea más ajustada de lo que fue el grupo en su totalidad—, se realizó mirando al sur. Visto de esta manera, de izquierda a derecha, se observa un alineamiento que se considera la clave estelar del grupo, cuyos círculos alineados, subrayados en la interpretación ya expuesta, son los siguientes: nº 10, Antares, α del Escorpión; nº 9, Zubenelgenubi, α de Libra; nº 4, Spica, α de la Virgen; nº 3, Porrima, γ de la Virgen, y con la duda que abriga la actual definición del círculo nº 10, Antares, hoy está en el mismo caso, el minúsculo círculo nº 8, λ de la Virgen, se pueden considerar enfilados. Todos alineados, en calco de sus estrellas representadas, en la eclíptica, en el Charranu Sin —Camino de la luna ‘dios luna’—, o en el Charranu Samash, —Camino del sol, ‘dios sol’. Ni los, cada vez más alicaídos testigos, ni la carta estelar mienten, se trata, de un alineamiento de estrellas situadas en ringlera en el ‘Camino de la luna’ de las tablas Mul-Apin, cuya línea central puede considerarse, modernamente, la eclíptica. Además, guardan muy bien en tierra la correspondencia con las distancias celestes reales, incluido el pequeño, como corresponde a su muy modesta magnitud, círculo nº 8, situado entre Zubenelgenubi y Spica.

Al margen de las cuatro estrellas, cuyos círculos se vienen de numerar en negrita, al igual que el difícil de definir, círculo nº 8, se ha estimado que todas ellas estaban en la eclíptica o en sus proximidades, como bien se aprecia en el ‘Figura estelar 1’. El resto de los círculos, los números 5, 6 y 7, pertenecen a estrellas que se hallaban al N de la eclíptica y, los 1 y 2 se encontraban al S de ésta, sin olvidar en ningún momento que estaban mirando el firmamento hacia el sur, elección adecuada puesto que las estrellas representadas, están situadas alrededor de unos 40º de altitud, es decir que podían verlas sin tener que levantar excesivamente la cabeza; sin embargo esta forma de observación hace, con respecto a si mirasen al norte, que las estrellas que podamos mirar en un carta o en un planisferio estelares,  sobre la tierra de Agiña se encuentran invertidas, es decir que las de la derecha y Este las encontramos, a la izquierda y Oeste y viceversa, y las del norte y arriba, abajo y al sur, y viceversa. Hacerse cargo de este punto es muy importante, para comenzar a sentirse inmerso en el cromlech y su territorio.

La línea N-S, vista mirando al sur, que incluye Spica, circulo 4, con el 6 arriba, ζ de la Virgen y el 1, β del Cuervo, abajo, parecen una prolongación de la conocida ringlera de estrellas que continúa sirviendo a los aficionados a la astronomía para encontrar con rapidez a Spica, es decir el arco: ε, ζ, y η de la Osa Mayor; Arturo, α del Boyero y Spica, α de la Virgen. Arco histórico que, en su parte norte, veremos en Agiña II, y aquí en Agiña I se completa por el extremo de Spica con α Vir al norte de la eclíptica y β Cor al sur de ésta. Una explicación de haber llegado el señalamiento del arqueado alineamiento hasta del Cuervo, pudiera ser, la de que hace unos 2000 años —según Richard Hinckley Allen en Star Names, Their Lore and Meaning p.179 — dicha estrella, como las Alfard y Enif que veremos, vimos en realidad, en el primer trabajo, en el eje N-S Peñas de Aia-Loizate, como el eje Proción-Altair y otras, fueron estrellas que señalaron el Ecuador Celeste de su época por su cercanía a él. Éste círculo por el que, indudablemente, se interesaron, conocieron y dejaron constancia en nuestro paisaje, allá por el primer milenio a.C., los constructores del cromlech, antes de que griegos y romanos expresasen lo mismo por escrito y en bellas palabras.
La interpretación del grupo avanzada y concretada en el cuadro anterior, y razonada a continuación, pertenece a parte de la representación de la eclíptica, en su día ‘Camino de la luna’, que se extendía del Pico de Orhi a Peñas de Aia, cuya culminación tuvo que ser la posición vespertina de Capricornio en Orhi y la de Cáncer, a la puesta del sol en su punto de más al norte, en Peñas de Aia señalando el solsticio de Verano, al tiempo que la luna creciente —uskaro, en acadio— hacia su primera aparición, tal y cómo refleja la Figura estelar nº 1  y, también, como se ha citado a continuación, de Norman Davidson. La Figura estelar nº 1, se ha realizado con datos del 21 junio del 682 a.C., mediante tanteos, a fin de hacer coincidir sobre la zona de Peñas de Aia, vistas desde Agiña la caída del sol solsticial con la ‘uskaro o uskaru’, luna creciente, mediante diversos tanteos realizados con ayuda del ciclo metónico de 19 años. La precisión puede parecer dudosa y, en efecto, lo sería si estuviésemos tratando de descubrir con exactitud la época de construcción de los monumentos o, incluso, la identificación de cada uno de los círculos de Agiña. No hay tal. Se trata de un aficionado que pretende encontrar con cierta aproximación y facilidad, la esencia del significado del cromlech pirenaico partiendo de los datos que suministra el terreno y los monumentos remanentes, en su deteriorado estado actual. El eje Orhi- Aya, solsticial en estado puro en la época de construcción del cromlech, fue referencia que hoy puede considerarse una de las mejores claves hacia el origen y conocimiento del primer milenio a.C. Entiendo, además, que su conjunto forman un grupo de signos dispersos pero sólidos que pueden relacionarse con ayuda de disciplinas científicas y viejas palabras que persisten intactas en la toponimia, de lenguas anatolias —por decir algo con palabra de lego que se ampliará en el capítulo correspondiente con iguales limitaciones— hasta hacerse una idea aproximada y poco fantasiosa de las intenciones y sentires de aquellos primitivos investigadores de cuanto les rodeaba.

Hace unos años, bastantes, en el Agiña que interprete por entonces, me centraba en equiparar los cromlech existentes con sus respectivas estrellas. Ahora en este repaso final, en el que los días caen mansos pero como si fuesen siglos, me gusta mirar más largo, los círculos y su significado individual persisten, sin embargo, tras su visible telón de fondo, aparecen intangibles las ideas que los inspiraron y los deseos de ordenar éstas con ánimo de conocer el más allá de lo oculto. Lo todavía intangible. Lo de arriba, donde continúan mirando todas las religiones desde, digamos, los sumerios, al igual que los nuevos estudiosos y heraldos de lo desconocido, con sus telescopios, satélites y nuevas teorías, que hacen olvidar sin desbaratar en su parte técnica las viejas, todavía visibles en Agiña, investigadores que, cuando lleguen donde pretenden, no habrán llegado al fin, pero habrán descubierto nuevos horizontes que nuevas gentes querrán alcanzar, tras ‘finisterres’ que sabemos no existieron e ignoramos si existirán. Cosas. El caso es que Peñas de Aia es un buen punto de acceso al pasado. No será el único, pero, bueno es bueno, y, como buen punto de acceso es concreto y cuenta con innumerables enlaces. Peñas de Aia en el cromlech pirenaico. Tela. 

Dolmen de Agiña


Luis del Barrio en su estudio Catálogo y Cartografía de las estaciones megalíticas de Goizueta-Artikutza-Aranaz y Agiña-Lesaka (Navarra), Munibe 41, 1989, describe este dolmen: “Dolmen (Fig.3). Túmulo rebajado y prácticamente desaparecido. Cámara compuesta en la actualidad por cuatro bloques de granito que dibujan un recinto rectangular abierto al ESE. Depresión en lo que constituye la cámara, de 1.20 m. por 1.00 m. y 0.30 m. de profundidad. Orientación 120º. Túmulo formado por pequeños bloques de granito y tierra. Materiales del terreno.”
La orientación de 120º, es la del pico de Orhi y Capricornio a la puesta de Cáncer en Peñas de Aya en el solsticio de verano, que da pie a numerosas observaciones y elucubraciones, como se viene apuntando, que pueden ser: astronómicas, asuntos de calendario, de intercalación periódica de espacios de tiempo para sincronizar los calendarios lunar y solar, de religión al emerger y ponerse ciertos planetas ¿portadores de almas? por Peñas de Aia y Pico de Orhi. Este último supuesto, el de asociar, este tipo de dólmenes, situados en emplazamientos de cruce de la eclíptica en la Vía Láctea, zona de subida de las almas al nacer y al morir, cuentan con antecedentes históricos como ya se ha dicho, y su representación es repetida en numerosos lugares, parece el motivo del dolmen de Agiña.

Agiña II




Por el resto de los Agiña, de ser posible, me gustaría pasar de puntillas y en silencio sin decir nada. Aunque, me parece que, en cualquier caso, a pesar de los deterioros, ausencias y transformaciones caprichosas, todavía se puede leer en astral, y como lo de arriba abajo que transmite el cromlech pirenaico en su conjunto, esencia de su modelo celeste, que permanece, aun mutilada, enmarcada en el paisaje del lugar.

Conservación: mala, decimos todos. Sin embargo,  más vale centrarse en los círculos que restan, tratando de obtener, como en el grupo anterior, alguna equiparación precisa e incuestionable de cromlechs y estrellas, que puedan aportar cualquier idea de conjunto que sirva para acercarse a un posible significado coherente del grupo, desde un punto de vista astronómico y de Agiña como un todo.

En Agiña II, a duras penas han quedado cuatro círculos reseñables que soportan ser llevados, como se muestra en el croquis del grupo, sobre el papel. Destacamos, al norte del mismo, 3 círculos que, del 1 al 3, N-S, según el estudio de Luis Del Barrio tienen respectivamente: 5; 5,4 y 6 m. Más al sur, se encuentra un cuarto círculo de mayor potencia en sus testigos y unos 8 m. de diámetro como suele corresponder a la representación de una estrella de primera magnitud. Desde un comienzo, siguiendo o iniciando, según el punto de vista, la secuencia iniciada en Agiña I, se atribuyeron los tres primeros círculos a las tres estrellas de la Osa Mayor que adelantadas al carro, con cierta frecuencia se asocian a los bueyes que lo conducen, de igual forma que el cuarto cromlech, de 8 metros de diámetro, que les sigue camino del sur y de Spica ya en la eclíptica, se puede considerar que se encuentra en el lugar correspondiente a Arturo, el Guardián de las Osas y α de la constelación del Boyero, que, históricamente ha solido ser utilizado con la ayuda de las tres estrellas representadas de la Osa Mayor, para hacer de indicador en la búsqueda celeste de Spica por los contempladores a ojo desnudo, realidad que se aprecia con facilidad en la Figura estelar nº 1. 
Se ha estimado que el momento en que cobra vida el grupo que nos ocupa forma parte de la se-cuencia iniciada en el grupo anterior, por tanto, las coordenadas celestes que justifican los testigos y círculos ahora en estudio pueden entresacarse de la tabla nº 1 mostrada anteriormente, sus estrellas correspondientes sugieren la solución:

* Círculo 1: Alioth, ε de la Osa Mayor, de magnitud 1,7-1,8.
* Círculo 2: Mizar, ζ de la Osa Mayor, de magnitud 2,3.
* Círculo 3: Alkaid, η de la Osa Mayor, de magnitud 1,9.
* Círculo 4: Arturo, α del Boyero, de magnitud -0,04.

Sin hablar todavía de los testigos, la geometría real del grupo con respecto a la interpretación, es correcta; sin embargo, el diámetro adjudicado al círculo 1 en relación con la magnitud de su estrella representada y las encarnadas en los círculos 2 y 3, es insuficiente para la magnitud actual de la estrella, Y, pocas razones podemos aducir para encontrar una explicación a esta anomalía, en el supuesto de que hilasen tan fino en materia de magnitudes: ¿fue Allioth por entonces menos brillante?, ¿el mal estado del círculo a propiciado una incorrecta definición de su diámetro inicial?, ¿…? No se puede saber, pero la situación del grupo y de los testigos principales residuales, dan coherencia a la solución apuntada. Para describirlas debemos volver sobre el terreno y sobre la Figura estelar nº 1 presentada que nos informan con claridad gráfica de la correcta similitud geométrica entre los círculos de Agiña II y las equiparaciones celestes supuestas.

En Agiña II, la referencia al norte es palmaria. Arranca del rellano donde se encuentran los tres primeros cromlechs y en esa dirección asciende cerca de 10° por una loma que culmina en el alto que, siguiendo igual dirección, nos conduce al dolmen y grupo de Agiña I. El claro y preciso alineamiento de los cuatro Agiña y de los monumentos que los forman, en dirección N-S, teniendo en cuenta que en realidad siguieron igual orientación hasta los grupos de Iraingo Ataka y Loizateko Soroa, en la secuencia que refleja la lista de la p. 1 del capítulo, invita a pensar en que en general aplicaron algunas constantes dando unidad, en aras a la expresión de una idea, al conjunto de grupos de este eje. En este sentido, una de las constantes pudiera ser el señalamiento del norte, siempre en relación con la eclíptica, que resulta evidente, tanto en lo geográfico —Peñas de Aia y Risco de San Antón— como en lo estelar donde las referencias a la Osa Mayor y algún otro grupo del norte, parecen obvias desde Gerasunko Ataka, Baraxar-Pagoxar, los Izurrizti, los Pagolleta, Enobieta y, ahora aquí, en Agiña II, donde la observación de la loma norte y la propia disposición de los tres primeros círculos, insinúan estrellas de los, en ocasiones, llamados bueyes la Osa Mayor. De una Osa Mayor que de pretender armonizarla con todos los Agiña debe imaginarse situada al NO del Polo de la época como si estuviese colgada de Arturo que hacia el sur apuntaba en la eclíptica tanto a Spica como a α Libra. Esta referencia norte es simultánea, en numerosos grupos de cromlechs que a la par narran su propia efeméride, así lo vemos: justo en Millagate donde al salir Sirio y estar en el firmamento soportando los Tres Reyes de Orión, vemos a la Gran Osa primorosamente enmarcada por la línea del collado norte contra el cielo, dando fin a la culminación inferior; repitiendo la historia de Pagolletako Gaña, aquí con la referencia de Peñas de Aia, como en Izurrizti, etc. Se pueden seguir ambas efemérides, rodar de la Gran Osa alrededor del Polo en relación con las diferentes fases de la secuencia que puede representar Arturo en Agiña II, es evidente, diría que incluso las siguieron; pero, entiendo, que en Agiña II, pretendieron únicamente representarla en función de la posición de Arturo dado su evidente emplazamiento entre Spica y Zubenelgenubi, la ‘garra del sur’. Es preciso reconocer que la Gran Osa, si no se pretendiese realzar nada más, estaría mejor enmarcada pegada al terreno que allá arriba en las alturas del firmamento, hecho que obliga a pensar que, preferentemente, pretendieron resaltar algo que sin ser ajeno a la Osa Mayor, no pasaba de ser parte de la secuencia que se plasma entre los cuatro grupos de Agiña.

En consecuencia, parece correcto pensar que nos encontramos, una vez más, no ante una foto fija sino ante una secuencia que sincronizan a la perfección, círculos y testigos. No es cuestión de transcribir la tabla de “Cartes du Ciel”, pero con α del Boyero —Arturo—, ¡ojo! De otra historia, pero esta estrella encabeza la lista de las ‘estrellas ziqpu’, Astral Sciences in Mesopotamia, Hunger & Pingree, pp. 84-94, entre otras entradas y con ella en el zenit y 180º parece escrito el grupo—. En definitiva, da la impresión que en los Agiña continuaron plasmando la constante más claramente manifestada en el crónlech pirenaico: la representación de alineamientos tanto geográficos como astronómicos. Aquí, del geográfico en el eje N-S ya se ha hablado y parece asunto incuestionable; con parecida rotundidad se podría citar los alineamientos de grupos de crónlechs del eje E-O que en los aledaños de la línea del entramado U.T.M., Y4790000 por el este se alargan hasta el grupo 0200-02-02, Basate y por el oeste, en primer lugar hasta el grupo 0400-03-02 Ibañeta —y vuelta a tener cuidado con Ibañeta tanto por lo que dicen sus cromlechs, como por su situación al pie de Atxuri o Peña Plata y formar parte del eje de cruz de San Andrés: Axuri-Loizate-Txindoki-tunel de San Adrián y Aratz, 60º-240º—, ambos rodeados de otros grupos que entiendo pertenecen a un alineamiento que todavía no hemos presentado en su totalidad. A los posibles alineamientos astronómicos, les pasa como a los terrestres que no se pueden inventar, aunque cabe que estén o no entrelazados y que sean o no intencionados. Entiendo que su intencionalidad, vista la primera parte del trabajo ya presentado y el estudio somero de los grupos que restan hasta el Pico de Orhi, no admite dudas, es incuestionable; por contra acertar con el alineamiento, sobre todo astronómico y demostrar su intencionalidad, es harina de otro costal que viene presentando diferentes grados de credibilidad que, como norma general, se está tratando de obviar y de corregir sólo cuando se observa una interpretación errónea. En los Agiña, entre la bruma de los maltrechos cromlechs que restan, se perciben cuando menos tres alineamientos estelares:

• El narrado en el grupo I que en realidad lo es de la Vía Láctea cercana al horizonte norte de SE a O, mostrada principalmente de Antares a Pórrima, poniendo especial énfasis en los cruces de la eclíptica en la citada vía. Al devenir oeste de Proción pudieran dirigirse los el testigo mayor entidad del cromlech 4 que se ha situado, con cierta imprecisión, dado el estado del círculo, de 260º a 270º. Sin dejar de hacer por ello referencias al norte y, probablemente, en alguna medida al sur, puesto que en él se encuentra una piedra con aire de haber sido arrasada.

• El ahora en estudio grupo II, no deja de ser la consabida referencia al norte que, para mejor encajar los círculos con sus correspondientes estrellas, siempre se encuentran en los grupos de cromlech de mayor entidad.

• Los dos primeros grupos, salvando sus desperfectos, semejan el compendio de la secuencia de Agiña y sus cromlechs en general, y, dada la referencias al sur de diversos testigos, pudieron haber servido para señalar el paso del tiempo nocturno, en tanto que los difusos grupos III y IV, situados de N a S en el cordal, constituyen debido a las buenas y singulares referencias del paisaje, por el horizonte de salida de las estrellas, pueden servir, sin dejar de representar la idea general de todos los grupos del cordal, para indicar el paso de las estaciones, como se intentará poner de manifiesto.

Agiña III





Al hombre le cuesta menos construir algo nuevo que conservar lo ya realizado, un buen ejemplo son la estela y la capilla erigidas en 1957 en Agina III en homenaje al Padre Donosti que, como siempre, es asunto de ir y ver. A los cromlechs, las construcciones próximas sean carreteras o capillas les sientan mal y las plantaciones arbóreas les quitan sentido y compresión; en los Agiña se entremezclan todos estos ingredientes, con la añadidura de una concurrida asistencia de excursionistas que, difícilmente, pueden apreciar algo que esta dejando de existir con su ignorada colaboración.

En Agiña III, el 4/02/89, en el primer croquis que hice de sus cromlechs, se apreciaban con claridad tres círculos, pequeños pero bien definidos. Los números 1, 2 y 3 de la figura del grupo, contaban con testigos al este de cierta entidad, en relación con el tamaño de las piedras que definían su circunferencia. Tal y como queda reflejada en los croquis realizados por entonces. En visitas posteriores, no pude confirmar estos hechos puesto que los círculos 1 y, sobre todo, el 2, prácticamente habían desaparecido. En la actualidad —abril del 98—, el circulo 1 ha sido reconstruido con buen tino y piedras diferentes a las primitivas para evitar equívocos pero olvidando el testigo de mayor tamaño que lucía a 89°. Los dos testigos mentados miraban con descaro a Peña Plata —otra vez, vuelve a figurar Peña Plata—  y sus cromlech a cuyo pie podemos contar los grupos de Centinela, Ibañeta y Telletxeko Bizkarra, entre los que veo a Ibañeta como contrapunto de Agiña III.

Siempre entendí que tan modestos círculos mirando a tan rabioso Este, tenían que estar relacionados con los equinoccios, en cuyo caso, dada la época que parece fue construido el cromlech pirenaico, según se tratase del equinoccio de primavera o del de otoño, iba a Aries o a las Pinzas del Escorpión, que, en tiempos de Julio César, terminaron en Libra. La secuencia estelar arranca en Agiña I, a su oeste y sur, en Agiña II con la Osa Mayor y Arturo, da cuenta de su referencia norte emplazada en San Antón. Desde el cromlech 4 —Arturo— de Agiña II, a unos 100 m., en dirección de unos 163º, se alcanza Aguiña III, y como en los cielos, diríase que nos conduce a Libra. Libra fue en la época en que se construyó el cromlech, punto de salida del sol en el equinoccio de otoño. Bien mirado, resulta probable que siguiesen el desarrollo de lo escrito, y borrado en parte por el tiempo en la secuencia de Agiña I, que, va de Capricornio, en Orhi, a Cáncer en Peñas de Haya poniendo cuanto dicen los cielos al anochecer, en el solsticio de verano. Aunque todo apunta a que al comienzo de la noche observasen el extremo correspondiente a Cáncer desde Agiña IV con la vista puesta en Peñas de Aia, y el perteneciente a Capricornio, mirando al Pico de Orhi, desde Agiña I o desde su dolmen. Dejando la parte central para control de los equinoccios, en esa época del año, con la referencia de Atxuria —Peña Plata.

(Aunque, las observaciones que se hacen a continuación, se realizan también, de diferentes maneras, en otras partes del presente trabajo, y forman parte de uno de los primeros capítulos de buena parte de los libritos de iniciación a la astronomía, vamos a repetir un concepto, que nos puede hacer ver mejor, cuanto se pretende desvelar en los Agiña.
Cuando decimos que el sol nace por el Este y se acuesta por el Oeste, sólo lo hace de forma precisa a 90º, dos veces al año, en el equinoccio de primavera, el 21 de marzo, y en el de otoño, el 21 de setiembre —se omiten mayores precisiones en aras de una fácil comprensión y por mantener el espíritu analógico de la época—. El resto del año, la salida del sol, pasado el equinoccio de primavera el 21 de marzo, cuando los meses transcurren hacia el verano, desde los 90º de dicho equinoccio, se va produciendo, día a día, mes a mes, un desplazamiento hacia el norte en su salida, hasta que llegados al solsticio vernal, el de verano, el 31 de junio, tras un recorrido de unos 30º desde el equinoccio de primavera, salía a unos 60º, punto de salida solar de más al norte, a partir de los cuales la salida del sol gira de nuevo moviéndose hacia el sur hasta llegar de nuevo a 90º que indicaban el equinoccio de otoño, para continuar todavía, durante otros 30º, su marcha hacia el sur hasta alcanzar, siempre en la latitud pirenaica y época en la que fue erigido el cromlech pirenaico, unos 120º, punto de salida de más al sur del astro, en el punto que denominamos solsticio hiemal o de invierno. Resulta obvio, pero las salidas del sol, considerando, tanto el cielo como la tierra, como dos círculos o esferas, que supongamos las representamos en un crismón de seis divisiones de 60º cada una, mirando al norte, si la dividimos en dos, derecha e izquierda, Este y Oeste, el sol sale siempre por la zona este de 60º a 120º, en los primeros en el solsticio de verano y en los segundos, 120º, en el de invierno, en tanto que en la parte central, 90º precisos, de este arco que va de 60º a 120º, lo hace en ambos equinoccios: en el de primavera cuando el orto del sol va camino del norte y en el de otoño cuando marcha camino del sur y del solsticio de invierno. Los 60º, en la época en que se construyó el crp, la eclíptica, camino del sol y los planetas, coincidía a la salida del sol en el solsticio de verano en Cáncer, y la del solsticio de invierno a 120º y Capricornio. El crismón del comienzo del capítulo es un hermoso resumen, de estos conceptos que asombran por su concisión y valor didáctico ¿Otro olvido flagrante de conocimientos olvidados del ayer?

En la parte izquierda del crismón, la oeste, se realizan las puestas de sol a 300º en el solsticio de verano y a 240º en el solsticio de invierno, a 180º en los equinoccios, pero ojo, sólo en los equinoccios, la salida y puesta la del sol —90º-270º— están en oposición. En los solsticios, la salida en el de verano se produce a 60º y la puesta a 300º y en el de invierno la salida se produce a 120º y la puesta a 240º, es decir que no están en oposición. Sin embargo, la oposición se produce entre el sol y la luna llena, ya que ésta nace y se acuesta a la inversa que el sol, de forma que se encuentra siempre justo a 180º de donde se encontraba el sol en el solsticio o equinoccio opuesto, e igualmente a lo largo de las posiciones que ocupe a lo largo del año. Así en nuestro caso ¿por dónde nace la luna nueva en el solsticio de Verano, por donde lo hacia el sol en el solsticio de inverno? a 120º, Pico de Orhi y Capricornio. Y, exactamente igual para el resto de las posiciones.

 Mantuvieron, más o menos, una diferencia entre solsticios de unos 180 días, equivalentes a los 180º del arco de oposición, significa este hecho ¿una especie de intento de relacionar, con idea de equipararlos, espacio y tiempo?

A mitad del mes lunar ideal —30 días—, el día 15, la luna llena sale en el horizonte este, en el momento que el sol se pone en el horizonte oeste. Este hecho, debe considerarse importante, a juzgar por los textos mesopotámicos, tanto en los épico-históricos como, la ‘Epopeya de la Creación’, el Enuma Elis, ‘Cuando en lo alto…’, citando sus primeras palabras. En la tablilla V, Marduk establece las fases de la luna y le infunde la particularidad de crecer hasta el día 15 y después le manda disminuir durante el resto del mes, como en todos los escritos técnicos, procedentes de la traducción de diferentes tablillas de los que tan precisa cuenta dan autores del calado de Wayne Horowitz en su Mesopotamian Cosmic Geography o Hermann Hunger & David Pingree en Astral Sciences in Mesopotamia, entre otros. Es decir que, en la astronomía mesopotámica y en la primitiva en general, la relación luna-sol, y la específica oposición luna llena-sol o viceversa, que se producía una vez al mes, fue muy tenida en cuenta. Tanto que terminó influyendo de alguna manera en las religiones posteriores, como estudiaremos en su apartado. Aquí corresponde reseñar, la oposición del ocaso del sol en Peñas de Aya con la salida de la luna llena, como una aparición, por el Pico de Orhi a los quince días del solsticio de invierno. En Inglaterra a la Noche de Reyes, además de Epifanía como nosotros, le dicen también Twelth Night, Decimosegunda Noche, a partir del día de Navidad —día 25—, si partiesen del solsticio de invierno, le hubieran llamado la Decimoquinta Noche, como los días que hay que esperar a la aparición de la luna llena desde el comienzo de cada mes. No obstante, la principal característica del eje Peñas de Aia-Pico de Orhi, es la de que, da la impresión de ser el núcleo del crp y de que en su derredor y la uskaro, ‘luna naciente’, se tejió todo el entramado del mismo a partir de creencias prexistentes y de conocimientos astronómicos precisos, al parecer, mesopotámicos. Continuaremos con este apartado.)

Todo Agiña está concebido a partir del anochecer con Cáncer ocultándose en Peñas de Aia y con Capricornio saliendo por Pico de Orhi. Es tan evidente, como iremos viendo, el impacto de este eje en todo el cromlech pirenaico que permite, en los cromlech de Agiña hacer vaticinios y suposiciones por encima del estado de sus círculos. Es más importante captar conceptualmente cuanto hoy podríamos expresar en Agiña, partiendo de los conocimientos, creencias y del emplazamiento encontrado —sobre todo de éste— por sus creadores, que intentar interpretar con absoluta corrección, cada uno de los etéreos círculos que hemos heredado en este lugar. A Agiña, el tiempo, le ha vapuleado sin piedad en múltiples aspectos, sin por ello hacerle perder su magia. Lástima que los alerces del lugar no dejen ver limpio de obstáculos el panorama que por el Este se extiende, más o menos, de La Rhune al Pico de Orhi y suerte de que los alerces pierden la hoja en invierno. Buen sitio Agiña para mirar en silencio, se termina por ver y percibir, al menos, algo.

En el equinoccio de otoño, a 90º, hacia Peña Plata, en vasco Atxuria. Después de saber que entre Peñas de Aia y Pico de Orhi, a la puesta del sol se encontraban alineados los signos zodiacales: Cnc, Leo, Vir, Lib, Sco, Sgr y Cap, y de suponer, tal vez equivocadamente, y con nula seguridad por el estado actual de los círculos parece lógico pensar que visto el apunte de Agiña I, representando en orden las principales estrellas del citado alineamiento y de creer, con mayor y más completo fundamento documental que los cuatro círculos de Agiña II, dentro de la secuencia de los Agiña en general, están subrayando la referencia del norte, al paso de Arturo por el meridiano, siempre necesaria para saber, el momento de la observación. Y, de conocer también que a la culminación de   α Vir, Spica, le sigue la de Arturo y, después, la de α Libra, no es descabellado, pensar que puesto que nos están tratando de mostrar la secuencia estelar Orhi-Aia ocupados por Cap y Cnc, respectivamente, representasen a la constelación central y equinoccial, Libra, en Agiña III.

 Los tres pequeños círculos de Agiña III se acomodan bien a los modestos brillos de las estrellas que, encabezadas por α Libra imaginamos están representadas en el lugar; sin embargo, la distribución geométrica de los círculos aconseja no forzar una solución dentro de esta constelación, parece más lógico aceptar la geometría celeste y la que se aprecia sobre el terreno camino del Arturo del grupo anterior y proponer, en función del viejo croquis hoy imposible de comprobar en la realidad, sin el menor énfasis:

* Círculo 1: ι de la Virgen, de magnitud 4,08.
* Círculo 2: μ de la Virgen, de magnitud 3,88.
* Círculo 3: α de Libra, Zubenelgenubi, ‘la garra del sur’ del Escorpión, de magnitud 2,75.

Parece razonable suponer que dadas las condiciones del emplazamiento y la representación residual existente entre Agiña I al norte y Agiña IV al sur, incluidos los dólmenes de ambos emplazamientos, en el centro de este emplazamiento situasen a Libra o a estrellas próximas.

Agiña IV





En el estudio de Luis Del Barrio Catálogo y Cartografía de las estaciones megalíticas de Goizueta Artikutza-Aranaz y Agiña-Lesaka (Navarra) publicado en Munibe en 1989, de los monumentos de Agiña IV, se dice que el grupo está formado:

« 1.- Túmulo. 16m. de diámetro N.-S. y E.-W., altura en el centro 1.8 m. En el sector noroccidental se aprecian 2 depresiones de 3.5 m. por 2 m. y 3 m. por 2.5 m., y 0.25 de profundidad. Formado por pequeños bloques de granito y tierra. Materiales del terreno.

2.- Cromlech. Deformado y revuelto, carece de testigos en el arco oriental, 6.5 m. de diámetro estimado N.-S. y E.-W. Formado por 6 testigos de los que destacan 4, entre 0.25 y 0,1 m., el resto al nivel del terreno. Materiales, granito del terreno.»

Poco puedo añadir de mi última visita en la tarde del 1 de abril del 98, el cromlech apenas se ve. El túmulo me ha parecido que tiene un alineamiento interno de tres piedras orientado como indica la figura del grupo a 148°. Siguiendo similar criterio de indicar vaporosos vestigios, posibles restos casuales de algún movimiento de tierras, se ha marcado también un testigo externo al túmulo orientado a 130° y un más que dudoso cromlech que se encuentra junto a un arbusto. ¡Cuidado que me puse pesado, intentando no ver el círculo! No me venia ni bien ni mal pero encontrar un círculo nuevo en semejante revoltijo, molesta. ¿Seré un fantasioso?, piensas, pero al final está uno obligado a transcribir cuanto ve. Las luces suelen jugar malas pasadas y a lo mejor en otra ocasión no aparece. Entretanto, lo dejo con una interrogante en el dibujo.
Puestos a jugar a las adivinanzas coherentes, elijo:

* Círculo 1: Un planeta.
* Círculo 2: Régulo, α del León, de magnitud 2,02.

Resulta obligado, después de la interpretación dada a Agiña III, seguir la eclíptica camino de Cáncer y Peñas de Aia, además no encaja mal con la orientación del alineamiento supuesto en el túmulo que supondría representar un planeta, ¿portador de almas para los recién nacidos?, situado entre la α del León y Cáncer, saliendo de Peñas de Aia, a la derecha de Régulo en el solsticio de verano. Es posible, dadas las, ya narradas, creencias de la época. De la coherencia de la hipótesis nos dan cuenta, la Figura estelar nº 1  y la Tabla 1, de la que se puede extraer la posición de Régulo, situado a 289º de acimut y 12º 01’ de elevación, antecedido, hacia su puesta por: la luna creciente, a 294º 21’ y +03º 46’; δ de Cáncer, 305º 23’ y -0,1º 10’ y el sol a 313º 21’ y -07º 26’, los dos últimos astros, ya bajo el horizonte. Sin embargo, esta coherencia, no significa que la solución encontrada fuese la original, faltan testigos u otras marcas que la confirmen. Aunque los alineamientos supuestos en el túmulo vistos en sentido opuesto, pudieran valer, no pueden ser tenidos en cuenta, me parecería una especulación de poco fundamento. De otra parte, se echan de menos, un círculo representando a Spica, α de la Virgen, estrella fundamental de esta parte de la eclíptica que, hoy, a simple vista no se encuentra, a Spica le correspondería estar, entre el círculo 3, α de Libra, Zubenelgenubi, de Agiña III y el Régulo de Agiña IV, espacio adecuado entre ambos hay de sobra para haberla situado a, mas o menos, un 1/3 de la distancia entre ambas.

Así es muchas veces este oficio: supuesto coherente avalado por el paisaje; algunos círculos y testigos válidos, pero, datos manifiestamente insuficientes.


Loizateko Soroa: 0100-03-14


Loizateko Soroa
“Se encuentra prácticamente al sur de Iraingo Ataka —450 metros al S-SO., dice bien Luis del Barrio— en el collado existente entre el Loizate al NE. y el Kapeletz al SO.
El lugar, la zona entera: Iraingo Ataka, Loizateko Soroa y Kapeletz, tiene su miga. La miga y la esencia del crónlech pirenaico. Comunión perfecta entre el paisaje de abajo y de arriba, ilusiones que fueron olvidadas y que hoy permanecen dormidas.
Marchando desde Iraingo Ataka hacia Loizateko Soroa, Kapeletz hace de sombrero y va cubriendo la cumbre piramidal y aislada de Txindoki; de noche desde el crónlech de Loizateko Soroa, Kapeletz, según las épocas del año, acercaba a Sirio o a Antares al tiempo que impedía ver sus ocultaciones por Txindoki.
Desde Arriurdiñeta y Lizarrozko Soroa nos vienen mostrando diferentes zonas de la eclíptica que se veían mirando al sur, mostrando en general estrellas situadas a uno y otro lado de aquélla. Por analogía, llegados a Iraingo Ataka y a Loizateko Soroa, teniendo en cuenta que en este último lugar sólo se ve un crónlech, es dado pensar...

10 de marzo de 1997
Hace un par de años, continuaba, hasta dar una solución, que hoy desbarato sin dificultad y doy otras doce, igualmente indemostrables. Y, la verdad, con el Txindoki allá al fondo por donde se iban Sirio y Antares y un solo pequeño crónlech de testigos poco habladores, mejor callar. Un respeto. Pronto vendrán grupos de los que todavía se pueden sacar verdades sin errar del todo.”

El texto entrecomillado, es copia de cuanto del grupo se decía en Del Crónlech pirenaico (Descodificación astronómica de una religión olvidada) p. 389. La nota que sigue está escrita en un borrador, en la fecha indicada.

11 de enero de 2010.
Sigue pasando el tiempo y añado: Loizateko Soroa, el prado, herbal, más bien helechal, situado al pie, en la prolongación suroeste, del monte Loizate, termina en la loma de Kapeletz —¿de ahí su nombre, en vasco: kapel = boina?— boina de Txindoki para el caminante que guste jugar a superposiciones de accidentes del terreno en el horizonte. Es lugar adecuado para hacer un alto en el camino y reflexionar.

En el pequeño prado-helechal que desemboca en Kapeletz, moviéndose de uno a otro lado sobre el terreno, se puede ocultar Txindoki a voluntad del observador. En la acotación del 10 de marzo de 1997, decía que el grupo cuenta con: ‘un solo pequeño crónlech de testigos poco habladores’. No encaja, tienen que faltar círculos, otro tipo de monumentos, no sé, pero faltan cosas que debieron tener una construcción destacada y más potente que la de otros grupos de cromlech pirenaicos cercanos. El lugar y sus posibilidades teóricas con Txindoki a 240º, lo merecen y piden a gritos. En consecuencia, si faltan monumentos es por que, vaya usted a saber cuándo, los arrasaron. El asolamiento del lugar en escenario tan propicio para, ver en el solsticio de verano a Capricornio y el girar de la luna, en su punto de más al sur, sobre la montaña cuyo nombre: Sin-du-ki = dios Luna-giro-tierra o lugar narra la efeméride, sorprende. Llama la atención y sugiere preguntas, pero antes de hacerlas y tratar de contestarlas, prefiero ir mostrando y sacando más piezas del puzle, alguna ya borrada y sin dibujo, antepongo explicar las reglas del juego, aunque ya no pueda terminarlo y por creer, a ciencia cierta, que, si logro exponer de forma comprensible el juego, vendrá quien lo continúe. En esas estamos.