a- Evocaciones religiosas en el cromlech pirenaico

Secciones:


 - Algo sobre una hipotética Religión Astral Pirenaica
 - Algunos hechos históricos acaecidos y creencias vigentes durante el período en estudio
 - Posibles indicios de la 'religión astral pirenaica'
 - Retazo lingüístico religioso: lenguas originarias presentes en la toponimia de la época de influencia del cromlech pirenaico
 - Equiparación de ciclos, lunar y solar, en el cromlech pirenaico y durante la cristianización: santuarios de San Miguel de Aralar y de Nuestra Señora de Eunate

Algo sobre una hipotética Religión Astral Pirenaica
Hablar de la religión que inspiró al cromlech pirenaico, la Religión Astral Pirenaica de la que se viene suponiendo su existencia, sin tener el menor rastro escrito de ella, resulta desde un punto de vista ortodoxo, o, simplemente, científico, especialmente duro de exponer. Sin embargo, desde el comienzo del estudio del cromlech pirenaico, afloró la hipótesis de forma clara, al amparo de los signos que iban surgiendo, hasta llegar a percibir que la tal religión existió.

Las sospechas de la existencia de una religión, inspirada en el cromlech pirenaico, o bien ser éste su principal manifestación, fueron tomando forma a medida que se fue conociendo el significado astronómico del cromlech pirenaico y su entorno. Tras el conocimiento de que todos los cromlech pirenaicos representan estrellas, fueron aflorando los distintos significados de las representaciones de los diversos grupos de cromlech, que no siempre correspondían a igual disciplina, así: unos pueden considerarse de claro significado astronómico, por ejemplo, el llamado ‘Corona de los muertos’ sito en el Valle de Hecho, que representa el ‘Camino de la Luna’, a lo largo del año, de las tablas Mul-Apin; otros representan, con círculos de piedras, de forma escueta, épocas del año relacionadas con las labores agrícolas y ganaderas que se deben realizar en el campo por esas fechas, a la manera que lo hace con palabras Hesíodo en Trabajos y días, los ejemplos de estas representaciones son numerosos Lepako Estua, Unamene, parte de Okabe, etc.; en las muchas veces en las que aparecen en diversos grupos, los dos cruces de la eclíptica sobre la Vía Láctea, supuestos tramos por los que subían las almas de los cielos al morir y bajaban al nacer, hecho del que se hacen eco, sin referirse al cromlech, diversos autores clásicos y eruditos de reconocida solvencia del pasado siglo, basándose en escritos clásicos. Estos y otros hechos con soporte histórico, dan una idea del corpus que permite encajar el cromlech, su significado y entorno, dentro de los cánones de las religiones astrales, dando pie a pensar que la función principal del cromlech es la religiosa, ejemplos que encajan en este tipo de grupos, se encuentran en Agiña, en Arihouat—Garin, Alta-Garona , en Gerasunko Ataka, etc.; también indican, fechas señaladas del año, como su comienzo, mediante Sirio a su orto helíaco, ejemplos: Pagolletako Gaña, Esker iturri tako gaina, etc.
Además, la terminación de la construcción de cromlech al llegar, por el oeste, al mar circular, señala la creencia de aquéllos de que las almas al morir dejaban la tierra para subir a los cielos por el oeste extremo, lindante al circundante mar exterior, creencia confirmada por topónimos de significado indiscutibles, como se ha visto en el apartado III Lenguas, en vocablos de clara relación entre sí, tales: Coruña, Gascuña, Gironda, etc.; también, todavía existen, numerosos topónimos concernidos con: astros considerados dioses —Sin, dios luna; Utu, dios sol en Sumeria y Shamash en Mesopotamia en general—, además, vemos evidentes y diversas denominaciones relacionadas con Bel, con dioses o trinidades, incluidas determinadas efemérides astronómicas, entre las que destacan las referidas al señalamiento de los solsticios, y, ya en el período de cristianización, ciertas manifestaciones que terminaron en sincretismos de difícil explicación sin hacer referencia a una religión poderosa, anterior al cristianismo, de entidad intelectual y arraigo suficientes, para que en la dura implantación de éste, obligarle a aceptar sincretismos ajenos a la esencia inicial del Cristianismo, pero de gran eficacia a la hora de aunar voluntades de creencias diferentes y dar cabida en la nueva jerarquía religiosa o, al menos, salida airosa, a quienes estando al mando de una religión arraigada, la astral pirenaica, se avinieran y facilitaran con renuncias y ¿traiciones? a dejar paso y establecer, como religión unificada y señera mediante algún sincretismo, al Cristianismo. Nada, al menos a la luz, ha quedado escrito como un todo, ni tenemos conciencia de ello, sólo contamos con retazos entresacados de diferentes disciplinas que actúan, generalmente, en solitario con sus códigos y formas de hacer establecidos.

Lorenzo Martínez Ángel, Becario de Investigación de la Universidad de León, en su trabajo: Reflexiones sobre el paganismo y la cristianización, subraya: El proceso de la cristianización es, evidentemente, de gran importancia en la historia: Herbert Bloch ha escrito: “En la historia de la humanidad no ha habido ningún momento de ruptura mayor que el que marca el fin del mundo antiguo y el conflicto final entre paganismo y cristianismo...” Herber Bloch, El renacimiento del paganismo en Occidente a fines del siglo IV: El conflicto entre el paganismo y el cristianismo en el siglo IV; Madrid, 1989, p. 207.

Desde mi punto de vista de aficionado autodidacta, esta historia del cromlech pirenaico y su astronomía, me ha sorprendido y planteado preguntas, entre ellas: ¿De dónde viene el cromlech pirenaico?, ¿por qué se ha silenciado su significado?, y, puesto que no ha habido grandes destrozos aparentes voluntarios, dado el tiempo transcurrido desde su construcción, pero sí olvido, se puede pensar en la existencia de un respeto hacia él, y, en consecuencia ¿ha quedado algún tipo vestigio de continuidad entre la religión que representó, la astral pirenaica y, la siguiente, el cristianismo?

Antes de este período de cristianización, en el que la historia, dados los numerosos escritos que con anterioridad vieron la luz, debería darse por asentada y veraz, aunque nos encontramos con un auténtico secuestro de la palabra y una manipulación de la historia por parte de eruditos y vencedores de los bandos rivales, en prácticamente todas las materias salvo, tal vez, las más o menos científicas y, por consiguiente, en líneas generales, neutras o inasequibles para el poder que suele ser más bien de letras ¿Qué se puede decir desde el poder como tal, sobre un nuevo procedimiento médico para tratar tal o cual enfermedad? Nada. O, ¿sobre el conocimiento exacto de la duración y sincronización de los ciclos lunar y solar?, lo mismo. Este tipo de observaciones de interés general terminan por imponerse por su valor intrínseco, con independencia del credo en el que hayan surgido, siendo aceptadas y utilizadas, con el tiempo, por la totalidad de la humanidad, aunque siempre haya quien, al inicio de su aplicación medre con su manejo, hasta terminar en manos del poder al mando en cada momento y lugar precisos.

La religión astral que imagino tuvo su esplendor en el Pirineo y su zona de influencia, parece haber podido tener sus orígenes en Mesopotamia debido, principalmente, a que en ella nació la astronomía que inspiró el cromlech, además, algunos de sus dioses, creencias y conocimientos, están reflejados de formas distintas y en variadas disciplinas en la zona geográfica de la que se hace referencia. Por este motivo los retazos que siguen, correspondientes a estudios y reflexiones sobre esta cuestión realizados desde hace más de 20 años, están dispersos, corresponden a ideas hechas en épocas diferentes, tanto que, en algún caso, se remontan a lecturas personales de 1955. 

Desde atalaya de francotirador, la historia de las religiones siempre me interesó, mi primer contacto serio con ella, data de mayo de 1955, fecha en la que compré en Grenoble en una librería de viejo: Manuel D’histoire des religions de P.D. Chantepie de la Saussaye, traducido de la segunda edición alemana —1897—, en 1904. El capítulo VI, pp. 124-168, se titula: Los babilonios y los asirios y está escrito por el Dr. Friedrich Jeremias —de Leipzig—. Esta primera y lejana lectura, anticuada, por tanto, dado el alto número de tablillas descifradas con posterioridad durante el más de un siglo transcurrido desde que la obra vio la luz, da sin embargo una visión general de este asunto inconcluso que me parece interesante y que, tal vez se pierda o sea más difícil de advertir si se contemplan los últimos datos obtenidos por los eruditos, y se congela la historia como una foto fija compuesta por los últimos datos, las ideas capaces de llenar la laguna histórica entre las aparentes religiones astrales habidas, y las grandes religiones reveladas y anunciadas por profetas, quedan no sólo en entredicho sino que se difuminan en multitud de datos inconexos. Por ejemplo, dicho capítulo VI, apunta: 

1- Una idea, bastante evidente del carácter astronómico de las primeras triadas de la religión, digamos asirio-babilónica, reside en la diferente composición de las mismas, así: Sin, Shamash, Ishtar —dios-luna, dios sol, venus—, o también: Sin, Shamash, Ramman —dios luna, dios sol, dios de la lluvia y de la tormenta—, Ramman, según F. Jeremias vino del norte, su culto llegó de Asiria, probablemente tomado de Siria; también, es posible que se convirtiera en el Ra egipcio, etc. —Elecciones de párrafos que surgen al azar, o, eso cree uno, hasta que se da cuenta que, más bien se trata de asociaciones de ideas acumuladas en el disco duro particular, sin orden ni concierto, durante más de medio siglo, y que la caja personal, relaciona misteriosamente, allá en el alto Aragón, con las Tres Sorores: Cilindro de Marboré, Monte Perdido y Soum de Ramond o Pico de Añisclo, macizo del que, hacia el sur, arranca el Cinca. Sobre las Tres Sorores circulan hermosas leyendas, generalmente de moros y godos. Pero, al disco personal, rayado y de viciados surcos, le parecen restos de topónimos que son sumerio en vena: ‘Sin-en-dur’ de ‘Mar-bur-e’; ‘Bel-di-du’; ‘Sum Rammam’ y ‘Sin-ka’, que, más que fraguar leyendas, pudieran recuperar historia, peleando en distintos campos y lugares, sobre todo en el macizo del Monte Perdido y, para empezar, en The Pennsylvania Sumerian Dictionary, en el que se deducen significados que parecen fantasía, aunque diría... Estas elucubraciones vuelven a la memoria repetidas a los más de 5 años de haber realizado este escrito, son cosas que las trae a la memoria el ser de nuestro complicado e ignoto cerebro; pero, sobre todo, el repasar.

2- La p. 127 y su nota 1, registran cuestiones en las que, desde el estudio, es preciso insistir: “La cuestión del origen sumerio (nota 1) de la escritura y de la civilización, quizás pudiera ser dejada de lado. Tan lejos como remontan las inscripciones, encontramos en Babilonia una dominación semítica, una civilización semítica y una religión semítica. La evolución política de Babilonia que se acaba por la reunión de sus diversos centros de civilización bajo el espectro de Hamurabi, hacia el fin del tercer milenio, permite entrever la marcha paralela de su evolución religiosa;…”. La nota 1, se extiende en consideraciones lingüísticas y de escritura, por ejemplo: “Los textos asirio babilonios son escritos en parte fonéticamente, en parte ideográficamente. Los signos tienen además de sus valores silábicos, uno o varios valores ideográficos.”; ... “Los signos ideográficos son determinados gramaticalmente por prefijos y sufijos.”; …“, M. J. Halévy sostiene que la civilización de las riveras del Tigris y el Éufrates es una civilización primitiva y semítica y que la pretendida lengua sumeria no es más que un sistema artificial de ideogramas enseñado y transmitido en las escuelas sacerdotales, como un medio de mantener la influencia de los sacerdotes.”, etc. Extensa nota, donde todo cuanto dice parece interesante, pero, hoy discutible y para expertos. Los aficionados nos encontramos más cómodos, creyendo, más o menos con los últimos descubrimientos y lexicones, en la posible existencia de una lengua aglomerante que pudo comenzar siendo llamado sumerio, hoy en fase de descifrado cada vez más completo, por eruditos que van publicando sus trabajos, en diferentes soportes libros, revistas o Internet, trabajos que permiten afirmar con pocas dudas, que determinada toponimia del norte de la península ibérica, quiere decir tal o cual cosa, aparentemente relacionada con el crp, el primitivo Camino de las estrellas y con religiones cuya procedencia sólo podemos situar, de forma imprecisa, en Oriente.

Continuado con la historia personal del estudio de estas religiones, al verlas reflejadas de forma evidente en el cromlech pirenaico, tras información de su probable procedencia técnica, en un comienzo, a través de las tablas Mul.Apin, y después en la obra Wayne Horowitz, Hermann Hunger, David Pingree, etc. que tratan de asuntos un tanto áridos, que, no obstante, hacen comprender al lector que mira desde el crp, intentando buscarle un significado definitivo, que éste, el crp, procede y está relacionado con las ciencias astrales de Mesopotamia. El hallar datos históricos, por así decir de letras, que confirmen la teoría que señalan los círculos y el terreno, es otra historia. Personalmente, la inicié con la lectura de algún autor esotérico, y al poco, con la inestimable ayuda de toda la obra de Franz Cumont, seguida de la de los nuevos interpretes de la mitología mesopotámica a partir del descifrado, afinado una y otra vez, por el tiempo y distintos autores, de las innumerables tablillas, escritas en caracteres cuneiformes, entre éstos destaco a Jean Bottéro, y, a su coautor en diversas obras Samuel Noah Kramer, que no sé si son los más importantes, pero, sin embargo, ha sido la obra que he tenido más a mano. Con las lecturas, viene a suceder como cuando quieres decir algo, al final, de una manera u otra, con independencia de por donde empieces dices más o menos lo que pretendes, equivocaciones incluidas y llegas a comprender, más o menos, cuanto pretenden exponerte, es decir, te encuentras con tus propias limitaciones, las de los vecinos, la falta material de datos que tuvieron los autores para dar unidad a su obra, la época en la que hicieron la recopilación histórica, que depende, no sólo del material disponible sino de la moda, los intereses, el punto de vista e incluso las, hoy llamadas, correcciones: política, religiosa, académica, etc., del tiempo que tocó vivir a los autores.

Llegada la actualidad y mirando las cosas desde otro punto de vista, se encuentra el nuevo investigador, con obras ya consagradas, en diferentes épocas y con opiniones de asuntos, muchos de ellos ya cerrados, clasificados y, sin interés actual, digamos simplificando sin malestar, por y para la autoridad. De forma que aquél, a quien no convencen algunas de las explicaciones comúnmente aceptadas, y entiende que existen lagunas históricas dignas de colmarse, pretenda hacerlo buscando nuevos significados razonados partiendo desde el principio, tratando de ver las cosas de la forma que se imagina debieron verlas los, limpios de ideas preconcebidas, pobladores, agricultores, ganaderos, primeros observadores de la naturaleza, etc., motivo por el que vuelvo a mis fuentes iniciales, a Chantepie de la Saussaye y a mis primeras experiencias de contemplador. Tal vez no sea el mejor camino pero es el que he ido siguiendo.

Ch. de la S. en su Manual de Historia de las Religiones, comienza la p.129, diciendo: “La religión babilonia es un naturalismo politeísta; es la religión de un pueblo agricultor que vive en un país de una fertilidad fabulosa. El curso diario de los astros y el retorno anual de las estaciones son la fuente de todas sus alegrías y de todas sus esperanzas. El sol y la luna eran la manifestación de los dioses que, desde el cielo, reinan sobre la tierra y propagan la vida; al sol y a la luna se asocia, en la religión de los babilonios, el astro que veían acompañarles a uno y otro, la estrella de la mañana y de la tarde. La observación de las fuerzas de la naturaleza es vital para un pueblo que vive de la naturaleza. Para…”

Podríamos asegurar que en el comienzo de la racionalidad, las cosas se vieron, poco más o menos, así. Los problemas reales, diferentes, sin embargo, al de la simple optimización de las cosechas como cabría esperar de una racionalización madura, fueron viniendo más tarde, en definitiva, de la mano de los primeros intermediarios, supuestos representantes, designados a dedo propio o ajeno interesado, entre ‘lo alto’ y los hombres. Como inciso, antes de continuar, debo de decir que de este asunto, a diferencia de algunos que se vienen narrando documentadamente o de otros que esperan su turno, no sé nada en absoluto; sin embargo, al no convencerme las explicaciones al uso, más en el sentido de verdad de los hechos que de duda sobre la propia evolución y el devenir de la historia narrada en los libros por diferentes autores, estoy intentando buscar o elaborar una interpretación de uso personal que, con la sola aplicación del sentido común, se acerque más al espíritu de la realidad histórica.

Entre los hechos aislados comunes a buena parte de las religiones mesopotámicas y de Asia Menor, sin orden cronológico, podemos citar: la clasificación de los dioses en triadas; las primeras triadas fueron sólo astrales, por ejemplo la ya citada luna-sol-planeta venus; o, tierra, cielo, aguas; con el tiempo, estos y otros astros recibieron nombres de dioses, la luna pasó a ser el dios Sin, el sol el dios Shamash, el planeta venus la diosa Ishtar, etc.; la triada final o la más conocida pudo ser Enlil, Anu y Ea, relacionada con la tierra, el cielo y las aguas, de la que diría que compite con la anterior en la toponimia pirenaica y fue tenida en cuenta a la hora de clasificar a las estrellas en las tablas Mul.Apin.

Supuestas Mesopotamia y las religiones astrales de la zona, como antecedentes probables del cromlech pirenaico y el Camino de Santiago, y éstas consideradas religiones aledañas encadenadas históricamente con el cristianismo, sólo resta encontrar el soporte histórico que, haga entendible la integración, para nosotros silenciosa, de las primeras en el cristianismo. Fenómeno que, antes o al tiempo, en el Pirineo, debió de producirse en toda la cristiandad. Hecho el planteamiento, desde una necesidad personal producida en el estudio del cromlech pirenaico, necesitada y sabedora de que la demostración intelectual que éste señala y su presencia física, desde el golfo de Vizcaya hasta el río Ariège, ni fueron fruto de un día ni, menos, pudieron desvanecerse en vergonzante silencio, sin dejar huella en la religión que le sucedió cronológicamente, el cristianismo. No encaja. Desde que comenzó a florecer el cromlech pirenaico, allá por el 600 a.C. hasta la fecha imprecisa del siglo IX en la que encontraron en Galicia, el arca de mármol con los restos de Santiago el Mayor, que permitió el posterior nacimiento Camino de Santiago, considerado recuerdo del primitivo Camino de las Estrellas, pasaron del orden de 1800 años. En ellos, a partir de la llegada de los romanos en la 2ª guerra púnica, se produjo la toma de Sagunto por éstos en el 209 a.C. y de Jaca, según Tito Livio, en el 109 a.C. Y, se pueden reseñar multitud de acontecimientos históricos de este período, de los que señalaré algunos, relacionados con las tesis que se tratan de defender. Un tanto, en contra de las omisiones históricas que se advierten en la historia consagrada y en ciertos hechos históricos que aún, estando, en ocasiones, bien relatados y fechados en sus respectivos lugares, no se relacionan entre sí. Es como si en un mapa se viese, por ejemplo: Valladolid y Burgos, se diesen, además, en anexos las fechas de creación de ambas ciudades, el nombre de sus hombres ilustres, su historia, etc., y en ningún sitio se hablase de los caminos que unen ambas ciudades, de sus relaciones en tiempos concretos, etc. Daría la sensación de que faltaba algo: los nexos de unión de ambas. Con la historia que nos ocupa sucede lo mismo. Dos religiones poderosas superpuestas y entrelazadas, durante algún siglo, en el tiempo y en un espacio concreto, la zona pirenaica, la primera la astral, que como bien dice Cumont, no pudo terminar siendo una religión popular, resultaba demasiado complicada para serlo. Si bien, cuanto decían al comienzo los caldeos de turno, estaba escrita en los cielos, la podía ver y entender cualquiera con una preparación suficiente para la época. Los problemas debieron de empezar cuando facciones diferentes pretendieron mandar por separado, para lo cual utilizaron interpretaciones diferentes sobre qué y quién era más importante en las alturas, resulta verosímil que los caldeos pudieran comenzar a diferenciarse y a competir entre sí. Entonces se debieron ir enredando las cosas, que ya no las comprendía todo el mundo, había que creer. Se fueron haciendo vaticinios enfrentados que todos los bandos, decían venir de lo alto, y trataban de imponer determinismos inexistentes, etc. Y, de otra parte, nuevas religiones, comenzaron a impartir nuevas doctrinas, primero hablaron los profetas y, ¡por fin!, vino y habló quien debía, el Verbo. Punto. Sin embargo —hablando de nuestro crp—, los caldeos pirenaicos residuales y sus acólitos, se resistieron durante siglos en la montaña; aunque al final, lo de siempre: se pacta o se llega a las manos. Diríase que algo pactaron, aunque a algunos duros de mollera, olvidada tiempo atrás la razón de las disensiones primeras, mantuvieron irredentos resentimientos — ¿agotes, cagots, cátaros, albigen-ses, etc.?, es curioso, mayormente, los de los extremos, los situados en los límites físicos del crp, los más alejados del centro de los acuerdos, los que no se beneficiaron del nuevo poder—, a pesar de los severos y contumaces esfuerzos realizados por enseñarles las nuevas reglas nunca terminaron por aceptarlas del todo. Es curioso, pero los resentimientos irredentos aun ya olvidados los agravios iniciales permanecen, e, históricamente, se apuntan a todo tipo de reivindicaciones por ajenas que resulten a los iniciales agravios, en contra del refranero se pretende más un nuevo huevo que un antiguo y relegado fuero. Se ha intentado resumir en cuatro líneas, pero pasaron siglos de adaptación y cristianización. Para algunos historiadores hay noticia de cristianos vascones, en Calahorra hacia el año 400. Las gentes de la montaña y del crp, parece que tardaron bastante más, apuntándose que el proceso de conversión no se hizo antes del siglo XI, antes se encuentran textos en general francos, opinando que los vascones se pudieron convertir hacia el siglo VIII, supuesto que se cuestiona en Vita Sancti Amandi Episcopi Traiectensis, Berlin 1910, escrita a mediados del siglo VIII y que narra sucesos del siglo VII, donde se dice que San Amando, santo que intento convertir a los vascones, encontró vascones claramente paganos hacia el año 630.

El estudio de las religiones astrales y el paso posterior de éstas al cristianismo, en buena parte está bloqueado y a merced del empleo de ciertas imprecisiones, debido a la falta de fuentes escritas ordenadas hacia este fin. Existen datos y autores aislados, cuyo legado podría servir para organizar y colmar algunas lagunas históricas existentes. Incluso se nos dice que antiguas grandes bibliotecas, tales la de Pérgamo, Antioquía, Alejandría, etc. hoy desaparecidas debido a, principalmente, viejos incendios, hubieran podido dar luz a estas omisiones históricas y, sobre todo, haber ayudado a conocer la esencia y las variantes de las religiones astrales. No lo sabemos, pero algunos apuntan que hoy, entre las grandes bibliotecas que, reestructuradas, existen, narrando acontecimientos de aquél pasado, tal vez, sea la vaticana la mejor dotada, y, después se piensa en las de alguna universidad, convento, monasterio, particulares, etc. No lo sé. Personalmente, con ánimo de encontrar su sentido olvidado al período en cuestión, trato de hilvanar: construcción del crp-iniciación del Camino de Santiago, algunos hechos que bien pudieran tener relación geográfica, toponímica, religiosa, simbólica, etc., tanto entre sí como con ambos, crp y Camino. No son todos, ni están ordenados, pero tengo la esperanza de haya quién los vislumbre, complete los hechos y ponga un cierto orden. Se trata de pasar la preocupación de algo que está ahí fuera, en nuestro paisaje y en nosotros mismos, con ánimo de que continúe el trabajo.

Entre los trabajos encontrados en internet, relacionables con lo se viene contando, hay uno que me sorprendió gratamente: Las creencias astrales y el Camino Jacobeo hasta Finisterre, Fernando Alonso Romero, Universidad de Santiago de Compostela. (enlace) En él se resumen y ordenan algunas de las ideas que, sobre las almas hemos venido escribiendo, cuando surgían en el cromlech, a lo largo del trabajo. De otra parte, se añaden doctrinas que, en el mundo clásico, había sobre la materia, además, el citado trabajo, incluye dibujos de estelas funerarias de interés evidente. 


Algunos hechos históricos acaecidos y creencias vigentes durante el período en estudio:


Retazo 1- Julio Cesar —100 a.C.- 44 a.C.— escribe, en La Guerra de las Galias, que Aquitania comprendía “desde el río Garona hasta los montes Pirineos y, de los límites occidentales de ambos, hasta la parte del Océano.” Definición que no contraría los supuestos realizados sobre una posible toma de conciencia, de los constructores del crp, de los triángulos naturales que cubrían la tierra de cromlechs. Ya que, de esta forma, Aquitania, puede considerarse también, sin faltar a la verdad, como ‘triángulo aquitano’, rectángulo por si fuera poco, cuyo vértice de 90º se encuentra en Peñas de Aia.

Retazo 2- Teniendo en cuenta que estamos tratando de encontrar analogías históricas, en el primer milenio a.C., de religiones astrales o de elementos de la mismas que puedan ser relacionados con los cielos. Vuelvo a los orígenes de la bibliografía que permitió, una vez comprobado el carácter astral del crp, dar por válido, o, mejor, por verosímil este supuesto, cito de nuevo el DICCIONARIO DE LAS MITOLOGÍAS y de las religiones de las sociedades tradicionales y del mundo antiguo, realizado bajo la dirección de Yves Bonefoy, Ediciones Destino, S.A., Barcelona 1996, traducido del francés de la edición de Flammarion, Paris 1981. Diccionario que narra con sencillez y comprensión las religiones de la época en el mundo entonces conocido, y, del que en esta ocasión dejando de lado las religiones de Mesopotamia y Asia Menor, de las que venimos dando cuenta hasta ahora, con las limitaciones anejas al formato del escrito y al autor, llamamos la atención, dentro del citado diccionario, sobre las Mitologías de los pueblos semitas occidentales pp. 235-312 del tomo I, cap. V, cuyos encabezamientos principales, tras un apartado inicial sobre ‘Las religiones y los mitos de los semitas occidentales. Problemas de método’, corresponden a: Ugarit, Siria, Arameos y Palmira, Fenicios y Púnicos y a las religiones de los árabes preislámicos, sabeos y nabateos. El penúltimo párrafo, del citado apartado inicial, en la p. 254, dice: “Del mismo modo, debemos manifestar un escepticismo no menos radical en lo que respecta al pretendido carácter astral de las religiones semíticas occidentales, y sobre todo, en lo tocante al carácter solar de estas religiones. Si bien los astros parecen desempeñar un cierto papel, que varía de acuerdo con los diferentes sistemas religiosos de los semitas occidentales, según el lugar y la fecha, los rasgos solares, por ejemplo, no aparecen hasta una época muy tardía y son debidos esencialmente a la influencia y a los sincretismos helenísticos.” Sí y no, sí porque puede ser pertinente, en capítulo dedicado a las ‘mitologías de los pueblos semíticos occidentales’, y no, porque tal vez, expresiones como: “un escepticismo no menos radical en lo que respecta al pretendido carácter astral de las religiones…”, no son adecuadas en un Diccionario de las mitologías, Volumen I: Desde la prehistoria hasta la civilización egipcia. No, no parece acertado el enfoque, aún siendo puntualmente correcto, no se debe enfatizar el hecho de la ausencia del “pretendido carácter astral de las religiones…” Diría, no sé, me parece, barrunto, que precisamente, en esa época: Desde la prehistoria hasta la civilización egipcia, no una sino todas las religiones pasaron a tener, en mayor o menor medida, un carácter astral y fue éste el que no solamente las modificó sino que, en una u otra forma, perdura en todas ellas. En la ocultación premeditada de este carácter, pudiera esconderse la clave para colmar más de una laguna histórica y para hacer tambalearse a cronologías consagradas. A los dioses los mandaron para arriba, a los cielos —al An, mesopotámico—, incluso a algunos dioses los equipararon con determinados astros; a los demonios, a los malos, etc., los emplazaron en las tinieblas, bajo el horizonte, en tierras de no retorno —en los aralu, arali, kir, kurugna y decenas de nombres más, sin salir de Mesopotamia ni de Wayne Horowitz—; se forjaron mitologías y cosmologías leídas con imaginación en los cielos, donde se situó a los dioses y se terminó por dar cabida a las almas de todos los hombres ya en época cristiana, después de un período romano en el sólo iban los elegidos, a gozar de felicidad eterna; etc. Pero, simultáneamente, sabios de la época, científicos les decimos hoy, al margen de beneficiarse de por vida fantasías urdidas por otros, o por ellos mismos, basándose en la observación del rodar de los astros, realizaron descubrimientos, hacia la última mitad del segundo milenio a.C. y el primer milenio a.C., cuya vigencia perdura, por ejemplo: el ciclo diurno y su evolución a lo largo del año; los ciclos lunar y el solar y la sincronización de ambos; los calendarios luni-solares; diferentes formas de intercalar meses para mantener, al principio aproximadamente, las estaciones del año y los meses del calendario, y con mayor precisión y sencillez más tarde, a medida que mejoraban los conocimientos adquiridos, mediante observaciones y cálculos. En un mundo en el que la agricultura y la ganadería fueron tan importantes para la subsistencia de sus gentes, conocer el momento adecuado para sembrar y hacer las distintas labores del campo, subir o bajar el ganado de los pastos, etc., debió de llegar a ser asunto preferente, por el que todos se interesaban, pero que hasta entonces era gestionado por dirigentes carentes de conocimientos que todavía no se habían alcanzado. Por eso, cuando en Mesopotamia, desde antes del primer milenio a.C. comenzaron a adquirir conocimientos científicos de interés general en astronomía, entendibles y transmisibles a otros pueblos, fueron extendiéndose de manera gradual e irreversible. En Babilonia, estas ciencias fueron adquiridas por caldeos, en su acepción de sacerdotes y, como en todas partes, fueron aplicadas unas veces de forma cabal y otras con imaginación, fuera de normas científicas. Por ejemplo, adoptar calendarios luni-solares, corrigiendo el desfase anual, de los ciclos de ambos astros, de forma entendible y fácil de aplicar a partir de observaciones reales, supuso un gran avance de utilidad inmediata que persiste, sin embargo, comenzar a realizar augurios y adivinaciones en provecho propio, tras haber adquirido con esfuerzo los conocimientos necesarios para predecir eclipses, discernir el camino de la luna, las secuencias estelares con los ortos y ocasos helíacos y acrónicos, etc., al margen de no ser científico, fue una falsedad que acabó en un tramposo determinismo que, una vez desmontado, tras dejar a la vista sus errores, dio paso definitivo a los profetas y a las religiones reveladas que cuentan hoy con mayor número de creyentes.

Retazo 3- Los caldeos, manteniendo la acepción de sacerdotes de todo el escrito, dividieron el fir-mamento en tres partes, nominadas con el nombre de los dioses de su triada principal: Enlil, Anu y Ea. En las tablas Mul-Apin, listado de estrellas confeccionado con observaciones celestes, cuyo ejemplar más antiguo conocido procede del 687 a.C., fecha en que fue realizado o copiado, durante el reinado del rey asirio Senaquerib—704-681 a.C.—, aunque la información astronómica que aportan, según los expertos, tiene mejor encaje utilizando datos de hacia el 1000 a.C. Además de a los dioses, los caldeos emplazaron en los cielos a los planetas y a buen número de estrellas, de forma que a partir de esas fechas, pudo instrumentarse técnicamente la hipotética religión astral pirenaica que suponemos y, empezar a imaginar sobre observaciones triadas de dioses astrales, por ejemplo: Sin, Utu, Ishtar, es decir, luna, sol y venus, cuya vigencia en la zona en estudio, tiene visos de verosimilitud.

Retazo 4- Para seguir intentando comprender el nacimiento de las religiones astrales occidentales y hacerles un hueco en la inmensa laguna de ninguneo histórico surgido, con cierta imprecisión, alrededor del primer milenio a.C., es decir, antes y después de las observaciones astronómicas que permitieron la elaboración de las tablas Mul-Apin, primer asomo científico histórico de la ciencia astronómica, parece conveniente, empezar estudiando los diversos documentos procedentes del descifrado de las tablillas de escritura cuneiforme que, procedentes de Mesopotamia y regiones próximas han ido apareciendo y, en parte están siendo descifradas por los investigadores de estas cuestiones.

Retazo 5- Cronología del área mesopotámica. 
En cualquier tipo de acontecimientos históricos, que, como es el caso, se pretenden relacionar, es preciso tener en cuenta la cronología, las fechas en que acaecieron los mismos con objeto de averiguar su sucesión, si existe una posibilidad histórica para relacionarlos con sensatez o si se está fantaseando, etc. Resumiendo el caso que nos ocupa: se presume, después de los trabajos realizados, que el cromlech pirenaico cromlech pirenaico tiene un significado astral, elaborado con técnica astronómica mesopotámica, encuadrada en el eje pirenaico y sus aledaños hasta el mar Cantábrico y es exponente de una religión astral olvidada que terminó siendo absorbida, principalmente mediante sincretismos pactados con el cristianismo. Si, como se supone, de forma general, los conocimientos científicos, la tecnología y las creencias religiosas que sugirieron la construcción del cromlech pirenaico procedían de Mesopotamia, se debe dar a conocer aunque sea de forma somera, los sucesos acaecidos en ella y su área, desde los sumerios —3500-1800 a.C.—, hasta los caldeos, acabada ya Babilonia como centro hegemónico del mundo civilizado. Entre estos caldeos, destacó Beroso, sacerdote de Babilonia que aparece, en el siglo III a.C., en Grecia y escribió en griego Babilónica, la historia de Babilonia. Resulta obligado, fechar la época de la cristianización en la zona pirenaica y del Camino, ya que, en definitiva, estamos tratando de relacionar a los sumerios y sus sucesores como inspiradores del crp y la posterior unión o absorción de su religión con el Cristianismo.

Las notas que siguen entre paréntesis, proceden del enlace que se copia de Internet, del trabajo titulado: Timeline of Mesopotamian Civilizations.

El texto elegido, es el de unas notas redactadas por persona de reconocida solvencia en la materia, Joel T. Hermansen. El autor comienza su escrito diciendo: (“Debido a la intensa curiosidad que mis clases sobre la antigua Mesopotamia han mostrado, aquí presento un folleto que he recopilado para ayudar a sofocar su sed histórica...") Del que se deja su enlace y omite la traducción realizada por entender que aún siendo necesario para comprender la posible fuente que concibió el cromlech pirenaico, alarga la exposición y nos aleja momentáneamente del cromlech.
 El retazo ajeno, sobre cronología mesopotámica requiere algunas aclaraciones personales sobre parte de cuanto me llama la atención en ella. Al fin y al cabo, estamos tratando de iniciar unos escarceos para encajar el crp en su tiempo, buscando los antecedentes técnicos y religiosos que pudieran justificar, al menos en parte, su presencia en la zona pirenaica y, su posterior evolución hacia el cristianismo; sin olvidar, que para ello parece conveniente, al menos, averiguar la procedencia o los pueblos que en aquella época tuvieron este tipo de conocimientos. Destaco en primer lugar, entrecomilladas, unas líneas del último párrafo del escrito de Hermansen: “Este conflicto daba un portazo en el imperio babilonio después de una dinastía de tan sólo cinco reyes, Babilonia en el 555 a.C. se puso bajo el control del rey leal a los asirios, Nabonido —555-539 a.C.— que atacó la cultura babilonia en su corazón: puso al dios-luna asirio, Sin, por encima del dios principal Marduk, que simbolizaba no solamente la fe de Babilonia sino la mismísima ciudad y al mismo pueblo.” Por entender que el hecho, producido hacia el 600 a.C., época en que sabemos que el cromlech pirenaico se encontraba en vigencia y el dios lunar Sin lucía y señalaba nombre y efemérides en más de una montaña pirenaica.

Visto el  folleto de Joel T. Hermansen, desde un punto de vista cronológico factible de sintonizar con el cromlech pirenaico, los pueblos que primeramente debiéramos citar son los más próximos en el tiempo a las tecnologías y religiones susceptibles encontrar paralelismos con aquél, siguiendo la cronología establecida por este autor, los pueblos cuya historia, conocimientos, creencia, legua, etc., más aconsejables de comenzar a estudiar, serían: los amoritas, 1800-1530 a.C.; los hititas, 1530-1170 a.C.; los casitas, 1530-1170 a.C.; los asirios, 1170-612 a.C.; los caldeos (no babilonios), 619-539 a.C. A vista de Etana, alguno de ellos, en el escrito de Hermansen, cuenta con algún hecho digno de destacarse o que sorprende:

- En el último párrafo referido a los amoritas, expone: “No obstante, los amoritas importaron un nuevo dios de la religión sumeria, Marduk, el cual elevaron a la primera posición del panteón por encima de los otros dioses. Como los amoritas, no creían en otra vida después de la muerte, así como los sumerios, la religión amorita se concentraba inexorablemente en este mundo.” En algún sitio he leído con mucha posterioridad que Marduk, fue uno de los primeros intentos de monoteísmo.

- De los hititas, casi centrados en las tablas Mul.Apin, me ha interesado: “Los hititas están envueltos en niebla y misterio; no sabemos desde donde llegaron, y por largo tiempo la lengua que hablaban fue indescifrable. Al fin, resultó que eran indoeuropeos, es decir, que hablaban una lengua de la familia de las lenguas indoeuropeas, que incluye inglés, alemán, griego, latín, persa y las lenguas de la India.” “... después de la conquista de Mesopotamia, los Hititas adoptaron las leyes, la religión y la literatura de los antiguos babilonios continuando la larga herencia de la cultura sumeria.”...”Así los hititas son los grandes vendedores de la cultura construida por los sumerios adoptada y modificada por los últimos pueblos mesopotámicos. Porque los hititas, cuando los hebreos emigraron a Caná a las ordenes de Moises fundaron un pueblo, los cananitas, que eran, culturalmente hablando, mesopotámicos. ”...” Los hititas adoptaron muchos dioses sumerios y de los Antiguos Babilonios. Lo extraño y difícil de los hititas, es que parecían haber reconocido que todos los dioses eran legítimamente dioses. Cada vez que conquistaban un pueblo, adoptaban los dioses de éste en su sistema religioso,..."

- De los asirios, sorprende y ayuda a imaginar un paralelismo con las técnicas utilizadas en el cromlech pirenaico: “..., sintiendo que el dios babilonio, Marduk, estaba enojado con ellos, reconstruyeron la ciudad y retornaron el ídolo Marduk a un templo en Babilonia. El último gran monarca de Asiria fue Asurbanipal —668-626 a.C.—, el cual no solamente extendió el imperio sino que también empezó un proyecto de reunir una biblioteca de tablillas de toda la literatura de Mesopotamia. Treinta mil tabillas permanecen todavía en la gran biblioteca de Asurbanipal en la ciudad de Nínive; estas tablillas son nuestra sola y mayor fuente de conocimientos de la cultura, mitos y literatura mesopotámicos.”...” La extraña paradoja de la cultura asiria fue su espectacular crecimiento en ciencia y matemáticas; lo cual puede ser explicado en parte por la obsesión asiria con la guerra e invasión. Entre las grandes invenciones matemáticas asirias se encuentra la división del círculo en 360º y estuvieron entre los primeros al inventar la longitud y la latitud en la navegación geográfica.”

- De los Caldeos o Neo Babilonios, llegados a la caída del poder asirio en Mesopotamia, de corta duración en el poder, y prácticamente coetáneos con el establecimiento del cromlech, cabe destacar y se repite, por encontrarlo ilustrativo, el último párrafo del escrito de Joel T. Hermansen: “El período completo dominado bajo los babilonios, de hecho, es un período de gran malestar para la hegemonía babilonia que fue continuamente puesta a prueba por los filo-asirios. Este conflicto daba un portazo en el imperio babilonio después de una dinastía de tan sólo cinco reyes, Babilonia en el 555 a.C. se puso bajo el control del rey leal a los asirios, Nabonido —555-539 a.C. —, que atacó la cultura babilonia en su corazón: puso al dios-luna asirio, Sin, por encima del dios principal Marduk, que simbolizaba no solamente la fe de Babilonia sino la mismísima ciudad y al mismo pueblo. Enojados y resentidos, los sacerdotes y aquellos fieles de Babilonia dieron la bienvenida a Ciro, conquistador de Persia,...”

Como resumen final personal, referido al cromlech pirenaico, deberíamos previamente, tratar de llenar la laguna histórica que omite al cromlech y su religión, antes de aludir a Grecia y luego a Roma que fue apagándose en plena cristianización del Imperio. Aparentemente, esa laguna debió de comenzar con los asirios y caldeos para terminar en la cristianización de la zona pirenaica y del norte peninsular, en época que de forma, un tanto imprecisa, se podría situar como hipótesis de trabajo entre el 1000 a.C. y el 400 de nuestra era, para darle fin, con la consagración del Camino de Santiago en el siglo XI. Alrededor de dos milenios que la protohistoria y la historia, primero hacen sus componendas, callan y miran para otro lado y, luego, a poco que se hurgue en el cromlech aparece la religión astral pirenaica. No. No encaja y canta. Iremos viendo.

Tras estos incisos realizados con ánimo, de remontar hasta las primeras fuentes históricas que pudieran dar soporte a la gestación de la religión pirenaica que se vislumbra al amparo del cromlech pirenaico, volvemos a enlazar con lo que se dijo en grandes hilvanes anteriormente desde la llegada de los romanos a los supuestos inicios de la cristianización, momento histórico en el que parece se produjo la ruptura y, al mismo tiempo, la fusión de las viejas ideas y las nuevas, el silencio de la historia apunta a que de forma discreta y en ocasiones con la ayuda de sincretismos. Se puede indagar en aquella época en busca de vestigios existentes necesitados de comprensión. En el Pirineo parece haberlos, cuando menos, en el propio crp, en la toponimia, en los santuarios primitivos y su evolución al cristianizarse, y en símbolos que perduran en la arquitectura del arte Románico. No obstante, el largo período de cristianización, de profunda importancia en el Pirineo, no puede sólo ceñirse a él, es preciso tener además en cuenta la cristianización en su conjunto tanto en Oriente como en Occidente, inmensa tarea que se sale del resumen-punto de partida que pretenden ser estas notas. Incluyendo geográficamente, al mismo tiempo, la correspondiente a la zona pirenaica, no sólo referida a la parte de montaña y de crps sino a la que se extendía de los ríos que nacían al sur del Pirineo hasta el Ebro, de las que se encuentra aceptable documentación como la reflejada en el artículo del inglés Rogers Collins: “El cristianismo y los habitantes de las montañas en época romana”. Collins con otros autores informa que la opinión más optimista apunta a una cierta cristianización hacia los comienzos del siglo IV en Calahorra, mientras que, la de los vascos de la montaña, según algunas fuentes, se pudieron cristianizar a fines del siglo VIII, se trata de fechas extremas en las que los diferentes eruditos y autores sobre la cuestión, no se terminan de poner de acuerdo. Entiendo que, en este caso, la exactitud es menos relevante que el hecho en sí: hubo períodos de importancia en cuanto a tiempo, en los que se evolucionó desde ser dominante la ‘religión astral pirenaica’, cuya principal expresión conocida es el crp, a serlo el cristianismo. Si tenemos en cuenta que la fecha de construcción del crp, se sitúa hacia el 600 a.C., nos encontramos, con que la religión que lo inspiró pudo tener una vigencia no cuestionada por otras religiones del orden de unos 1000 años y que el cristianismo pudo necesitar unos 400 años para convertir a la parte más reticente, las gentes de la montaña. El sincretismo final, que pudo terminar en la práctica unificación de ambas religiones, no debió de efectuarse en época muy distinta al de la identificación del primitivo ‘Camino de las Estrellas’ en el nuevo ‘Camino de Santiago’: en fecha imprecisa del siglo IX, encontraron los restos de Santiago el Mayor, que, en los siglos IX y X tuvo, a lo que parece, un carácter local; en el siglo XI, se produjo un fortalecimiento internacional de la ruta y en el siglo XII, se originó el auge de las peregrinaciones. Entre tanto, se fueron realizando distintos asentamientos que terminaron siendo hitos importantes del Camino: en 1076 se constituyó Jaca, casi al tiempo, en 1164 el ‘burgo’ de Estella; en 1122 Puente la Reina; San Cernin en Pamplona en 1129. Asentamientos francos que trajeron advocaciones como: San Martín, San Nicolás, San Saturnino, etc., y, sobre todo, nuevos modos de arte europeo.

No obstante, antes de implicarse en siquiera formular las desconocidas, por falta de referencias históricas, posibles características de una hipotética religión astral pirenaica, resulta imprescindible hacer un recorrido por las referencias históricas del mundo entonces —primer milenio a.C.— conocido, trabajo, en definitiva de historia de las religiones, que se puede abordar de muchas —demasiadas— maneras. Aquí, se han ido estudiando a partir del crp, y, por tanto, tratando de acercarse a la luz que pudieran dar las religiones astrales mesopotámicas, sin embargo, se ha contemplado también la cronología, dando preferencia a la época de construcción del crp, y, en consecuencia, al primer milenio a.C. Hecho que, acompañado por determinada toponimia, lo suficientemente extraña, precisa y fácil de constatar, lleva a la conclusión que es en Mesopotamia y en sus zonas limítrofes, y en las religiones habidas en éstas según escritos históricos, en donde se debe comenzar a hurgar y a seguir sus evoluciones, igualmente, históricas, para tratar de comenzar a esclarecer los orígenes de la religión astral pirenaica, teniendo sumo cuidado en no transgredir los límites de lo comprobable. La sorpresa es que el resultado final, al menos en lo referido al crp, no es el aceptado comúnmente, hecho imposible si se tratase de matemáticas donde siempre la suma de los mismos sumandos da igual resultado, aquí no, las conclusiones de una misma investigación histórica difieren; tal vez sea debido a no tener en cuenta con igual intensidad las distintas disciplinas, a estudiarlas desde otros puntos de vista, a incluir hechos diferentes o con énfasis inusuales que, actuando como nuevos o modificados sumandos, cambian el resultado, siempre identificado con los intereses del momento histórico y sus mandos.

Posibles indicios de la 'religión astral pirenaica'


1: Más, sobre el mundo de ultratumba en el triángulo núcleo y sus prolongaciones
Volviendo de nuevo a la Sierra de Aralar y a sus interpretaciones. Como se dijo al interpretar el Santuario de San Miguel de Aralar, esta sierra que constituye el límite SO del cromlech pirenaico, está repleta de enterramientos dolménicos, cuya presencia bien pudo ser el origen del nombre de la Sierra en fase anterior a la de cremación consustancial al cromlech pirenaico. En líneas generales, en la Antigüedad, el más allá, siempre se situaba al oeste. No puede sorprender, por tanto, que en el cromlech pirenaico se haya situado el mundo de ultratumba en el Oeste Extremo del mismo, en este caso, del triángulo nuclear del crp: Orhi-Aya-Txindoki. Triángulo de la casa de la luna creciente: e-uskaro. No obstante, mi impresión personal, es la de que no se puede situar todo el proceso religioso-funerario del norte peninsular en una misma época; por consiguiente, aunque el cromlech pirenaico forme parte de un todo geográfico, debieron de imperar en el tiempo, anteriormente y durante su construcción y vigencia, una sucesión de ideas y fases diferentes sobre su razón y significado. Entiendo que parece haber argumentos suficientes para establecer diferencias, principalmente, en cuanto se refiere a la cronología: lingüística, escatología, etc. De momento, no me encuentro capacitado para cuantificar esas diferencias. No obstante, se pueden realizar algunas observaciones cualitativas que pudieran ayudar a enunciar el problema, tras interpretar los datos observados con la ayuda de autores solventes. En este sentido la obra de Horowitz y los diccionarios de sumerio citados son suficientes para iniciar un desbroce. Hemos dicho, como se puede leer en numerosos libros sobre la cuestión, que en la Antigüedad creían que los humanos al morir se marchaban por un lugar del Occidente Extremo. Hay buenas razones para pensar que en el norte de la Península Ibérica, se cumple la teoría. De un lado, en el límite del cromlech pirenaico, y, sobre todo del que hemos llamado ‘triángulo nuclear’, a su llegada al supuesto mar circundante, por el golfo de Kas.ku.ug5.na: Camino.lugar. de los muertos. Siguiendo además, la interpretación dada por Horowitz —entre otros—, para arali = arallu, pp. 268, 270-71, 282-84, y 353 de su Mesopotamian Cosmic Geography, para designar el mundo de ultratumba, se aprecia una clara relación entre estos dos vocablos y el nombre actual de la sierra: Aralar. La Sierra de Aralar, abundante en enterramientos dolménicos, y situada precisamente en el Occidente Último del cromlech pirenaico, y con comunicación directa al mar circular, vía el río Araxes, pudiera responder, respecto al cromlech, a este significado de más allá, diría, entre dudas, que en época anterior a la prolongación del Camino de las Estrellas desde el golfo de Gascuña hacia Coruña y Finisterre que bien pudo conectar con el cromlech pirenaico, y cambiar de sentido, al descubrimiento del sepulcro del Santo. Arali y Arallu son palabras utilizadas comúnmente en acadio para designar el ‘mundo de ultratumba’ y rara vez en escritos en sumerio. En la búsqueda, de toponimia apropiada, singular e intacta que se viene realizando desde el Pirineo Central hasta el Atlántico por el Camino de las estrellas destaca la hoy Coruña que, dada su situación geográfica y la toponimia circundante, con la inspiración de Horowitz, p. 281, podría haber significado en su origen sumerio: ‘Tierra de los humanos muertos’ = Kur.ug5.na. Horowitz, después de traducir el pasaje del cual transcribe el nombre, concluye la cita diciendo: “(Akk.: Queda claro: el sol se acostaba para ellos hacia ‘La tierra de los muertos’.)” Tal vez pensaron al revés: los muertos se acuestan al oeste con el sol, pero, nada que oponer, con independencia de algunas inexactitudes que haya cometido o pueda cometer personalmente en el futuro. Es patente, también, que existen suficientes vestigios para demostrar que el cromlech pirenaico y el Camino de las estrellas, tienen su origen dentro de la filosofía y creencias de las gentes que nominaron y vieron de una manera especial estas tierras. De forma esquemática, yendo de montaña a montaña, podríamos resumir este territorio alineado dentro de la Cordillera Cantábrica y alrededor del trazado: Pirineo, Sierra de Aralar, montes del Duranguesado, parte central de la Cordillera Cantábrica con Picos de Europa, y luego, en la parte oeste, hasta el Atlántico, incluye las zonas montañosas de: León, Asturias, Lugo y La Coruña donde se sitúan Santiago de Compostela y el cabo de Finisterre. Creo también que, cronológicamente, el cromlech pirenaico, parece anterior a la prolongación del Camino de las Estrellas hasta Finisterre. La razón de este supuesto es que los constructores del cromlech pirenaico creyeron en un comienzo, que el punto más al oeste del mar circular que rodeaba la oblonga tierra en su parte más ancha, terminaba en el Golfo de Gascuña o Vizcaya. Más tarde, pudieron observar que el sol y las estrellas de Anu continuaban su marcha terrestre más al oeste, hasta Finisterre.

En la Sierra de Aralar, y más concretamente en su extremo sur-occidental, límite espiritual del cromlech pirenaico, y hoy de las tres provincias: Navarra, Guipúzcoa y Álava, concretado en el lado oriental de la Sierra de Urkilla está el inicio de la divisoria de aguas Atlántico-Mediterráneo. Al sur del extremo oriental de Urkilla nace el río Araya para convertirse al poco en el río Arakil cuyo valle constituye el límite sur de la Sierra de Aralar.

2: Del paisaje que da consistencia al triángulo de la luna creciente
Montes señeros que hacen el paisaje nuclear del cromlech, son: Peñas de Aia, Pico de Orhi y Txindoki. Entre ellos forman un triángulo, en cuyo interior y proximidades, se encuentra el más coherente y nutrido número de círculos relacionados entre sí como conjunto, de todo el cromlech pirenaico. De la relación de montes y estrellas en los cuatro ejes citados y del citado triángulo iremos hablando al tratar individualmente los grupos de cromlechs que componen el alineamiento N-S: Peñas de Aia-Loizate. Antes, sin embargo, conviene hacer hincapié en que no estamos mirando ni elucubrando sobre estas cuestiones con ojos de hoy. Hoy la ciencia está en otro estadio presuntamente superior para imaginar la realidad del mundo, aunque, personalmente, creo que para intentar adivinar lo que pudieron pensar es mejor bajar unos peldaños y tratar de ponerse a su altura científica no a la de nuestra época —un astrofísico actual podrá sacar veinte o mil decimales al presunto punto exacto de retorno del sol o de la luna en un solsticio; pero, es más simple, basta ir sobre el terreno y ver… —, con la garantía sobre su nivel que nos pueden ofrecer escritos, más o menos, coetáneos, que siempre apuntan hacia una cierta posición del pensamiento y creencias de su época y de la inmediata anterior; así, Platón, en Timeo 47ª, dice: “De hecho, en mi opinión, la vista ha sido creada para ser, en provecho nuestro, la causa de mayor utilidad; en efecto, de las conjeturas que estamos haciendo sobre el universo, ninguna hubiera podido hacerse jamás si no hubiéramos visto los astros, ni el sol, ni el cielo. Pero, en el estado actual de las cosas, es la visión del día, de la noche, de los meses, y del retorno regular de los años, es el espectáculo de los equinoccios y de los solsticios, quienes han traído la invención del número, quien ha dado el conocimiento del tiempo y quien ha permitido las investigaciones sobre la naturaleza del universo.” Platón, dando forma, a cuanto apuntan los retazos de conocimientos que vamos recibiendo de Mesopotamia, anunciaba ya, como punta de lanza de investigaciones futuras la supremacía de lo numérico —ahora digital— frente lo analógico. Entiendo, además, con referencia al cromlech pirenaico, que éste y su mundo es pura analogía, aunque nuestro prurito científico actual, se empeña en estudiarlo desde la más exquisita de las purezas modernas. Platón, más adelante, en el mismo Timeo, se sumerge en elucubraciones matemático-geométricas diversas, triángulos incluidos y, digamos, patina. A los sitios, aún con las armas adecuadas y la inteligencia más despierta, como Platón, no se puede llegar demasiado pronto. Te faltan instrumentos, no te explicas, no te entienden.

—Y, esto, ¿qué tiene que ver con el cromlech pirenaico?

— No lo sé bien; pero el cromlech pirenaico y su significado son pura analogía. Analogía nacida del límite y del paisaje. De un límite neto que resulta adecuado para medir analógicamente. Metidos en un paisaje en el que idealmente pensaban que debería de tener encaje natural un determinado fenómeno celeste en la tierra, terminaban por observar que existían limitaciones geográficas y rectificaban haciendo un apaño, como a veces se ve y tal sucede con la representación en preciso eje N-S de los alineamientos de grupos de cromlechs existentes entre Peñas de Aia y Loizateko Soroa, realizada al parecer con la sola intención de situar a la luna, en el solsticio de verano, en su punto de virada de más al sur, sobre Txindoki. Se advierte un acomodo con el modelo, digamos, con la ‘creencia ideal’. Platón, lo ve claro y, en resumen, nos viene a decir: ‘la vista, la observación en definitiva, es el mejor instrumento que poseemos para conocer el universo.’ Después, él mismo, sin querer, como consecuencia de las deficiencias e insuficiencias de las observaciones, no alcanza a ver el límite de elucubración que hubieran permitido las observaciones veraces de hoy, y se adentra en laberintos sin salida que pasan: por los elementos —cuatro, cita—; por el plano; por triángulos ideales y por diversos conceptos, cuyo modelo final ni concuerda con realidad alguna, ni ha dejado huella. Sencillamente: en eso no sintonizó con el futuro y trató de sintetizar sin datos suficientes. Hoy, todavía a falta de datos, los científicos van adentrándose lentamente en el conocimiento del universo, con datos más precisos, tratando de meterse en laberintos con salida al modelo real; la época de Platón resultó demasiado temprana. Nuevas observaciones, investigaciones, etc., como queramos llamarlas, han ido cambiando los modelos, aunque, tengo la impresión de que, todavía, no es que no sepan de qué se trata, que por supuesto no saben, al menos, en su totalidad, es que, tal vez, no alcancen a poder hacerse las preguntas adecuadas, por falta de datos, como Platón. Por el contrario, Platón, acertó de pleno al suponer que nuestros ojos y la información que proporcionan, son la mejor herramienta de aproximación al conocimiento y permiten el único acercamiento científico que puede manejar el hombre: la observación. El problema suele estar en que no siempre apuntamos y observamos en la dirección adecuada para buscar respuesta a la pregunta, con frecuencia inadecuada, que nos planteamos.

Estoy dando un repaso, a los cromlech situados dentro y en las cercanías del triángulo formado por: el Pico de Orhi, las Peñas de Aia y el monte Txindoki, cumbre señera de la sierra de Aralar. Orhi y Txindoki tienen, vistos desde algunos lados aspecto claramente piramidal, Peñas de Aia consta de tres cumbres principales; puestos a imaginar, el carácter trino del terceto, puede constituir una de las de su elección como centro espiritual del cromlech. Dentro del citado triángulo y en sus aledaños se encuentra la mayor concentración de cromlech pirenaicos y, diría los mejor conservados como conjunto y, en consecuencia, los que se prestan a una mejor interpretación, con la ayuda inestimable de otras montañas singulares emplazadas en su entorno, cuyas posiciones parecen elegidas con instrumentos digitales modernos, más que fruto, como es el caso, de una ordenación casual procedente de la remota época en la que se formó la cordillera, nacida como siempre del caos y con formas de caos, que, eso sí, luego, a los hombres, nos da por ordenar de alguna manera.

Creo, diría, me parece, que al cromlech pirenaico, nació de mentes buscadoras de analogías cielo-tierra en el límite oeste de ésta. Fraguaron su idea a comienzos del primer milenio a.C., no pudieron darle forma ni, menos, plasmarlo sobre el terreno, hasta no advertir las particularidades de éste. Parece lógico, además, que para percatarse de las características del territorio, fuesen necesarios unos determinados conocimientos, tal vez, imbuidos dentro de una idea de búsqueda previa de signos y similitudes cielo-tierra; por tanto, se intuye, tras estudiar las creencias de la época, una especie de búsqueda de una tierra prometida en el Extremo Oeste, junto al mar circular. Aceptando este supuesto con todos los reparos que se quieran y quiero, hay algo —me veo obligado a utilizar sin remilgos la primera persona— que me desconcierta: hace falta tiempo, mucho tiempo, para percatarse de lo que he llamado, con imprecisión, características de un terreno, en referencia a sus condiciones, a su esencia. Características y aptitudes, para qué: ¿Para plantar nabos o para que pasten las ovejas?; ¿para relacionarlo con algo?, el firmamento por ejemplo; ¿para ver los lugares por donde salen los astros y como están situadas las montañas respecto a ellos? Cosas así, de la época, unas de pastores y otras, continuando con la imprecisión, de caldeos —en sentido de sacerdotes. Desconcierta.

—¿Qué desconcierta?

—Hace falta tiempo, mucho tiempo, de estancia sobre el terreno para captar sus condiciones para esto o para lo otro. Las preguntas y razones del pastor se comprenden, incluso se entiende que pueda plantearse cuestiones intermedias para determinar cuando debe subir o bajar el ganado de los pastos. Es cuestión de tiempo, el que necesitó para observarlo, pero se aprecia coherencia. Las razones y la persistencia del caldeo en el empeño que culminó en la vasta construcción del cromlech pirenaico, son menos previsibles y aventurar una aproximación a éstas, resulta más complejo y aleatorio. No vamos a entrar en ellas, en esta ocasión, se prefiere tratar de asir y analizar los hechos que están presentes, aunque sin ponerse de manifiesto, desde el primer día; están olvidados, no existen, los he presentado en escritos anteriores, en el libro y en Internet, pero quito énfasis, al repensar e ir escribiendo percepciones complementarias.

Para explicarlo vuelvo al terreno, a croquis ya presentados y a los mapas existentes. No veo otra forma de aproximación a los pensamientos del caldeo: contemplar su obra sobre el terreno. Si subjetivos fueron los sentimientos que impulsaron al caldeo a buscar y obtener ayuda para plasmar sobre el terreno lo que no puede interpretarse más que como un apéndice del conjunto de sus creencias, que, sin embargo, muestran en su expresión conocimientos en astronomía y topografía, independientes de cualquier creencia que tuviera o podamos atribuirle, más subjetivo sería tratar de adivinar éstas; en consecuencia, dejo de lado los motivos que impulsaron la construcción del cromlech pirenaico para centrarme en él en la zona que considero crucial: en su límite oeste; en la mejor conservada como conjunto; en la que resultan más expresivas y reconocibles sus representaciones; en mi zona, la que más he pateado y conozco mejor, donde se encuentran las Peñas de Aia, en fin, donde diría que estoy más capacitado para distinguir entre lo objetivo y lo subjetivo. Suponer que en el triángulo: Orhi-Peñas de Aia-Txindoki, sobre todo si añadimos, el paisaje hasta su horizonte límite, visto en la otoñada en día despejado de viento sur, y los grupos de cromlech pirenaicos que se encuentran fuera y al NE del lado del lado Orhi-Peñas de Aia, se descubre el más representativo de los conjuntos de cromlechs de todo el Pirineo, el mejor conservado —a pesar de carencias y deterioros— y más fácil de entender y explicar su significado, me parece un hecho objetivo. Pensar que en la época en que se construyó el cromlech pirenaico, fue tenido en cuenta el citado triángulo como tal y, debido a ello y a su situación se construyeron los grupos de cromlech pirenaicos, me parece una hipótesis subjetiva que, sin embargo, metido en el mundo de la subjetividad, digamos, analógica, que inspiró el cromlech pirenaico, acepto por su coherencia topográfico astronómica. Ahora bien, en el siglo XXI, en plena paranoia de la precisión digital, lo acepto como juego, pero, lo acepto: cautiva la búsqueda de certezas aproximadas de la fe entusiasta del ayer en la niebla papanatas de lo consagrado pero no creído del hoy.

En el citado triángulo, antes de que el hombre comenzase a mirar, estaban las montañas con su singularidad y formas, su emplazamiento y orientación, su posición respecto a ríos y mares, etc. Particularidades, que, vistas como conjunto pueden ayudar: a urdir con ellas fantasías o hacerles partícipes de mitos existentes o nacientes; a imaginar y señalar fronteras; a buscar equivalencias diversas: geométricas, celestes, e, incluso a desarrollar y plasmar en tierra los principios de una astronomía elemental e incipiente observable en el firmamento, etc. El lienzo es el terreno, mapa mudo todavía sin nombres, tachonado por sus accidentes. El modelo, son los astros y su rodar, principalmente el sol y la luna, cuyas entradas y salidas en el horizonte, pintaban límites con rayos de tinta invisible pero duradera, tanto, que persiste en cuanto la observación intencionada resucita su visibilidad. Lo perdurable: el lienzo y la obra, hoy están acompañados por dos vestigios más deteriorados realizados por el hombre: el cromlech pirenaico y determinados topónimos. Estos, cromlech pirenaicos y topónimos, aún con el deterioro sufrido en ambos por el paso del tiempo y nuestra ayuda, muestran sin lugar a dudas, aunque, con variantes, que: los creadores de unos y otros, los constructores ilustrados, actuaron inspirándose en conocimientos astronómicos. Con esta premisa, mirando el interior del triángulo, observamos la existencia, en destacadas posiciones de la rosa de los vientos, de ejes internos puestos de manifiesto por la orografía y los grupos de cromlech pirenaicos, obligando a cualquier observador a considerar que, con bastante probabilidad, dichos ejes y la orientación de las montañas que los forman, fueron también observados y tenidos en cuenta por los constructores de los cromlech pirenaicos de la zona, propiciando la construcción ordenada, siguiendo criterios geo-astronómicos, de grupos de cromlechs que, todavía hoy, podemos ver en ejes predeterminados señalados por la posición de montañas singulares. Entre los ejes supuestos dentro del triángulo de la luna naciente, , en orientación E-O, se pueden observar (Enlace a croquis inicial, incluido eje N-S):

1- Eje E-O, al filo de los 43º 15’ de latitud norte: cromlechs de Maistrugain-monte Izu-monte Altueta-cromlechs de Ezio-Adarra-macizo de Izarraitz. Maistrugain, al este, se encuentra fuera del triángulo y sus cromlechs hacen un guiño al Orhi y otro al sur, en el collado situado entre el monte Gorramendi y la peña de Aizpitxa, al igual que al oeste, al otro extremo del eje, destaca en el horizonte el macizo de Izarraitz —peña de la estrella— coronado por su punto culminante el monte Erlo —monte pelado y costanero, también en lengua vasca.

2- Más al sur, se encuentra el eje E-O, al filo de los 43º 10’ de latitud norte: monte Auza- monte Mendaur-Ekaitza-Loizate-Auntbizkar-Deskargako Arrieta-Abade Kurutz-monte Ernio. En este eje, están emplazados grupos de cromlech pirenaicos desde Auza —cromlechs del collado de Elorrieta, situado, de otra parte, en la línea imaginaria que une el Pico de Orhi y las Peñas de Aia—, hasta el Abade Kurutz, donde en su ladera hacia el río Leizarán, limite oeste del cromlech pirenaico —dicen, pero... —, también hubo en este lugar un grupo de cromlech pirenaicos hoy desaparecido, pero que se alineaba en igual dirección al singular monte Ernio. En este eje, adaptándose al terreno, existen todavía del orden de una decena de grupos de cromlech.

3- Más al sur todavía, cabe reseñar, al filo de los 43º 02’ de latitud norte, el eje que partiendo de Okabe, situado también dentro del lado Orhi-Peñas de Aia del triángulo en estudio, como Adartza y Auza, continúa hasta Txindoki —43º 01’25 de latitud—, montaña de semejanza piramidal, como Orhi, señera de la Sierra de Aralar. En la línea-banda E-O Okabe-Txindoki, se encuentran montañas singulares como: Errozate, Urkulu, Lindux, Adi, Sayoa, Belate, a cuya vera hay grupos de cromlechs muy interesantes, coherentes con su emplazamiento y con el significado astronómico que venimos dando a estos monumentos —bastantes sin publicar todavía su significado—. Este eje, creo que para los constructores del cromlech pirenaico, amantes y observadores de todo tipo de analogías, comenzaba en Orhi —latitud: 42º 59’ 22” N— y por ambigua banda, como la de la Vía Láctea, continuaba en primera instancia hasta Txindoki. En este eje-banda, se observan dos particularidades: a- pertenece a la divisoria de aguas atlántico-mediterránea y b- constituye el límite sur del cromlech pirenaico en la parte oeste del territorio que ocupa. Diría que la segunda característica es consecuencia de la primera.

4- El eje N-S, que comienza en Peñas de Aia — latitud N: 43º 16’ y longitud oeste: 1º 47’—, o, a su vera este: Risco de San Antón, en cuyas proximidades en este eje hacia el sur, desde Peñas de Aia, en ancha banda, situados al son que tocan los accidentes del terreno, se erigen los grupos de cromlech pirenaicos de: Aguiña I, II, III y IV, Gatzarrieta I y II, Burnaiztietako Lepoa, Bidangoko Gaña, Elutxo Arria, Enobieta Txikia, Pagolleta I, Pagolletako Gaña, Izu, Izurrizti I y II, Baraxar Pagoxar, Beltzunza, Gerasunko Ataka, Ibintza, Iraingo Ataka y Loizateko Soroa. Los Agiña, pertenecen a la cuenca del Bidasoa; el resto a la del Urumea.
Este eje N-S, que sale de Peñas de Aia y llega, un poco al SO, hasta los grupos de cromlech emplazados en el cordal Erakurri-Iruñarri, línea divisoria de aguas entre los ríos Urumea y Bidasoa, fuera de los barrancos profundos existentes en el eje N-S preciso, como corresponde a las posibilidades del terreno y a las necesidades de los constructores, tanto de encontrar el lugar adecuado para representar unas efemérides astronómicas determinadas, como un emplazamiento geográfico para poder observar a Sirio, al sol y a la luna solsticiales desde su situación, en este caso los cromlech de Olegi, en el cercano Balerdi, una de las cima importantes del rocoso frontal oeste de la sierra de Aralar: Balerdi-Artubi-Txindoki . En cualquier caso en los cromlech pirenaicos de Olegi, collado existente entre los montes Erakurri e Iruñarri, plasman de otra forma, en efeméride similar, a la representada en Loizateko Soroa sobre Txindoki, dando, además, fin por el sur a los cromlech del eje N-S que arranca en Peñas de Aia. Sí y no; en cualquier caso, no es todo. Volveremos sobre ello.

5- Bajo este tipo de coordenadas, en el interior del triángulo Orhi-Aia-Txindoki, límite del cromlech pirenaico por el oeste, las montañas y los grupos de cromlechs dibujan y se distribuyen en tierra por una especie de cruz de Lorena imaginaria cuyo eje vertical arranca de Peñas de Aia hacia el sur y los horizontales E-O los dibujan al norte la línea Izu-Adarra y sus prolongaciones en igual sentido, y, más al sur el alineamiento de montañas Auza-Medaur Ekaitza-Loizate-Abadekurutz-Hernio, éste fuera ya de la zona límite del cromlech pirenaico. Es decir, señalaban ya un evidente interés por el ordenamiento geográfico, que se confirma interpretando el significado celeste de los diferentes grupos de cromlechs y la toponimia que les acoge y circunda, por medio de analogías cielo-tierra, camino inicial de lo que hoy definiríamos como un sistema de coordenadas. Este presunto sistema de coordenadas, N-S y E-O, lo completarían dos ejes en cruz de San Andrés que, diría, pudieran ser origen de innumerables topónimos y nombres hoy enmascarados por mor y temor de ofender correcciones religiosas remotas y de origen olvidado, que continúan siendo inconsciente tabú. Estos ejes son los de 60-240 y de 120-300 grados. El primero relacionado, en el extremo de los 60º con la salida del sol en el solsticio de verano y de la luna en el de invierno, y por el lado de los 240º con el ocaso del sol en el solsticio de invierno y el de la luna en el de verano, y, el segundo referente, por el lado de los 120º a la salida del sol en el solsticio de invierno y la de la luna en el de verano, y por el extremo de los 300º alusivo al ocaso del sol en el solsticio de invierno y de la luna en el de verano. En cambio las efemérides referentes a la luna llena se suelen observar a mitad de mes, hacia el día 15, en razón a la práctica oposición en el zodíaco esos días de ambos luna llena y sol, de forma que cuando el sol se encuentra en un punto zodiacal determinado la luna llena se halla en el lado opuesto, a 180º, solsticios incluidos.

En el triángulo Orhi-Aia-Txindoki, parece que construyeron los grupos de cromlechs en razón a las características del terreno, ideal para reflejar las ideas religiosas y prácticas que tenían in mente — llegada de las almas de los muertos al mar circular; asociar dioses celestes encarnados por astros en montañas singulares; señalar solsticios y equinoccios; equiparar los ciclos lunar y solar, etc.—, y al hecho de que sus montes más singulares subrayan el sistema de coordenadas apuntado. Este núcleo, se presta a interpretaciones, desarrollos y analogías, dentro de muy diferentes disciplinas, buena parte de las cuales, podemos considerar científicas. Por ejemplo, desde un punto de vista geométrico, vemos que trasladando Peñas de Aia, al centro de un crismón de 6 ejes, separados por 60º cada uno, en el extremo del eje solsticial 120º-300º, a 120º está situado el Pico de Orhi. Si, idealmente, aplicásemos igual criterio al otro eje solsticial 60º-240º, en el extremo de 240º debería de estar Txindoki. En la realidad no es así. Txindoki se encuentra en el interior de ese triángulo ideal simbolizado y concretado en el crismón, en números redondos a unos 220º de Peñas de Aia, no a los 240º necesarios. Ésta, al primer golpe de vista, aparente falta de exactitud matemática, y, en consecuencia, achacable a una ausencia de intencionalidad, por parte de los constructores del cromlech pirenaico, de señalar los puntos solsticiales en el vértice del triángulo adjudicado a Txindoki, se va difuminando, al ir poniéndose de manifiesto, al estudiar otros aspectos presentes tanto en el terreno, como en los cromlechs y en la propia toponimia, hasta llegar a la razonable conclusión de que se vieron obligados a realizar algunos artificios de emplazamiento para adaptar, al terreno y geografía existentes, las ideas que pretendían plasmar, con el pie forzado de que las montañas de referencia, elegidas por su prestancia y características, debían de ocupar una determinada posición que en el caso de Txindoki no cumplía. Las sutilezas que realizaron para salvar este escollo no significan desconocimiento técnico sino todo lo contrario. Dicen que ‘el papel lo aguanta todo’. Será cierto; pero, proyectar representando en el suelo, no en un papel, hechos que se observan en los cielos, obligan a adaptarse al terreno, a sus fortuitos mojones: sus montañas, picos y sus alineamientos, ríos, mares, etc. que fuerzan a los observadores-autores a adoptar soluciones de compromiso, que, sobre el papel consideraríamos imprecisas, y, sobre el terreno, resultan ingeniosas y sutiles, además de evidentes. Veamos.

Si, con la referencia norte de Peñas de Aia, pretendiésemos ver Txindoki a 240º —punto de ocultación del sol en el solsticio de invierno y de la luna en el de verano—, una forma ordenada y geométrica, de ¿ciencia? empírica, de hacerlo dentro del triángulo, Orhi-Aia-Txindoki, sería la de ir bajando de Peñas de Aia hacia el sur con la mayor precisión que admita el terreno. Si desde Peñas de Aia se ve Txindoki a unos 220º, cuanto más al sur caminemos lo veremos a mayor número de grados, hasta, dentro del triángulo todavía, llegar a la banda imaginaria que une el Pico de Orhi con Txindoki, desde donde se vería a unos 270º. Es decir que para verlo a 240º, hay que bajar desde Peñas de Aia, hacia el sur, hasta que llegados a punto, que se encuentra al pie del monte Loizate, se ve Txindoki por esos grados. Dicho punto, o pequeña zona —trato de ver como ellos, de forma analógica, no digital como ahora se puede representar con instrumentos sobre un papel—, se encuentran en los grupos de cromlech pirenaicos de Iraingo Ataka: 0100-03-13 y Loizateko Soroa: 0100-03-14. Que, en realidad, forman parte eje que sale al pie oeste de Peñas de Aia, del del Risco de San Antón, hacia el sur desde los grupos de cromlech de Agiña y termina en el grupo de Loizateko Soroa.

Más adelante de Loizateko Soroa, en la franja de grupos de cromlechs que viene de Peñas de Aia y discurre hacia el sur: no construyeron más cromlechs. Causa: el objetivo de observar  la luna solsticial en Txindoki como punto de vuelta en el solsticio de verano, ya se había alcanzado. A Txindoki se le lee bien como Sin-du-ki, luego está nominado en sumerio; Sin, fue el dios Luna, por tanto también se trata de un asunto religioso, importante o muy importante, que en realidad forma parte de los doscientos km de construcciones realizadas en la montaña, en buena parte tomada como mojón y expresión de una idea. Formando un todo referido a la antigua religión astral. Resulta obvio suponer las dificultades y el tiempo que debió de costar desmontar una obra tan bien anclada con razonamientos sobre el terreno, tan espiritual para todos y de tan fácil comprensión física para los mejor preparados en los conocimientos de su tiempo, sobre todo en astronomía y topografía. Se entiende o parece, que los sincretismos que se debieron acordar, entre los mandatarios montañeses y los cristianos antes de llegar a un acuerdo definitivo, logrado con renuncias espirituales, pérdidas de poder de muchos, de la vida de otros y beneficios bastardos para algunos, tuvieron que constituir la principal y más digna salida, a la desaparición de la religión astral pirenaica y su integración en el cristianismo.

Más al este y sur, emplazaron más cromlech en el cordal Erakurri-Iruñarri, los de Olegi, por ejemplo vienen a expresar algo similar a los que se supone hubo en Loizateko Soroa, utilizando como referencia al Balerdi en lugar de a Txindoki.

Qué tiene que ver todo esto en un apartado de religión, se preguntará alguno conmigo. Hoy diría que poco o nada, pero en aquella época, en la que ni se hacían ni se pretendían hacer, claros distingos entre materias subdividiéndolas en disciplinas diferentes, tal vez tratasen de ver la realidad como un todo indivisible. La subdivisión, el aislamiento en elementos individuales, puede estar bien para analizar y aprender, pero hay momentos en la vida, sobre todo de los pueblos primitivos que la gente puede estar más interesada en la sencillez y simplicidad del todo. En lo comprensible y fácil de entender: cuando el sol o la luna llegue allí, subimos las ovejas a la montaña; cuando llegue a la otra las bajamos; nuestros espíritus o almas cuando muramos se van por el mar ese donde cae el sol; el triángulo, por entonces santak. Los dioses estaban en los cielos y en las montañas, acompañaban a las almas que se iban con las estrellas por el oeste, te indicaban cuando se debía subir y bajar el ganado de los pastos de altura, anunciaban todo y lo mismo servían para un roto que para un descosido. En fin, todo estaba ligado.

Retazo lingüístico-religioso:


Me parece que los nominadores de tierras y accidentes geográficos, tuvieron en cuenta al nominar, el citado sistema de coordenadas, procedente de criterios geo-astronómicos. Este sistema, en ocasiones, estuvo relacionado e incluso subordinado a criterios de orden religioso. Teniendo en cuenta, el aceptable número de topónimos a los que aplicando este criterio, cobra sentido su significado utilizando las lenguas de la época con referencia histórica, es dado pensar con visos de verosimilitud, que fueron éstas las que fueron utilizadas.

— ¿De qué lenguas podríamos estar hablando?
Esta pregunta, y las que en racimo le acompañan, vienen exponiéndose con la timidez, inseguridad y torpeza de quien no sabe bien de qué habla ni qué vislumbra, aunque, tiene claro que algo ve y la certeza de que se explica con claridad o se pierde una vía de investigación fértil; en consecuencia esta pregunta se ha planteado, desde la publicación de Del crónlech pirenaico (Descodificación astronómica de una religión olvidada), cientos de veces, y, en ocasiones, se ha iniciado la redacción de unas notas que siempre han quedado inconclusas, o, mejor, incompletas. El seguimiento e interés encontrado en un sendero, a todas luces interesante, pero secundario del camino principal, acaba dejando la búsqueda y conclusión del primero para mejor ocasión, con la esperanza de obtener antes la información necesaria para dar una respuesta definitiva. Con el tiempo, se adquiriere más, mejor información y más fiable; sin embargo, de una parte es todavía insuficiente tratándose de materia tan compleja, además de sensible y llena de ideas preconcebidas sacralizadas y, de otra, resultan demasiados años recorriendo estas cuestiones para, ya en mi recta final, silenciarlas. Así que, con el debido respeto hacia las ideas ajenas, a quienes las sostienen o se consideran dignos valedores, y, sobre todo, a sus conocimientos, se comienza con boca y letra pequeñas, transcribiendo de escritos no publicados, nuevos retazos de las inacabadas reflexiones anteriores.

No es asunto muy fiable la etimología de conveniencia, pero es cierto que orientada bajo un punto de vista, principalmente, geo-religioso-astronómico, en la zona del cromlech pirenaico y del Camino, se obtienen resultados de gran coherencia tanto particular como general. El problema inicial está en la lengua bajo la que debe ser estudiado un determinado topónimo. En este esbozo de trabajo de etimología de los topónimos del cromlech pirenaico y del Camino, se llegó a pensar que los topónimos que parecen más antiguos y originales, encuentran mayor sentido y coherencia, utilizando el sumerio, el acadio y el vasco. Algunos ejemplos justifican esta preferencia adquirida, poco a poco y sin advertirlo. Desde que se inició el trabajo; el autor, fue adquiriendo esta creencia indagando en los orígenes de la astronomía que inspiró el cromlech pirenaico, después de haber llegado a la conclusión, con la ayuda de la astronomía greco-romana, del carácter astronómico de estos monumentos. Con posterioridad, al ver que el cromlech pirenaico era anterior a ésta, la propuesta derivó a que la astronomía presente en el cromlech pirenaico es de origen mesopotámico. Supuesto que, la práctica y el estudio terminaron por confirmar; entonces, la siguiente pregunta que surgió fue: ¿estarán presentes sus lenguas en la toponimia del crónlech? Estaban, como también se encontraba presente el vasco. Es más, su influencia se extiende a lo largo del Camino, y, diría, que del resto de la Península, pero este es asunto no estudiado y desbordante del que no se va a hablar en el trabajo.
Las primeras insinuaciones sobre una posible presencia de lenguas, digamos generalizando con discutible propiedad, anatolias, llegaron de diversas lecturas sobre geografía cósmica y astronomía mesopotámicas, entre ellas venimos destacando el tratado de Wayne Horowitz: Mesopotamian Cosmic Geography. De éste, en el transcurso de su lectura, estudio y consulta orientados en dirección bien diferente a la toponímica, se han ido fijando en la mente del autor, una serie de nombres y vocablos, semejantes a muchos topónimos existentes todavía en el norte peninsular y que se pueden relacionar entre sí cobrando forma como conjunto dentro del espacio físico que ocupan. No se trata de una impresión personal, sino de una evidencia digna de estudio cuya certeza se ha ido alcanzando paulatinamente. Bien es verdad que, como en toda novedad, no se barrunta en cuatro días, se tarda, algunos tardamos, años. Al inicio, se observan semejanzas aisladas, en diferentes lenguas, difíciles de clasificar y de dar sentido unitario, después, se percibe que, tal vez, para encontrar un sentido general como sistema a todos los topónimos que van cobrando un significado coherente individualmente, sea preciso limitar la búsqueda, cuando menos: en el tiempo, en el espacio, en las lenguas que utilizaron y desde el punto de vista bajo el que nominaron, no es lo mismo nominar las calles de una barriada pensando en flores que en reyes godos, las calles terminan llamándose de forma diferente. Alberto Porlan en el epílogo de Los nombres de Europa, mirando en otra dirección y con otros objetivos, dice algo similar:
“Si se acepta ahora que existió este patrón territorial común, se abre la esclusa a un torrente de preguntas que apelan a varias ciencias diferentes, desde la topografía a la historia de las religiones. ¿Quiénes implantaron el sistema? ¿En qué época comenzó a implantarse? ¿Sobre qué presupuestos geométricos? ¿A partir de qué conocimientos ‘científicos’ y capacidades ‘técnicas’? ¿Podían los nombradores medir distancias con exactitud? ¿Qué creencias estaban asociadas a estos conocimientos? ¿Cuáles fueron los límites geográficos entre los que se implantó?, etc.” Porlan, sin pretenderlo, también podría estar refiriéndose al cromlech pirenaico.
Parecidas preguntas, viene haciéndose el autor desde que comenzó este estudio y, sobre todo, desde que se vio obligado o tuvo la mala idea de buscar sentido a la toponimia existente en el espacio ocupado por el cromlech pirenaico y el Camino. En otro orden de ideas al presentado por Porlan, y con las diferencias existentes en una investigación dirigida a campos diferentes con puntos de vista diferentes, uno de profesional y el otro de diletante que toca la lingüística forzado por las circunstancias, más como añadido obligado que como tesis en sí misma. Se contestan a continuación, alguna de las preguntas que son paralelas a las expuestas por Porlan y han ido surgiendo a lo largo de este trabajo:  

—Tiempo: ¿En qué época comenzó a implantarse el sistema?, se pregunta Porlan, hablando de lo suyo. La respuesta en este estudio es un tanto difusa y está centrada en la época atribuida a la construcción del cromlech pirenaico, es decir, hacia el 600 a.C. Sin embargo, tengo que expresar algunas dudas y salvedades sobre el cromlech pirenaico y algunos otros hechos, ajenos a éste, que pudieron ser coetáneos. Al cromlech, se le viene atribuyendo la función de ser siempre enterramientos. En cambio la teoría que, en este trabajo, se viene argumentando desde hace más de un decenio, es muy otra: representan estrellas siempre y, ocasionalmente, en ellos se efectuaron enterramientos. La duda es: ¿realizaron los enterramientos al tiempo de construir los cromlech pirenaico o con posterioridad? No está muy claro, a veces me inclino por pensar que los enterramientos fueron posteriores. Pero el detalle me parece importante; puesto que, de ser así, el cromlech pirenaico, pudo ser construido antes, con un límite hacia atrás de hasta el 1000 a.C., estando ya en vigencia los conocimientos astronómicos reflejados en las tablas Mul-Apin, soporte técnico astronómico del cromlech pirenaico. Los presupuestos geométricos, los conocimientos ‘científicos’ y capacidades ‘técnicas’ y las creencias asociadas a estos conocimientos y técnicas, sólo pudieron ser las de la época de construcción del cromlech pirenaico, e, históricamente, sólo, hubo unos pueblos que los tuvieron. Digo pueblos, por no saber, si hubo uno en concreto o fueron varios; en cualquier caso, dadas las técnicas empleadas y el lenguaje utilizado en parte de la toponimia, se podría afirmar que procedían, de forma genérica, de Mesopotamia, Asia Menor, Anatolia, en definitiva, del Oriente Medio.

—Las creencias asociadas al cromlech pirenaico y al Camino de las Estrellas, debieron de ser el origen de ambos. El cromlech pirenaico ocupa en tierra un espacio concreto que puede ser ampliado en alguna manera al tratar de parangonarlo con su equivalente celeste y con las creencias que afloran del crp, por vía: histórica, geográfica, astronómica y lingüística, enlazando unas disciplinas con otras e, individualmente, con sus derivaciones religiosas. En definitiva, a la hora de buscar referencias históricas, nos encontramos una laguna histórica de difícil comprensión. ¿Qué constituye este vacío histórico? Diría, con temor a equivocarme, por cuanto no lo he leído, ni nadie me ha informado, simplemente, me lo hace intuir el estudio del crp y su entorno, que se trata en general del olvido de las religiones astrales, y en particular de la religión astral pirenaica. Franz Cumont, como se viene insistiendo, da cumplida cuenta de las religiones astrales en general, a lo largo y ancho de su bien fundamentada obra, desde su origen en oriente hasta su influencia en el paganismo greco-romano. Igualmente, resulta un hecho históricamente comprobable la evidente y variadísima influencia de estas religiones en el cristianismo. Un pequeño librito electrónico: Astral Worship de J.H. Hill, que se puede encontrar en: http://infomotions.com/etexts/gutenberg/dirs/etext05/astrl10.htm, da clara idea, con los reparos, salvedades y precisiones que los teólogos quieran hacer, del carácter astral de la parte más importante del santoral cristiano, de algunas festividades, de ciertos símbolos y cultos, etc. El hecho de traer a colación estas cuestiones, de ninguna forma, quiere decir que se estén cuestionando las reconocidas verdades reveladas que componen el cristianismo. No es eso, se trata sin embargo de poner de manifiesto la incoherencia histórica que supone en el estudio del crp, el no encontrar noticia de él, ni de su significado, ni del espacio geográfico en el que florecieron las religiones astrales, ni referencias escritas de su credo más precisas de las que se pueden deducir camufladas en diferentes autores greco-romanos, recopiladas a comienzos del pasado siglo de forma coherente por autores como Joseph Bidez y Franz Cumont, entre otros; pero, con frecuencia, con las referencias originales difuminadas e incompletas, como si hace siglos una mano negra, mejor varias, hubieran querido diluir y falsear esta parte de la historia que ha quedado hueca y cercenada. Los 200 kilómetros por los que se extiende el cromlech en el Pirineo y los, digamos, seiscientos en los que las construcciones del Románico han dejado oculta la huella astral del antiguo credo, del Pirineo Central hasta el Golfo de Vizcaya y a lo largo del Camino de Santiago, merecen que se estudie a ambos —cromlech y Camino— desde el punto de vista astronómico y unitario que se viene proponiendo, tras acotar e indagar con sentido crítico la historia recibida de griegos, romanos y de fuentes religiosas de todo tipo. Miremos, justo antes, hacia el 600 a.C., y, todavía, con anterioridad, alrededor del primer milenio a.C., cuando se forjó la técnica que hizo posible el cromlech pirenaico y se fue puliendo la religión que lo inspiró. Ahí está la clave que se debe reconstruir. Estamos tratando de hacerlo e iremos mostrando los resultados poco a poco.

Las creencias asociadas al cromlech pueden intuirse tras comprobar el ya demostrado carácter astronómico del mismo. Después de observar este supuesto, fueron apareciendo los razonamientos, los conocimientos científicos y las ´técnicas’ que debieron utilizar para construir estos monumentos y dejar patente en ellos su significado y la época de su construcción. En los primeros tiempos del estudio, se apuntó, como punto de procedencia de todas estas tecnologías, a Grecia; con posterioridad, se adquirió la certeza de que, más bien, se debía mirar cerca de los inspiradores de la astronomía griega, hacia Mesopotamia. Puesto en evidencia este carácter astronómico, fueron apareciendo alineamientos geométricos relacionados con la topografía y geografía del terreno ocupado por el crp, al tiempo de que los griegos llegaran a la península, dando idea de sus límites y de los ‘presupuestos geométricos’ —que dice Porlan— utilizados, junto al sistema topográfico y de coordenadas empleados. El resumen es que éstos proceden de la mecánica celeste y del interés del hombre en determinadas posiciones y efemérides astrales, por ejemplo: equinoccios, solsticios, lunisticios, fases lunares, zodíaco, posiciones de la Vía Láctea, salidas y puestas helíacas y acrónicas, de algunas estrellas etc. Los intereses que tenían son racionales y persisten, motivo que, en ocasiones, permite realizar comprobaciones y hacer conjeturas coherentes de sus anhelos. Algunas apreciaciones realizadas, observadas luego por partida triple: astronómica, geográfico-topográfica y toponímica, resultan análogas entre sí, puesto que, relacionan con lógica la representación astral de uno o varios grupos de cromlechs, su emplazamiento geográfico y algunos topónimos donde se encuentran emplazados los grupos. En el alineamiento de grupos de cromlechs, Peñas de Aia-Loizate, se van a poner de manifiesto ejemplos de este triple encaje: astronómico-geográfico-toponímico, del cromlech pirenaico. Y, todavía se puede añadir su aspecto religioso, si tenemos en cuenta que el dios ‘Sin’ y su giro solsticial, son los causantes de todo el artificio geométrico que supone la concepción del alineamiento.

La geometría de los alineamientos, en líneas generales, y las coordenadas utilizadas como se explica en otros apartados, está perfectamente especificada y resumida en un crismón de seis brazos separados por 60º entre sí. En él, llevados al año, se vienen destacando los ejes: 60º-240º, los 60º corresponden, a la salida del sol en el solsticio de verano y de la luna en el de invierno, frente, a los 240º que atañen a la puesta del sol en el de invierno y a la luna en el de verano; el eje de 120º-300º se ajusta, con la precisión adecuada al tipo de medición de la época, a la salida del sol en el solsticio de verano y de la luna en el de invierno a 120º, mientras que a 300º, se producía la puesta del sol en el solsticio de verano y de la luna en el de invierno . Estos ejes, forman la Cruz de San Andrés que junto a los N-S y E-O, son los mayormente seguidos en la ubicación de los diferentes enclaves de grupos de cromlech pirenaicos, entre los que, con frecuencia, se encuentran grandes zonas sin un solo cromlech —es decir, según la norma general, sin ningún enterramiento, ¿no fallecía nadie en esas zonas? —, un buen ejemplo, en eje 120º-300º, es la zona libre de cromlech entre el Pico de Orhi y el valle de Hecho. En otras ocasiones, sin cromlech pero dentro de las coordenadas de la Cruz de San Andrés, se unen zonas paradigmáticas, por ejemplo en eje 120º-300º, que une una franja desde el túnel de San Adrián a Udalaitz y el Duranguesado. Siendo túnel de San Adrián una evidente intersección en Cruz de San Andrés, puesto que a su vez, está situado en el eje 60º-240º que arranca en dirección de 60º hacia la línea Txindoki -Loizate -Peña Plata, luego es. Dos Franja para recorrer, reflexionar y observar el paisaje y, mucho más tarde, apuntar detalles y terminar tanteando algún topónimo de ambas franjas: Aranzazu, Escoriaza, Arechavaleta, Mondragón, Udala, Amboto..., Alluiz, a su SO, camino del atardecer solsticial, el Santuario de San Antonio de Urquiola, hacia el cordal situado justo al sur del monte Oiz, en definitiva, el Duranguesado, cuya toponimia, en líneas generales tiene aromas de sumerio y afines; el otro eje, salvo Txindoki, da la sensación de haber sufrido, evoluciones lingüísticas mayores.

Abogo sin ambages por la, presencia intencionada e influencia simbólica de los ejes solsticiales, que más tarde constituyeron la cruz de San Andrés, tanto en el cromlech pirenaico como en muchas nominaciones toponímicas de dentro y fuera del entorno cromlech. Además, San Andrés parece nombre de nominación, procedente del sumerio, de los ejes solsticiales; por tanto, sería anterior al cristianismo. De cuya etimología, se ha arriesgado alguna opinión en el apartado sobre lenguas.
 Llegados a este punto, de la cruz de San Andrés y derivados, de nombres como sanadrianes, santanderes, etc., que con mucha frecuencia encontramos en cruces de direcciones, caminos, ríos, desembocaduras, triángulos, límites complejos, etc., pudiéramos encontrarnos en lugar adecuado para comenzar a discurrir, más allá de la geografía, de los cruces de lenguas y culturas que también se despliegan desde estos sitios. Diríase que todo concepto sencillo: un cruce, un límite especial, una figura geométrica elemental como el triángulo, el mar, la montaña, el sol, la luna, la Vía Láctea y las estrellas, y, por terminar, un largo pero contenido etc., se nominó en, digamos, sumerio desde el principio y quedó fijado en el acervo común originario. Otra cosa es acertar de pleno cuando, aplicando estos criterios, se da opinión sobre determinados topónimos.  —Estamos tratando, a través de estudiar los cambios históricos no escritos o no relacionados entre sí, de comprender los mecanismos que utilizaron para reconducir, puesto que molestaban, palabras del arcano empleadas en conceptos caídos en desuso o de deseable modificación, dada la importancia que se les otorgaba, para adaptarlos a nuevos tiempos, creencias y mandos.
Le ha tocado el turno a San Andrés y próximos, no se puede eludir. Están ahí: sobre el terreno desde el comienzo de los primeros tiempos de nuestro discurrir; entre los apóstoles y en el santoral desde que se consideró conveniente. San Andrés, hasta murió atado en una cruz en forma cruz de San Andrés. Andrés, del griego Andreas —cuyo nombre, dicen en www.churchforum.org, significa ‘varonil’, en vasco, Plácido Múgica, dice: Andere (c) 1. Damisela, señorita, y, Andre 1. Señora, matrona, esposa (c). En Vicaya, Andra significa, señora, dama, mujer casada, al igual que Andre en territorio común. Personalmente, si fuese la primera vez que observo una especie de antagonismo Vasco-sumerio, callaría; sin embargo, como se repiten y hacen modificaciones y transposiciones, digamos, raras que parecen intencionadas, en determinados vocablos, diría: ¡ojo!, An-‘?’, ‘palabra sensible’. Al igual que Andrés y derivados. ¿Tendrá una intención peyorativa realizada de propósito el paso de significado varonil a femenino en Andrés, al cambiar del griego al vasco? Me parece pertinente hacerse la pregunta, aunque la contestación es comprometida, de una parte siempre me ha chocado el nombre de Andrés, como algún otro, entre los nombres de los Apósteles y de otra no es descartable que, pensemos inapropiadamente: un ‘sanedrín’ de caldeos terminales, decidió cambiar el significado de Andrés, por entender que era una apropiación indebida del meollo de sus creencias. Algo más sutil, diría que, debió de ocurrir con el crismón, buena representación sincrética de los Ander y Cristos, tanto en forma gráfica como simbólica, del que se hablará en otro lugar.
El aspa solsticial de la religión astral, cruz de San Andrés con el Cristianismo y Chi-Ro de Christus a partir de Constantino el Grande en su lábaro, —a la izquierda en esta página—, es la representación de la evolución de la primera, el aspa solsticial, cuya evolución final veremos representada en el crismón.
He tratado en los diccionarios sumerios de encontrar palabras que puedan expresar el concepto de las líneas solsticiales, a todas luces representado tanto sobre el terreno en el que se asienta el cromlech como en el propio crismón. Existen diversas posibilidades, sin por ello poder aseverar nada concluyente: ‘tum’, en sumerio se traduce por ‘viga transversal’, a-tum podría equivaler a brazo o lado transversal, aceptable para designar a los brazos de la cruz de San Andrés no obstante —veo que me tomo demasiadas licencias realizando aglutinaciones que no están señaladas en el diccionario, por tanto aunque esté especulando con lógica, me faltan los conocimientos necesarios para certificar la hipótesis­—; de otra parte, contamos con la pronta presencia en el santoral de los San Antón y San Antonio, que se pueden resumir en San Antonio Abad, uno de los primeros eremitas, nacido en Egipto —251-356— cuya festividad es el 13 de junio y San Antonio de Padua, nacido en Lisboa —1195-1231— su festividad es el 17 de enero, por tanto, ambos santos, tienen su festividad en épocas casi solsticiales, el primero cercano el solsticio de verano y el segundo, poco pasado, el de invierno. Este hecho que pudiera parecer de poca importancia, aparece con cierta frecuencia siempre que un antiguo, dios o concepto religioso o astronómico fueron considerados tan importantes para tener que enmascararlos o darles nueva orientación, entre los muchos ejemplos que pudiéramos poner se encuentran San Antonio, San Martín, San Miguel, etc. Pero, ahora estamos hablando de San Antonio, su presencia en la toponimia es muy importante, como ejemplos extremos se pueden poner el Cerro de San Antón, al pie de Peñas de Aia y al norte de los grupos de cromlech pirenaicos de Agiña y el notable y desproporcionado por su tamaño Santuario de San Antonio de Urkiola, dedicado a los dos Antonios solsticiales: Abad y el de Padua. El emplazamiento me asombra. No creo en un emplazamiento casual, o antes había algún templo pagano importante o quien ordenó la construcción, sabía más de lo que hemos heredado. En el Santuario de Urkiola, me ocurre como en otros lugares, por ejemplo, La corona de las lunas, ‘Charran Sin’,’Camino de la luna’ diría, en el valle de Echo, a los dos les sobran árboles. Lo de Echo ya lo he contado y me duele repetir. Lo de Urkiola es más simple, con hacer una especie de cortafuegos, talando algunos árboles, bastaría para ver, al norte del Santuario a unos se 60º Alluitz, por donde, visto desde el Santuario de Urkiola, salía el sol en el solsticio de verano y la luna en el de invierno, por Cáncer, en sumerio Allu o Alluttu, y encuentro que desde Udalaitz y Anboto, son demasiadas afinidades juntas, con correspondencias lógicas para pasarlas por alto sin la menor mención.  


Equiparación de ciclos, lunar y solar, en el cromlech pirenaico y durante la cristianización: santuarios de San Miguel de Aralar y de Nuestra Señora de Eunate


Después de estas notas, retazos parciales de lo que históricamente se pueden considerar fuentes y afinidades, de la religión que parece escondida tras el cromlech pirenaico, procede tantear, una constatación que se ha ido mostrando cada vez con más fuerza desde el comienzo del trabajo: entre las diferencias que debió de haber entre los fieles de la antigua religión y los valedores de la nueva, y no la menor, debió de ser —entendiendo, como es de rigor en el estudio del cromlech pirenaico, por antigua la astral pirenaica y por nueva el cristianismo—, la de la concepción y cálculo del calendario anual, en definitiva, ‘el mando sobre el calendario’ que apunta haber tenido una gran importancia. Su manejo procuraba poder y, en consecuencia, prebendas y otras ventajas que los mandatarios antiguos querían conservar y los nuevos pretendían conquistar. Antes de adentrarse en las diferencias de ambas religiones, conviene ver su forma de concebir y medir el tiempo. Tanto Cumont como Jastrow, ya hacia 1911, fueron dejando dudas sobre la procedencia popular de ‘hipótesis científicas’ en apariencia, advirtiendo, además, del largo proceso de especulaciones y tanteos necesarios para alcanzar conocimientos precisos en algo tan técnico como el ciclo lunisolar. Franz Cumont, también tuvo razón al suponer que, dado el alto número de tablillas de escritura cuneiforme que quedaban por descifrar, la historia se iría completando. Así, ha sido en todos los aspectos: religioso, literario, etc., incluido el campo técnico científico astral. En esta última disciplina, Herman Hunger & David Pingree en Astral Sciences in Mesopotamia, Brill: Leiden-Boston-Köln, 1999. pp. 75-79, 3.3. Intercalation Schemes, dan cuenta de los dos esquemas de intercalación —días o meses añadidos al año para equiparar los ciclos lunar y solar— presentes en las tablas MUL.APIN cada uno de los cuales está basado en una comparación del año solar con los meses lunares sinódicos —entiendo que el verdaderamente interesado en estas cuestiones debe leerse los textos originales, en lugar de estas notas que se exponen, no obstante, como ejemplo de que se trata de hechos que han sido estudiados por renombrados especialistas—. Hunger y Pingree creen que los datos astronómicos aportados por las tablas MUL.APIN tratan de la astronomía babilónica procedente del 1000 a.C. Esta fecha, además, haría posible coincidir, al menos cronológicamente, las técnicas expuestas por estos autores, con las utilizadas por los constructores del cromlech pirenaico. Los meses comenzaban en Mesopotamia con la Luna Nueva. Los cálculos que ‘sugerían’ las intercalaciones, se hacían los días 15 del mes, con luna llena, por coincidir, cuando los ciclos estaban ajustados, en oposición, en el zodíaco, el sol y la luna. Los citados autores en la p.77, interpretan de las tablas MUL.APIN: “En el 15 de Nisan, en el 15 de Duuzu, en el 15 de Tesritu, en el 15 de Tebetu, observe las salidas del sol, el tiempo de visibilidad de la luna, la aparición de la Flecha —en resumen, Sirio—, y encontrará cuantos días hay en exceso.” Sin entrar en los detalles, para especialistas, expuestos en el texto de H & P, el hecho cierto es que una técnica de intercalación de este tipo, encaja a la perfección con cuanto está reflejado en los monumentos existentes en el triángulo en estudio: Orhi-Aia-Txindoki, y permiten pensar que, desde un punto de vista cronológico al menos, el entramado técnico que dio origen al cromlech pirenaico, puede proceder, con antecedentes y sin fantasías, de Mesopotamia. En consecuencia, puede considerarse científicamente admisible, dar una primera vuelta de tuerca, desde el ¿sumerio? a alguna toponimia que pudiendo hablar desde su impecable estado de conservación, permanece callada a la espera de un entramado común que la engarce y dé más ejemplos que puedan relacionarse entre sí. Muchos nombres del cromlech pirenaico y su entorno, tienen algún carácter común, relacionado de una u otra forma, con la astronomía de su época. El ciudadano Dupuis en algo acertó cuando, en observación de Cumont: “… desarrolló la idea que la primera fuente de religión fue el espectáculo de los fenómenos celestes y el establecimiento de su correspondencia con los acontecimientos terrestres,…”. Observación que reconforta cuando se percibe que, con independencia de precisiones cronológicas, los constructores del cromlech pirenaico, inventores de una religión astral con fundamentos científicos, dejaron en el camino hacia el Extremo Oeste, hacia donde sus creencias conducían las almas de los muertos, señales hoy muy desparramadas, pero que, con paciencia, podemos seguir en pos de ese pasado olvidado y sus lagunas. El ciudadano Charles-François Dupuis, escribió en 1795 L’Abrégé de l’origine de tous les cultes, que hoy tenemos la posibilidad de bajarnos gratuita y legalmente de más de un enlace de internet, la religión astral pirenaica, aún olvidada es un magnifico y reconstruible ejemplo de las opiniones de Dupuis sobre el origen de todos los cultos.

El Camino del cromlech pirenaico y sus relacionados Camino de las estrellas, luego de Santiago, parecen tener abundantes señales y vestigios que permitirán, contemplados en conjunto, dar una idea y realizar un esbozo de la religión original que los inspiró. En hipótesis de trabajo, se tomó como núcleo central de las ideas originarias en cuyo derredor se fue tejiendo el entramado que terminó conformando el cromlech pirenaico, al triángulo Orhi-Aia-Txindoki, alguna de ellas concebida para fijar las estaciones del año y el calendario. Hoy nadie vive de decir que la luna ha llegado a Txindoki y ha girado a su altura o que el sol ha salido por Orhi con un desfase sobre Sirio de x tiempo y por tanto se debe de añadir otro mes al año o x días para sincronizar los ciclos lunar y solar; sin embargo, en aquel pasado, sí. En Mesopotamia, The ‘turnings of the sun’ que dicen Hunger & Pingree y los de la luna que se parafrasean, medían las estaciones observando el movimiento de los astros en el paisaje. Su utilidad feneció. Llevamos más de un siglo excavando el cromlech. El caso es que a los investigadores del último siglo, no les dio por levantar la cabeza y mirar hacia arriba, a las montañas, al firmamento, a los alineamientos de los grupos de cromlech pirenaicos, a las orientaciones de unos y otros, a los puntos de salida y ocaso de las estrellas o a los ‘turnings of the sun and the moon’ en las montañas. Así, no se ven los triángulos y los ejes que dibujó la mente del hombre, con la ayuda de los movimientos astrales, sobre el caos de montañas de formas singulares, ni cómo, añadiendo casualidad a la casualidad, con exactitud de delineante, la luna y el sol, rodeados siempre por las mismas estrellas, marcan con luces de crepúsculo y rayos de amanecer, solsticios y equinoccios, en montañas que como: Orhi, Aia, Txindoki, Auza, Izu, Adarra, Izarraitz, guardan alineaciones que en teoría, eligiendo y aislando montañas del caos espacial original, las convirtieron en geometría simple de líneas y triángulos, adecuados para seguir con rigor, escritos en tierra, movimientos solsticiales y equinocciales, convirtiendo el caos original en orden esperanzador digno de creerse y, también, convirtiendo la tierra en tablilla o papiro imperecederos, para medir, escribir y recordar; permitiendo, puesto que quedó escrito y nominado, descifrar y, en consecuencia, recordar. Todavía, hay otras señales añadidas que pueden llegar a ser coadyuvantes irrefutables: los nombres. Nombres que, con frecuencia, persisten. Es notable y conmovedor, como siendo todo, en un principio, un caos para el hombre, aprendimos tratando de ordenar este caos; por ejemplo, al observar repetidamente y, por tanto, saber que el sol salía y se acostaba desde el equinoccio de primavera, cada día más al norte, hasta que llegado el solsticio de verano iniciaba su vuelta atrás —su ‘bala’, su ‘du’, su ‘ge’ con matices, en sumerio; ‘giro’ en español—, eligieron las montañas y los puntos de observación de los fenómenos, y pusieron nombres a ambos. También, junto a otros astros, al sol le consideraron dios, el dios ‘utu’ — ¿el del An-bu-utu, visto justo al sur desde el monte Oiz?—, bien es verdad que cuando ‘utu’ no estaba no estábamos, ni estaremos cuando no esté, pero de ahí a considerarlo dios hay un abismo, aunque sí fue y será al menos sargento encargado del principio y fin de nuestra existencia. Hoy los que saben de esto, los caldeos de ahora, nuestros científicos, continúan observando y ordenando el caos de nuevas maneras, más complicadas, y terminarán sabiendo más, aunque no todo, supongo. 

La necesidad de calcular, con la mayor precisión posible, las diferencias de los ciclos lunar y solar, con objeto de adaptar el ciclo lunar de forma que no existiesen cambios ostensibles que alejasen con el paso tiempo. El deseo de hacer coincidir las estaciones en su ciclo anual, en armonía con los meses y su ciclo lunar anual, en definitiva, sincronizar ambos ciclos, fue un hecho que se inicio en el neolítico con el nacimiento de la agricultura y el pastoreo y que se fue concretando en el mundo occidental, de forma científicamente creciente, desde Mesopotamia, hasta Grecia, Roma y los comienzos del Cristianismo. El manejo del calendario, por su posibilidad de organizar el trabajo, las festividades y asuetos, y, sobre todo en sus comienzos, cuando lo hacían de forma aleatoria, el determinar el mes o los días que había que añadir al ciclo lunar para sincronizarlo con el anual solar, intercalando días o un mes adicional cada cierto tiempo, añadida a la ocupación que se debía de dar a esos días, constituyó una actividad ejercida siempre por la autoridad. En consecuencia, es de suponer que los, digamos, caldeos, responsables del cromlech pirenaico y del poder derivado de su conocimiento y administración, fuesen los encargados de decidir y comunicar a sus gentes una de sus funciones: el establecimiento del calendario. Sin tener un conocimiento exhaustivo, de las aportaciones del cromlech pirenaico en este menester, se puede afirmar con una más que aceptable probabilidad de acierto, que, frente a la presencia de muchos grupos cuyo significado se puede relacionar a la representación de una época concreta del año , hay otros que bien pueden relacionarse, como venimos de explicar, con los giros solsticiales, y pasos equinocciales, de la luna y el sol, e incluso, como se puede apreciar en diversos grupos relacionados con Orhi, Aia, Txindoki, Balerdi, etc., que, con la ayuda de Sirio, con técnicas similares a las deducidas por Hunger & Pingree de las tablas MUL.APIN, fueron capaces, dedujeron y aplicaron los días de intercalación necesarios para sincronizar los ciclos lunar y solar. Que ésta facultad de los últimos caldeos garantes del cromlech pirenaico y de las prebendas que a buen seguro acompañaban la misión, tuvieron que ser cedidas a los mandatarios del nuevo orden que acompaño al cristianismo, parece estar fuera de toda duda. Es más, existen santuarios y ermitas cristianos que, en las proximidades del cromlech pirenaico, sustituyeron, conservando el emplazamiento, a algunos templos paganos cristianizados que, todavía, conservan pruebas que testifican el aserto. Así, podemos observar en referencia concreta, al control de los desfases de los ciclos luni-solares y la utilización de un método para resolverlos, la existencia tanto en el cromlech pirenaico, tal se viene de exponer, o, como se muestra en santuarios cristianizados, mejor construidos sobre antiguos monumentos astrales, por ejemplo: el de San Miguel de Aralar o el de Nuestra Señora de Eunate. El emplazamiento primero tiene signos de proceder de uno anterior precristiano, óptimo para, con la ayuda de la salida de Sirio en relación a unas, bien visibles por el SE, Peñas de Izaga e Higa de Monreal. Desde San Miguel se puede proceder a similares mediciones de los desfases de los ciclos luni-solares, con métodos parecidos a los utilizados en el cromlech pirenaico, en por ejemplo, la banda Pico de Orhi-Peñas de Aia; semejante interés por dicho ciclo, se muestra en el famoso retablo esmaltado

Retablo esmaltado de San Miguel de Aralar

 del Santuario y, en igual sentido apunta la propia advocación del mismo al arcángel san Miguel ya que éste, como se ha manifestado cumplidamente en diferentes escritos, lo relacionaron con Sirio, adjudicándole sus atributos con frecuencia. San Miguel, cuenta con 51 iglesias dedicadas en Navarra, San Andrés con 53.

Hablando del retablo en cuestión, en una recapitulación de agosto de 2004, resumiendo un poco el estado de la cuestión sobre el cromlech, en materia de religión, se dijo al comentarlo:
“En la zona superior del retablo, encima de las doce figuras, hay dieciocho medallones, que se consideran sólo decorativos, y uno más en otro color en el centro del retablo y encima de Santa María y el Niño..." ¿Medallones decorativos? No, los medallones parecen representar el ciclo metónico de diecinueve años, gracias al 19 regido, por los mentores de la isíaca Señora.

El mes sinódico lunar tiene 29,5306 días y el año trópico 365,242 días. El cociente es 365,242 / 29,5306 = 12,3683 lunas o meses. Es decir que el año real tiene más de 12 meses y menos de trece, motivo por el que en la Antigüedad introducían días de intercalación al año o un mes cada ‘x’ años para acompasar los dos ciclos. De acuerdo con la citada razón, al tener el año 12 meses enteros, a cada año sobran 0,3683 de mes. Al cabo de 19 años, se produce un déficit de 0,3683 x 19 = 6,9977, prácticamente el número entero 7. Por tanto, intercalando 7 meses cada 19 años, se equiparan en la práctica los ciclos solar y lunar. El ciclo de 19 años fue introducido en Atenas en el 432 a.C. por el astrónomo Metón. Según Norman Davidson en Astronomy and Imagination, p. 108: “Este ciclo fue utilizado por los griegos para predecir los días en que sus festivales religiosos, determinados por las fases de la luna, debían de ser celebrados. Este ciclo todavía es utilizado por las iglesias de hoy,... El calendario Cristiano data el comienzo de sus series metónicas en el año 1 a.C.” Estos ciclos aparecieron cuando ya se conocía con exactitud la duración de los cursos solares y lunares, anteriormente, los antiguos griegos y los babilonios, calculaban las intercalaciones, generalmente realizadas irregularmente, mediante observaciones astronómicas practicadas durante generaciones. Los cromlech de Okabe, de Las coronas de la luna, con los de Olegi, otros y el hipotético santuario original de San Miguel de Aralar, invitan, con la ayuda del paisaje, oculto por los árboles en La corona de la lunas, a pensar en intercalaciones irregulares sugeridas por sacerdotes locales; en tanto que, el retablo de San Miguel, señala intercalaciones oficiales calculadas por expertos eclesiales, de acuerdo con el ciclo metónico.

Igual impresión de aparente búsqueda científica de intercalaciones oficiales, que, en alguna manera desposeyesen de una de sus atribuciones a los mandatarios de la vieja religión astral, se observa olvidada en la iglesia de Santa María de Eunate (finales del s. XII),
Santa María de Eunate
sita en el término de Muruzábal, el templo de forma octogonal, es atribuido por algunos —incluido el autor— a los templarios. Dicen que procede de un templo románico, lo dudo, diría que, por su emplazamiento, procede de algún santuario primitivo bastante anterior. Hoy vemos en el centro del conjunto, un templo octogonal regular: un de sus vértices da al norte preciso; en el vértice sur tiene una torrecilla; en uno de sus lados, en el E-SE, el 'siríaco' —desde el punto de vista astronómico que contemplo estos asuntos—, está emplazado el ábside y el altar con una imagen de Nuestra Señora y el Niño; en la cara frente a la citada, la O-NO, se encuentra la puerta principal y en la N-NO hay otra puerta de uso. Al templo octogonal, le rodea un pórtico octogonal irregular, en dos de los lados del templo, los que van de norte a este. El pórtico consta de 33 arcos —treinta y tres. La planta del templo y la arquería es la siguiente:

Planta de Santa María de Eunate y de la arqueria exterior


Los seis lados regulares de la arquería que, en sentido inverso a la agujas del reloj, van de N a E, cuentan cada uno con 6 arcos, totalizando entre todos 24. Los dos citados lados irregulares, vistos en el sentido de las agujas del reloj, tienen 3 arcos el primero que abarcan unos 40º, y el segundo tiene 6 arcos que abarcan unos 50º; en consecuencia, el total de arcos de los lados irregulares es de 9, que, sumados a los 24 primeros totalizan, 33 arcos. Algunos suelen decir que el nombre Eunate, procede del vasco: Eun-ate, Cien-puerta(s), en referencia a tan elevado número de arcos. Lo dudo, aún utilizando el vasco, apuntaría en otra dirección —a Anu-ate, Ánsar o Cisne de Anu, o, a Anu-Puerta, pero…, para otro día—. Sin embargo, en esta ocasión, me parece más interesante y cercano a la realidad pasada, fijarse en los 33 arcos, treinta y tres, no cien, e, incluso en la distribución de los mismos en los diversos lados del, anómalo e irregular octógono del pórtico que rodea al octogonal y regular templo. La anomalía, resulta tan evidente y extraña que, de ninguna forma se puede considerar casual o un capricho de los constructores, sino que parece más bien debida a la existencia de algún motivo razonable para justificar la rara edificación. Esta singularidad carece hoy del menor atisbo de interés y utilidad general, sin embargo, pudiera interpretarse, y, diría, que muestra un acercamiento a uno de los nexos de unión originales que debieron de existir entre la religión saliente, la astral pirenaica, y el cristianismo, en este caso, referido, una vez más, a causas astronómicas. Los 33 arcos que componen el irregular pórtico de Eunate, contemplados desde un punto de vista astronómico, sugieren por analogía de posibles significados con San Miguel de Aralar, y, supongo que con otros templos, e, igualmente, por disposición y emplazamiento del propio Eunate, que puede tratarse de un sistema de ajuste del año solar, similar al propuesto en el año 1075 por el poeta, matemático, astrónomo, etc. persa, Omar Khayyam, a petición del sultán Malik Shah, conocido también como Jalal-ud-din, que derivó a Jalali al dar nombre al calendario de Khayyam. Resumiendo, el calendario Jalali propuesto por Omar Khayyam, como el Gregoriano, proponía un año bisiesto cada cuatro años. La diferencia entre ambos, en líneas muy generales, estriba en que, para ajustarse más a la realidad, el Gregoriano que en España se adoptó en 1582, hace un bisiesto cada cuatro años, con la excepción del los años seculares —los acabados en doble cero— que no cuentan como bisiestos (1800, 1900...), excepto cuando el año es múltiplo de 400, como el 2000. Entre tanto el Jalali, además de proponer años bisiestos cada cuatro años, elimina un año bisiesto al concluir los ciclos de 33 años. Ambos calendarios son solares: en el Gregoriano el año comienza el primero de enero y finaliza el 31 de diciembre; en el procedente de Omar Khayyam, coincidente con el iraní o persa actual, el año comienza en el equinoccio de primavera —alrededor del 21 de marzo en nuestra latitud—, que astronómicamente se produce, cuando la longitud solar es de 360º, es decir que el sol se encuentra justo a mediodía. Históricamente, a lo largo del tiempo, se han ido produciendo reformas y modificaciones en ambos calendarios de las que no vamos a tratar, se pueden encontrar en libros y en Internet. En realidad estamos tratando de dar a conocer un poco la estructura del Jalali desde su nacimiento en Persia hacia el año 1075, ciñéndonos al intento de buscar una explicación más amplia y ajustada a las particularidades arquitectónicas mayores de la iglesia de Santa María de Eunate. En primer lugar, nada tiene de particular que los templarios, artífices según dicen del templo, en sus viajes a oriente y Tierra Santa, las fechas encajan, hubiesen conocido las inquietudes persas sobre la búsqueda de un calendario solar preciso —el Jalali es más exacto que el Gregoriano— y, en consecuencia, tratasen de adecuar y estudiar el mismo en un nuevo templo construido ex profeso. En segundo lugar, la iglesia de Eunate cuenta con un emplazamiento y una disposición arquitectónica que parecen adecuados y no casuales para estudiar un calendario solar —es importante mencionar que, la religión de la zona que estaban tratando de asimilar, la astral pirenaica, era de clara hegemonía lunar,—particularidad que forzosamente debo desarrollar en otro lugar—. El vértice norte de la iglesia y del pórtico dan al extremo oeste de la Sierra del Perdón y, en el sur, entre ambos: iglesia y pórtico, adosada a la primera hay una torrecilla, de poco clara utilidad religiosa, que, sin embargo, cobra mayor sentido al considerarla punto de observación de culminación de los astros hacia el sur, con la referencia de un próximo y elevado horizonte situado entre unos 140 y 240 grados, muy adecuado, en este caso, si pretendiésemos seguir el discurrir del sol a lo largo del año con ánimo de confeccionar un calendario. Como observación final, al margen de lo religioso, que se obvia en esta ocasión, el irregular octógono de la arquería exterior, astronómicamente, admite algunos significados, entre los que podríamos citar: los 33 arcos que componen la arquería, podrían corresponder a los 33 años que utiliza el calendario Jalali para distribuir los años bisiestos; la distribución irregular del número de arcos en cada uno de los lados, partiendo del N, en el sentido de las agujas del reloj: 3, 6, 4, 4, 4, 4, 4, 4, hasta totalizar lo 33, pudieran relacionarse con alguna forma de contar los bisiestos, que, históricamente, en este calendario se ha modificado con frecuencia. Por fin, sin rechazar nuevas posibilidades de tipo astronómico, no se puede olvidar, la proyección, desde la iglesia del paisaje en el horizonte, ni las estrellas que en él aparecen cercanas al mismo dependiendo de la época del año, en este sentido, vuelve a destacar la efeméride por excelencia del crp: salida de Sirio a unos 120º en dirección del ábside de la iglesia, viniendo en el horizonte del lugar, desde la dirección aproximada de la Ermita de San Esteban, primer mártir del cristianismo, situada a 116º con la brújula 120º sobre plano, situada al sur de Tirapu y Añorbe a mitad de camino hacia los Altos de Leciaga; hacia el norte, en la misma secuencia estelar, simultáneamente gira la Osa Mayor, arrastrada por su ? Alkaid, haciendo de punto de mira uno de los dos arcos diferentes e irregulares de la arquería, por el lado de tres arcos norte, emplazado desde el centro de la iglesia de 0º a 40º, y teniendo de telón de fondo-punto de mira la línea de horizonte de la Sierra del Perdón —0º-35º— sobre la que ronda la Gran Osa; a continuación, de 40 a 90 grados, se extiende el lado irregular de 6 arcos, que puede dar lugar a cuidadosas observaciones del nacimiento del sol desde el equinoccio de primavera —90º— hasta el solsticio de verano —unos 60º—. En el horizonte local se encuentran cimas singulares como la Higa de Monreal —76º— o la Peña de Unzué —94º—; luego, vienen ya los lados regulares de la arquería de 4 arcos , en el primero, a 113º encontramos, al que pudiéramos considerar siríaco, sito en el Valle de Orba, San Pelayo —113º—, que señala de alguna manera la orientación principal del ábside y de la iglesia, que, en realidad continúa marcando la orientación que viene del Pirineo de la mano del crp; en el quinto lado regular de 4 arcos, se encuentra la portada principal, hacia los 270º, allí por donde en la efeméride simultánea que se narra, la de siempre en el cromlech pirenaico, se iba Altaír por las lomas que tapan Puente la Reina, Gares —o Gal-esh, vaya usted a saber— por entonces, llevándose el Triángulo de Verano, ¿el Gran Tres?, o, bien el Gran Tres se refería al horcajo que en Gares formaban el Robo —me gusta más Orbo de Ur-bu, pero no es el día— y el Arga, como pudiera acontecer con el Cares, ¿otro Gal-esh?, y el Duje al norte del Naranjo de Bulnes —que tampoco creo que sea Naranjo—; pero es igual. En resumen, este asunto invita a irse por las ramas sin olvidar sin embargo, que, en diversas disciplinas hay analogías a flor de piel sin contrastar ni relacionar. La orientación creo que es la buena; pero, me planto, prefiero dejar retazos en hilvanes que inventarme una historia que no tengo ni tiempo ni facultades de probar. Alguien llegará que la compruebe y ordene, si la dirección como pienso es buena. No quiero añadir más broza a la mucha existente en el Camino, aunque si quisiera decir: ¡basta!, volvamos al principio, al cromlech pirenaico.